Creció junto a un padre músico y el canto vino después, la Bruja siempre estuvo con ella; así, emergió desde las feminidades tradicionales mexicanas, La Bruja de Texcoco
Ciudad de México (N22/Ana León).- El mito fundacional de La Bruja nos remite a la magia. Y esa magia es a la que recurre en cada presentación en la que lanza hechizos, se viste y se desviste, y suelta y recoge su larga cabellera. Esa misma magia también recorre su música bajo el nombre de la tradición.
La música y la identidad son inseparables en la vida de La Bruja. La música fue primero, su padre fue músico, y aunque ésta puede existir sin La Bruja, La Bruja no podría ser sin la música.
Dice ella que es «intérprete de la música de la tradición mexicana» y que como mexicana que es, es parte de su identidad y la ha trascendido hasta las transfeminidades que también existen dentro de la tradición.
Hay en su quehacer una revalorización, un volver a mirar hacia las tradiciones tanto en la música, como en los textiles, como en el trabajo de artesanos, pero más allá de una moda, de lo políticamente correcto, ¿qué peso tiene el mirar hacia este pasado para lograr hacer eco en el presente?
Para responder ésta y otras preguntas, charlamos con la intérprete y compositora en el marco del lanzamiento de la multiplataforma musical, Onda Mundial. Días después, la vimos también como parte del programa Listening Material, de la Feria de Arte Material. Y, dentro de poco, la podremos ver en el Vive Latino 2020.
¿Qué fue primero, La Bruja o la música?
La música, primero fue la música.
¿Cómo fue eso?
Desde que era un niño practicaba mucho. Estudié música desde muy corta edad. La música siempre ha estado conmigo a la par de mi escuela, de mis estudios, de mi vida. Mi padre era músico.
¿Y el canto?
Empecé a cantar ya que entré a la universidad, estuve en un coro. De ahí empezó mi gusto por cantar.
Y qué pesa más, ¿la música o el personaje?
Las dos cosas tienen lo suyo. La música porque te demanda mucho. Es una profesión muy noble, pero también es una profesión que te demanda mucho tiempo, mucha dedicación y sobre todo muchas ganas, mucho entusiasmo.
Pero también el personaje me pesa mucho. Y no es un personaje, en realidad. La Bruja es parte de mí. Y La Bruja me ha acompañado creo que desde siempre. Pero ahorita es cuando salió.
¿Y podría vivir la una sin la otra, La Bruja sin la música o la música que haces sin La Bruja?
Creo que en este momento, no. Ahorita sí, todo el tiempo, toda la música que yo hago es con La Bruja. Hay un complemento ahí con La Bruja y la música muy importante, porque sin La Bruja yo no podría hacer esta música y sin esta música La Bruja no podría hacer hechizo.
Si hubieras crecido en otro contexto en el que no hubieras estado influenciada por la música, ¿crees que te hubieras dedicado o que estarías haciendo esto ahorita?
Creo que si hubiera nacido en un lugar en donde los procesos de transición y el experimentar tu feminidad o experimentar lo que tú quieras sin miedo a la gente, a la opinión; sin miedo a ser juzgado, a ser juzgada, La Bruja hubiera estado desde el principio, pero creo que sería muy distinto. No sé qué sería de mí.
Creo mucho en los procesos y en los procesos de aprendizaje, en los procesos de vivencia, entonces, muchas de las cosas me han llevado a estar en el lugar en el que estoy ahorita. Si hubiera nacido en otro contexto… no sé, al final no sé.
¿Cómo defines el tipo de música que haces, porque bueno, si bien hay una actualización de la tradición, cómo lo pondrías en palabras?
Mira, yo soy intérprete de la música de la tradición mexicana. Como mexicana que soy, es mi identidad. Es un proceso también de identidad muy fuerte.
Lo que influencia mi música es la música de las distintas tradiciones de México y, sobre todo, las transfeminidades que existen en la tradición, porque existen y están muy vivas en la cultura. Como las muxes, de Juchitán de Zaragoza; las maringuias, del estado de Michoacán, las chuntaes, de Chiapa de Corzo. Hay muchas feminidades, hay muchos procesos de transición y me gusta tratar de interpretar la música que rodea a estas feminidades, pero con un toque muy personal, porque también gran parte de mi música es el resultado de cómo yo percibo al mundo y cómo me desenvuelvo en una sociedad y, sobre todo, la sociedad en la que estoy, que es la mexicana.
Lamentablemente México es un país muy violento hacia las feminidades, hacia las formas de pensar distinto. El yo mostrarme así, el mostrarme como me siento cómoda y cómo me siento fluir en la sociedad, me hace que tenga más fuerza de mi parte.
Hay una revalorización, digamos, un volver a mirar hacia las tradiciones tanto en la música como en los textiles o en el trabajo cotidiano, ¿te preocupa que el que se mire tu trabajo sea más por una moda que por el valor que realmente tiene?
Siempre trato de utilizar el huipil mexicano y los textiles, la indumentaria de las feminidades tradicionales mexicanas, lo hago con un gran respeto porque es algo que tiene una historia muy valiosa e importante. Y eso va de la mano con la música que interpreto, que es música que antes de que yo naciera se tocaba. La música ha acompañado a la tradición. Más allá de una moda, creo que es más un proceso de identidad y un proceso de transición, mi propio proceso de transición hacia mi feminidad.
Ahorita, en este proceso me siento muy cómoda, y me siento plena por este sentir, por este transicionar. No es una moda, es un proceso de identidad, totalmente.
Ya llevas tiempo trabajando en la música y en este momento sacas ya tu primer disco, ¿cómo fue el proceso de selección de los temas?
Lo saqué en abril del año pasado. La Bruja de Texcoco es un proyecto independiente que no tiene el apoyo, pero sí hay mucha gente detrás. Todo lo hacemos con muchas ganas y corazón, y sin siquiera tener dinero.
Las composiciones y la música es mía. La mayoría es música original y también son músicas que representan a ciertas regiones de la tradición mexicana. Hay un son jarocho que toco, el Balajú; hay un son istmeño de un compositor amigo mío. Hay mucho trabajo.
Apenas el año pasado puedo decir que me estoy dedicando cien por ciento a mí música, a mi proyecto, porque todavía hasta el año pasado me dedicaba a dar clases. Era maestro de música a nivel primaria y secundaria. También daba clases de regularización, entonces. Uno tiene que buscarle por dónde. Gran parte de lo que ahorita estoy mostrando a la gente lo pagué con otros proyectos y ahorita puedo decir que estoy cosechando un poco de lo que sembré.
Al final, por ser un proyecto independiente, sí te genera un poco esa incertidumbre de “híjole, cómo voy a hacerle para…”, pero siempre hay gente que me apoya.
Ya estoy preparando mi siguiente disco, ya tengo cuatro músicas originales para poder grabar. Voy a estar en el Vive Latino 2020. Entonces es el momento de sacar todo lo que hay .
Lo que hago tiene mucho que ver con musicalidad, totalmente, pero me apoyo también del performance y de la feminidad. Todo el espacio sonoro que genero me gusta intervenirlo con máscaras, con huipiles, con lentejuelas. Llevar todo este proceso de transición al escenario y compartirlo con las personas.
Me gustaría mucho que las personas se atrevan a ser lo que quieran y no limitarse a una opinión. Sobre todo lo digo desde mi perspectiva: una persona que se traviste, una persona que está transicionando.
Estuve escuchando tu disco [De brujas, peteneras y chachalacas] y me parece que hay unos temas bastante nostálgicos, muy sensibles, pero cómo describirías la atmósfera de todo el disco en conjunto
Una muy delicada, muy cuidada y, sobre todo, gran parte de la música habla justo de mi experiencia en la música mexicana y mi propia experiencia de cómo llega La Bruja a mi vida, cómo tomo este camino; también habla mucho de cómo me empiezo a involucrar en la música mexicana y mis vivencias por los viajes de México, porque la música mexicana tradicional no se aprende en una escuela, la música se aprende yendo a las comunidades, yendo a las fiestas, conociendo a los músicos tradicionales, interpretando su música.
Imagen de Inés Henriques