El fotógrafo español habla sobre el nuevo valor que le damos a las imágenes en un mundo donde abundan las selfies
Ciudad de México (N22/Alberto Aranda).- Los valores que le damos a la imagen fotográfica han cambiado. Se ha vuelto parte fundamental de la realidad. Ésta es sólo una de las reflexiones que presenta Joan Fontcuberta en su libro La furia de las imágenes.
«La fotografía tal como la conocemos hace poco estaba fundamentada sobre el andamiaje de unos valores que habían nacido con la revolución industrial, con la cultura tecno-cientifica del siglo XIX, la verdad, la memoria, el archivo etc. Tomábamos fotografías para nuestro álbum familiar, para recordar aquellos momentos felices, aquellas vacaciones etc. Ahora sin renunciar a este tipo en objetivos, la fotografía sirve para muchas cosas. Ya no es sólo una escritura con luz sino es un lenguaje universal», dice Fontcuberta.
La fotografía nos conecta con los demás, sirve para hablar ya que usamos imágenes para expresar algo. Esto ha saturado el ambiente al grado de que se destina más tiempo para hacer una fotografía que para mirarlas. Además, no es necesario ejercer una censura sobre algo, sólo hay que saturar el ambiente con imágenes banales.
«El acontecimiento ya es un acontecimiento-imagen. No hay acontecimiento sin la imagen, no hay acontecimientos sin la transmisión y sin la recepción de esas imágenes. […] Esto es la constatación de algo que ya en los años treinta había pronosticado Walter Benjamín, él decía que la cámara, la presencia de la cámara, hace historiable un acontecimiento. Sin fotografía no hay historia, sin fotografía no hay conocimiento de lo que está sucediendo y por lo tanto esa ignorancia implica prácticamente su inexistencia en la práctica.»
La cámara se ha convertido en un apéndice del cuerpo, convirtiéndonos en una especie de ciudadanos fotógrafos, ciudadanos periodistas que registran tod. Favoreciendo sobre todo los autorretratos o selfies. Esta práctica regula las emocione, nos permite celebrar algo, ubicarnos en la historia y demostrar un estado emocional.
«Antes nosotros fotografíabamos la realidad, por ejemplo, yo voy a las pirámides aztecas y yo fotografiaba como turista estas pirámides. Las estuve visitando hace dos semanas y todo mundo se hacía selfie. No fotografiaba las pirámides, sino que se fotografiaba a sí mismo con las pirámides de fondo. Que significa eso. Las pirámides ya no son el protagonista sino un telón de un territorio, de un aquí, de una a geografía, de un momento histórico en el que yo me situó. Viene a ser la preponderancia del propio sujeto, de la propia marca biográfica en un momento de la historia y en un lugar de la geografía.»
La visita de Joan Fontcuberta a México se debe a su interés por visitar los archivos del país, para buscar material para su nuevo libro, el cual lo ha convertido en una especie de casa fantasma. Este volumen no sólo reflexionará sobre el valor que le damos a la imagen, además mostrará cómo el tiempo diluye la información contenida en una imagen.
«El tema se refiere a la idea de imágenes enfermas. Imágenes que como fruto de su propio metabolismo llegan a un momento de su vida que agonizan y desaparecen. Es un trabajo de largo recorrido que llevo realizando en el cual yo visitó archivos históricos fotográficos, es decir recopilatorios de imágenes que documental hechos como batallas, los retratos, de actos públicos, etc Qué sucede cuando estas imágenes por diferentes razones, circunstancias hostiles a su conservación se estropean y la imagen comienza a desaparecer. Qué le pasa a la imagen cuando pierde su vínculo con la realidad a la que hace referencia. Se convierte en un fantasma.»