Una entrevista con el biólogo Luis Zambrano
Karen Rivera / Ciudad de México
En febrero de este año, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente presentó el informe «Hacer las paces con la naturaleza: Un plan científico para abordar la triple emergencia del clima, la biodiversidad y la contaminación». Se trata de una síntesis elaborada a partir de datos científicos obtenidos en las últimas dos décadas a nivel mundial. El informe identifica los cambios necesarios que se deben realizar de manera urgente para alcanzar un futuro sostenible y una de las propuestas para hacer la paz con los ecosistemas es el impulso de la agroecología. Sobre el tema nos habla el biólogo Luis Zambrano.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura define la agroecología como una disciplina científica que estudia la interacción de los diferentes componentes del suelo para generar prácticas que estabilicen la producción de alimentos, con base en la conciencia social y en los conocimientos de los guardianes reales de la tierra, los agricultores. En México, el uso de este concepto se ha visto frenado por la llamada “Revolución verde”, que tenía como objetivo principal aumentar la productividad y que se impulsó en la segunda mitad del siglo XX.
«¿Cuál es la lógica de la “Revolución verde”?, bueno pues qué necesitan las plantas, cómo les damos nutrientes, pues con fertilizantes, metamos fertilizantes en todos lados. El suelo en realidad es un sustrato y nosotros metemos los fertilizantes y cuando tenemos esos fertilizantes ¿cuál es el problema?, que hay otras plantas que no nos gustan que se aprovechan de esos fertilizantes; entonces metemos pesticidas para tener una mayor eficiencia de producción ya sea aquí o en el desierto. ¿Cuál es el problema cono todo eso? Que el suelo no es sustrato, el suelo es todo un ecosistema por sí solo, el suelo tiene hongos, tiene bacterias, tiene lombrices, tiene insectos, tiene todo lo que le permite generar un ecosistema que es el que le ayuda a crecer a la planta. La agroecología es lo contrario. Es en qué ecosistema estoy y cómo puedo aprovechar ese ecosistema, no matándolo, sino utilizándolo a mí favor.»
La misión es trabajar con el ecosistema y no en contra de éste. La agroecología busca tener una mejor calidad en la producción de alimentos a corto, mediano y largo plazo. Un ejemplo de este tipo de práctica puede verse en Xochimilco, sitio al que Luis Zambrano llama un socioecosistema.
«Xochimilco es el mejor ejemplo de cómo se puede generar desarrollo sin tener que destruir el ambiente. Sin tener que reducir los beneficios que el ambiente nos da a la sociedad. Porque lo que hizo Xochimilco durante más de dos mil años —la gente que vive en Xochimilco y que ha generado toda esta tecnología tradicional que es la chinampería—, fue justamente aprovechar y trabajar con la naturaleza para producir cada vez más alimento y a la vez promover más hábitat y más nicho para todas las especies acuáticas.»
El biólogo mexicano es coautor del libro Xochimilco en el siglo XXI editado por Turner, en el que muestra un diagnóstico de las prácticas milenarias y actuales en este ecosistema, como la siembra de ahuejotes y la creación de refugios para las especies nativas, pueden ser una cura para la restauración de la naturaleza; sin embargo, también presenta un panorama de cómo esta zona se ha visto afectada por la urbanización, el turismo y la modificación de chinampas en canchas de futbol.
«Hay otra serie de actividades que podemos hacer para ir restaurando Xochimilco en la parte ecológica, pero también en la parte económica para que los chinamperos tengan una vida digna y también en la parte social para que se sientan responsables y se sientan reconocidos de estar trabajando en la chinampería, todo eso es parte fundamental de un solo sitio, ahora imaginemos todos los diferentes ecosistemas o socioecosistemas del país. El entender a las otras culturas, abrazar la información y dialogar con las propias culturas con la propia y tecnología es lo que nos va a dar las paces con la naturaleza.»
Restaurar un ecosistema no significa sólo plantar árboles, se trata de rehabilitar de manera integrada un hábitat teniendo en cuenta a las especies nativas y a quienes lo habitan. Alimentarse de tal manera que sea saludable para los seres humanos y para la naturaleza, es sin duda un camino que nos permitirá hacer las paces con el medioambiente a nivel mundial. La conservación y la restauración de los ecosistemas nos involucra a todos y se debe poner en práctica de manera urgente.