La cita de “Los poderes del lector”, de Carlos Pascual, que usamos como título, no es más que una invitación a conocer esos lugares que prometen ciertos paraísos
Ana León / Ciudad de México
Se habla desde la ingenuidad que significa la búsqueda de paraísos terrenales, tangibles. Varios de ellos se encuentra en esta urbe: librerías, y responden a diferentes motivaciones, las hay bastante “comerciales” por decir una obviedad, y las hay también con vocaciones más intelectuales y de culto, y otras con ánimo turístico. Hay otras más con vocación de insertarse en el imaginario colectivo del barrio que las aloja. Todas ellas, como señala la cita que da título a esta nota, representan, invariablemente, una idea en el [de su] tiempo.
La librería que se visita en esta nota es una de reciente creación. Ubicada en la calle San Francisco, en el número 521, en la Colonia del Valle Norte, El Desastre ocupa una casa amplia en donde combina la experiencia de lectura con café y un pequeño espacio flexible que en el aquél día alojaba una exposición Los libros sí existen. Otro tipo de lectura, de Pablo Berthely Araiza. Pero en el que también han ocurrido, desde el balcón, lecturas en voz alta.
Su catálogo está integrado por editoriales como Ediciones Al Gravitar Rotando, El imperdible, Tinta Limón, Traficantes de sueños, Taller de Ediciones Económicas, Osífragos, Antílope, Anagrama, Argonáutica, Sexto Piso, Paraíso Perdido, Almadía, Elefanta, consonni, Nórdica, Minerva y Gris Tormenta, entre algunas otras más. Muchas de ellas, la mayoría, editoriales independientes que conocemos bien.
También hay en sus libreros diálogos abiertos con otras librerías de barrio: La Murciélaga que cura su catálogo una vez al mes y Rinoceronte. Junto La Murciélaga hay también una caja de donaciones de la Pirateca para seguir expropiando libros. Ojo a este detalle que nos dice mucho de la salud de la conversación de estas librerías con este proyecto.
La experiencia de lectura que ofrece El Desastre es sencilla: «para lectores y no lectores»; sin más pretensiones que las obvias: ver libros, comprar uno o dos o varios y sentarse a leer bajo las sombras de los helechos de su terraza que crean otra experiencia de lectura, una aún más sensible y romantizada con la proyección de sus sombras en las páginas. O bien, tomar un café y conversar o trabajar. Es un espacio tranquilo y silencioso en el que puedes pasar (con sana distancia) una tranquila mañana de domingo.