Flavia Álvarez, es dibujante y narradora. Tiene el súper poder de contar una historia en una sola imagen; suelta un par de ideas y la broma y el sarcasmo los completa el otro, el que mira
Ciudad de México (N22/Ana León).- En el marco de lo que fue la edición siete del Gran Salón México, nos encontramos con Flavita Banana, una ilustradora nacida en Barcelona que desmenuza con inteligencia y humor los sinsabores del entorno, desde las relaciones de pareja, la convivencia con uno mismo, algunas cuestiones de género, hasta temas políticos.
A Flavita no le gusta que le digan Flavita, ella es Flavia, pero el nombre salió de una amiga que jugaba con las palabras de una canción, “Juanita Banana”, y que derivó de Flavia a Flavita y de Flavita a Flavita Banana. Lo tropical del sobrenombre no lo relaciona para nada con la sobriedad y sencillez de sus trazos, tinta negra en papel blanco. Pero «ya es tarde» dice, para cambiarlo.
En una pequeña habitación sucedió esta conversación.
Me gustaría iniciar esta conversación preguntándote sobre el inicio, el dibujo, ¿cómo decides que el dibujo sea tu forma de vida y qué significa para ti?
Dibujaba de chiquita como todo el mundo. Cuando tocó especializarme en mis estudios de secundaria, aún ahí no lo contemplaba como una profesión, de hecho estudié el bachillerato con especialidad en ciencias. Al terminar, cuando tenía que irme a la universidad y elegir una carrera me di la oportunidad: empecé los estudios de arte y diseño por cuatro años y supongo que ahí podría decirse que es el inicio donde se formaliza todo lo artístico, toqué todos los campos y luego hice una especialidad en ilustración. Y hacía de todo, te enseñan todas las técnicas y todos los registros. Fue cuando terminé los estudios que me di cuenta que Barcelona está lleno de artistas y hacer lo que hacen los demás… ya hay alguien que lo hace mejor. Creo que cuando abandoné la esperanza de ser buena en algo, es cuando me puse a dibujar como dibujo ahora. Y lo simplifiqué mucho. Lo hacía para mis amigos y de una manera medio dejada, porque me daba mucha risa esa manera de dibujar. Y me interné y aquí estoy.
¿Y qué significa el dibujo para ti?
Es que no lo sé. No sé si alguien que dibuja ha podido responder eso. Como la gente que suele salir a correr, pues es su normalidad y lo necesitan. También me gusta escribir y también me gusta hablar, pero lo mágico del dibujo es que puedes representar cualquier cosa, cualquiera, es que no importa, no hay límites. Es inmediato y lo puedes hacer cuando quieras. En mi caso, es algo que me hace reír bastante, si de repente dibujo un personaje que queda muy ridículo, me da risa, realmente. No es una normalidad.
Una cosa que me encanta es ver cómo dibuja alguien que nunca dibuja. Le digo a mi madre “dibuja un mono sentado en una silla”. Lo primero cuando le dices esto a alguien que no ha dibujado, es que se ríe. Y de repente saben dibujar un mono y saben dibujar una silla, porque han visto monos y han visto sillas. Lo puedes perfeccionar estudiando, pero dibujar, todo el mundo sabe, es mirar y traducir con la mano; que esté mejor o peor, es realmente juicio de quien quiera.
Yo invito a todo el mundo a dibujar alguna vez.
¿Dentro de tu trabajo ocupas justo esos adjetivos: si está bien o está mal, es feo o bonito?
Trato de tirar por los suelos estos conceptos, porque realmente todo lo que sean binomios, que haya dos y no haya intermedios, ni grises, no me gusta. En lugar de decir “no hay bonito ni feo”, tratar de hacer viñetas donde de fondo se llegue a explicar todo eso, y que de fondo le vaya calando un poquito a la gente. Es que vives más tranquilo si te dejas de dualidades.
Te profesionalizas, llegas a un trazo que te identifica, pero ¿cómo llegas a las viñetas?
Yo creo que es un reto hacer humor o explicar algo en una sola escena, porque al final una viñeta es eso, una sola escena donde el público pueda entender qué ha ocurrido antes y qué va a ocurrir después con la poco información que puede haber. Parece que suponga más trabajo hacer tres hojas de viñeta, cómic, explicando algo, pero realmente es mucho más difícil ponerlo en una sola.
Al principio hacía tiras, de vez en cuando, pero me obligué a reducirlo a una por inmediatez, también porque logras que la gente lo consuma. Sí, fue un reto, por ponerme un límite y decir, “venga, va a ser una imagen y con el mínimo de información visual”, que puedas poner un solo banco y la cabeza diga, “vale, es un parque”, y no hagan falta árboles, no haga falta nada más.
Me llama la atención que utilizas la palabra inmediatez, pero no creo que exista esa misma inmediatez en el proceso que te lleva a vaciar toda esa información en un espacio tan chiquito. ¿Cómo condensar una historia en un cuadrito?
Esa es la profesión, es la parte que aunque luego se vea una sola imagen, quienes tienen algo de empatía pueden decir, “joder, gracias por haberme mascado todo y darme el resultado”.
Prácticamente a lo largo de los días lo que más hago es pensar y darle vueltas a la idea que se me ha pasado por la cabeza e ir reduciéndola hasta lograr que en un solo vistazo, y en una sola frase, explique todo aquello que estoy queriendo decir porque está ocurriendo.
Hay muchos temas en tus viñetas y una parte muy fuerte de ellas es el humor. Un humor bien sarcástico. El dibujo es un lenguaje universal, pero el humor, aunque podría entenderse que también, responde a un contexto. ¿Crees que el humor puede tener una barrera?
Geográfica, no. Creo que eso se entiende en todas partes. El humor en sí es un lenguaje universal igual que el dibujo, todo el mundo se ríe, todo el mundo es capaz de reírse y hacer bromas. En realidad hacer un chiste o una broma es mentir, es fingir una realidad que resulta cómica. No sé realmente qué ocurre para que algo pueda ser gracioso, no lo sé ni yo, pero sabes cuando lo es, lo ves y te ríes, eso creo que es universal. Luego el tema que se esté tocando a través del humor, eso sí que tiene más fronteras, porque puede que haya temas que en otros lugares no se entiendan.
En una de las viñetas que subiste a Instagram pusiste en el copy que a veces el humor no hace reír, y en realidad sí, a veces el humor no hace reír o tiene que gustar.
Claro. No hay una enciclopedia o una cátedra del humor, espero que nunca la haya, es muy serio todo eso. Yo trato de hacer una distinción entre humor y comicidad, qué es humorístico y qué es cómico. La comicidad para mí es cuando hay una reflexión ya hecha, ya mascada, graciosa, entonces tú lo consumes y no tienes que darle más vueltas. Te ríes y punto. Hablo de videos caseros donde se cae un bebé o casas, así que te da la risa y no hay nada qué pensar.
Y luego el humor, tampoco lo sé definir, es un lenguaje, una manera de pensar las cosas y que obliga al público a terminar el chiste. Yo es lo que intento, por lo menos: analizando la frase que voy a poner en la viñeta, intento quitarle más y más palabras para no decirte por qué eso es gracioso, sino que lo entiendas tú.
También ocurre que al poner una viñeta hay gente que comenta y dice “no entiendo, no entiendo”. Al hacer humor das por hecho que el público va a poder completar esa segunda parte con la información que tiene. Si es un tema de actualidad, por ejemplo, ha podido ocurrir que de repente gente de México, si es algo de la actualidad española, comente “no entiendo” porque falta una parte de información que quizá no se tiene.
El humor es eso, es un diálogo con el espectador o espectadora. Se tiene que completar algo.
Hay mucho autobiográfico en tus viñetas, entiendo que es una etapa, y justo lo que comentabas de tus primeros libros, que no te sientes representada ya, pero que funciona bien. ¿En qué momento decides volverte el personaje en alguna de tus viñetas?
Obviamente la inspiración es lo que te queda cerca. No es tanto que sea un cuaderno de bitácora de lo que me va ocurriendo, porque de repente a lo mejor hablo de algo de relaciones de pareja y en este momento no tengo, pero me he fijado en relaciones y me he acordado de situaciones en las que yo he estado. Entonces hago el análisis y de ahí sale una viñeta.
Realmente el personaje dibujado, o los personajes, porque no es siempre el mismo, —pasa que dibujo de una manera tan sencilla que parece que sea siempre el mismo—, no soy yo, a veces sí, y lo pongo en el pie de foto “ésa sí soy yo”, pero me di cuenta de que no somos especiales, derrepente hablo de un rasgo concreto que siento que tengo, por ejemplo, ese pánico a las relaciones y de repente te encuentras con que quince mil personas están igual. Eso es lo bonito de quitarse importancia y decir “voy a dibujarlo porque eso me está taladrando la cabeza”, lo dibujo, lo pongo y de repente “ah, no estoy sola”. Es bastante terapéutico todo eso. En el caso de pensamientos más profundos, cuando finalmente los hago en viñeta, me quedo bastante bien al ver que no estoy sola.
Y luego llegas a la política, ¿cómo fue eso?
Bueno, te das cuenta de que lo nanoscópico es lo mismo que lo microscópico y lo que ocurre con las relaciones humanas a nivel doméstico es lo mismo que ocurre en las relaciones humanas a nivel político o social o planetario, casi. Supongo que es una evolución natural, lo llaman “madurar”, a mí me suena fatal esa palabra, no quiero, pero bueno, supongo que pasa, que de repente se te han limitado los temas domésticos porque lo has hecho casi todo, pero siempre van volviendo. Lo político tiene un punto cómico.
Decías en una entrevista que publicas cosas en Instagram que nunca publicarías en las viñetas que sacas en El País. ¿Te autocensuras?
Sí y lo opuesto. Ha habido viñetas en El País que no he puesto en Instagram porque no tenía el día para los ataques. Y a la hora de dibujar una viñeta desde cero, también me censuro. Pero bueno, también me gusta porque es un buen ejercicio de decir, “¿de qué manera puedo hacer una viñeta tocando un tema bien complicado y que nadie se me enfade?”
Reconozco que no pongo todo, porque soy humana y hay días que no aguantas. Y también me doy cuenta que hay opiniones que tengo que son erróneas. Ha pasado que al poner una viñeta, de repente muchos comentarios indicarme algo y digo, “es verdad, me he equivocado” o “no había tenido en cuenta ese punto de vista”. Pero bueno, se va aprendiendo.
¿Y ahí reaccionas con otro dibujo o con algún comentario?
Si veo que realmente patiné, ha habido viñetas que he quitado. Me gusta más eso que si todo siempre fuera bien, ¡qué aburrimiento!
¿Y te han censurado alguna de tus publicaciones?
Sí. Ahora está empezando Instagram a censurar bastante. No sé bien qué pasó, se suicidó una chica y algo debía tener relación con el tipo de cuentas que seguía y ahora Instagram ha instaurado una política de cero tolerancia al suicidio. Partiendo de eso, cualquier cosa que tenga que ver con suicidio, ¡fuera! Y yo dibujo muchos colgados y sale mucha gente suicida en mis dibujos; obviamente es una figura retórica, no estoy diciendo que nadie se tenga que suicidar, estoy hablando sobre el suicidio como ese límite de decir: “no puedo más con esto”, es un símbolo, no es una incitación. Ahí están empezando a caer un montón de imágenes mías. Me sabe fatal por lo que decíamos, no es mofa, no es comicidad, es humor, es una reflexión y además, el suicida es algo que existe, entre más se hable, más se puede prevenir. Pero bueno, eso Instagram no lo entiende.
Y luego en prensa, no, también me controlo yo. No pongo cualquier cosa. Me adapto. No me obligo, no voy a hablar de algo de lo que no me apetezca, pero con lo que sí concuerdo con el diario, pues he ahí el campo de juego.
Los procesos creativos son varios, no creo que siempre sigas el mismo, pero ¿qué los detona?
Puede haber dos situaciones: una, un deadline, que tenga que entregar una viñeta. Ahí tengo que activar los pasos que no existen, que nunca he encontrado, no tengo la fórmula de “empiezo por aquí y me sale una viñeta en media hora”. Pero bueno, en esos casos es tirar un poco de actualidad, mirar el diario y que algo se active. Y luego la otra es que “te iluminas”, que estés hablando con gente o que veas una frase en un libro, en una película, en una canción y algo te encienda la bombilla y ahí es donde empieza el proceso de simplificar y ver por qué aquella discusión que has tenido o aquel verso que leíste en una poesía te ha activado algo en la cabeza. Y doy por hecho que a la demás gente también le activará.
Para ti, en tu gusto personal cien por cien ¿qué cualidades debe tener una viñeta?
Que sea concisa, que no haya, a nivel de texto, sobreinformación, que esté depurada para que el público también pueda completar. Luego a nivel pictórico, hay de todo. Por ejemplo, Quino es una maravilla y es lo opuesto a lo que hago yo, es muy cargado y no sobra; está este barroquismo en sus dibujos.
A nivel dibujo me parece que todo vale. Por ejemplo, los memes son fotos y son viñetas a la vez. Para mí han sido el 2.0 del humor, todo mundo consume memes y todo mundo está familiarizado con ese tipo de humor, que es el mismo que el de la viñeta.
El humor no se enseña, pero ¿cuáles son las pistas o las claves que lanzas cuando das un taller?
Claro, el humor no se enseña, pero creo que está dentro de todo el mundo. Lo que hago en el taller es una serie de ejercicios muy cortos, como una especie de olimpiada, no son acumulativos, no hay un final concreto, —no enseño a dibujar, que cada uno haga lo que quiera—; trato de recrear procesos por los que yo paso: dar dos conceptos, palabras, aleatorias, un animal y un objeto, por ejemplo, y que con esos dos, creen una situación humorística. Hay muchos recursos. Siempre lo que nos puede salvar, por ejemplo, es el absurdo, siempre es gracioso y hay posibilidades infinitas. Son ejercicios cortos, pero son bastante difíciles. Es como intentar recrear asociaciones mentales que nos hagan reír.
De alguna manera el dibujo te expone, aparece esa sensación de imposibilidad de imaginar cosas y eso te expone.
Claro. Es un abismo tremendo. Puedes dibujar todo lo que quieras. Evidentemente te puede salir mejor o peor, todo es posible en el dibujo y creo que por eso a la gente le da miedo dibujar, porque puede ser todo.
También ocurre mucho que alguien que no suele dibujar y se pone a dibujar y le empieza a salir bien se aferra a su dibujo y yo lo que recomiendo en el taller es: el papel que dibujamos, lo arrugamos, lo tiramos y volvemos a empezar. Desprenderse, porque en ese abismo te agarras, a medida que va saliendo bien te aferras a ello. No, ¡permítete equivocarte! y que salga mal y volver y volver a dibujar.
¿Qué papel tienen las redes sociales en tu trabajo?
Lo veo como un escaparate, para mí es un medio, no es un fin. Mi trabajo es el del papel: los diarios, los libros, la aplicación de estas imágenes en objetos. Las redes es como un portfolio, yo te enseño lo que sé hacer y cómo reacciona la gente. Muchas veces cuando se me pide colaborar con algo o se me ofrece un proyecto en donde lo que voy a tener que hacer yo es mostrar tu marca en mi perfil, no me interesa, por muchos ceros que tenga lo que me ofreces, porque esa no es mi plataforma de trabajo. Por desgracia, cuando ya hay mucha gente que te sigue, a la mayoría de marcas les da igual cómo dibujes, lo que quieren es tus seguidores y yo no voy a entrar al trapo, prefiero mantenerme como dibujante y no como dueña de toda esa gente que me sigue, porque al final es eso: hacer publicidad de ciertas marcas es vender a tus seguidores. Están ahí porque quieren y han venido a reírse no a que les enchufe mayonesa [ríe].
Sobre el mural que hiciste en el Centro Cultural de España, ¿ya traías algo preparado?
No, porque no sabía cómo era la pared. Me habían mandado fotos pero era medio difícil. Depende de todo cuando vas a hacer un mural, ¿este espacio para qué sirve?, ¿es un sitio de paso?, ¿está dentro de una biblioteca?, ¿vamos a hablar de libros?, ¿a quién pertenece esa pared?, ¿cómo es?, ¿cómo se comporta esa gente?, ¿voy a poder dibujar tetas o no? No pensé en nada. Una vez ahí platiqué y me dijeron que estaría bien si tratara el tema del género y dije “perfecto”, porque siempre es necesario y me parece que puede ser bonito y que ayude a reflexionar a la vez. Finalmente fue así: un conjunto de mujeres corriendo y ayudándose a avanzar. Una reflexión de que juntas podemos avanzar mejor.
Qué bueno que tocas el tema, porque tus viñetas abordan el tema del género, del feminismo.
Sí, bueno, hay quien me dice eso, que quizás me estoy limitando a la hora de dirigirme tanto a las mujeres, pero es que las mujeres son más de la mitad del planeta, literalmente, entonces, creo que opté por el gran público. El gran público no son los hombres, son las mujeres, y sobre todo porque se les ha dado poca voz de gran público.
Un tema que toco mucho en las viñetas es las mujeres lectoras, casi no se había representado esto y somos muchísimas y, además, muy orgullosas de esa faceta.
Es representar a las mujeres, pero no en “cosas de mujeres”, en la totalidad. O sea, que si hablamos de política, quien está asistiendo a un debate en la viñeta es una mujer, como personaje neutro. Conseguir, a base de tesón, que se identifique a un personaje femenino como neutro.
Finalmente, Flavita Banana salió por una amiga y has dicho que en realidad no te gusta…
[ríe] Bueno, es que veo los dibujos que son muy sobrios, blanco, negro, y luego un nombre tan tropical, que no tiene nada que ver. ¡Ni siquiera me gustan los plátanos! Es un juego de palabras en referencia a “Juanita Banana”, la canción, no es nada que me represente, pero ya es tarde, ya no puedo cambiarlo [vuelve a reír].