Más que un libro, su autora busca que Persona sea una especie de dispositivo, que toca muy de cerca la poesía, que provoque dudas, reflexiones y conversaciones en torno al concepto que le da nombre
Ciudad de México (N22/Perla Velázquez).- Yolanda Segura escribió: «hay que buscar a la persona dentro de la persona», pero ¿qué es una persona? ¿cómo está constituida? ¿quién ha resignificado el término?
Yolanda es de baja estatura, pero si las preguntas que le han surgido constituyeran su cuerpo sería más grande que el planeta Tierra. Cada que habla procura tener un lenguaje inclusivo, no dice todos o todas, remarca la palabra “todes”. Estamos sentadas en Casa Almadía, editorial que acaba de publicar su libro Persona, el cual surgió en un momento en el que empezó a ver que había muchas manifestaciones de gente reclamando derechos, feministas, migrantes o marchas de grupos oprimidos en general. Eso la llevó a preguntarse «que si todes somos personas no tenemos garantizados los derechos», aseguró.
Platicamos con la escritora sobre el libro y lo que ella considera que es una persona.
¿Cómo fueron tus primeros esbozos para describir a una persona?
Lo que hice fue buscar lo que tuviera en el librero, que hablara de la idea de persona y con eso fui haciendo un rastreo con el que me di cuenta que es un concepto que es por origen excluyente y que más bien es a lo largo del tiempo y a partir de un montón de luchas y de vidas que se ha ido haciendo elástico y permeable y ha ido incluyendo a ciertos grupos. Entonces, a partir de pensar en lo excluyente que era la categoría en sí misma y que al mismo tiempo es un concepto con el que vivimos constantemente y que está super normalizado y que usamos sin ningún miramiento.
Aunque pasa lo mismo con la mayoría de las palabras que usamos, no nos detenemos a pensar en su significado, ¿cuál fue la urgencia para desmenuzar esta palabra?
¡Claro! Si hiciéramos este mismo procedimiento con un montón de palabras encontraríamos asuntos muy parecidos, porque la lengua en tanto se construye sistemáticamente puede ser al mismo tiempo un asunto de poder que se nota, por ejemplo, en el lenguaje inclusivo. Cuando hay gente que se incomoda cuando uno dice “todes” eso significa que ahí hay una fisura de una micro rebelión contra un poder. Entonces, pienso que el lenguaje puede ser eso: un asunto de poder, de resistencia ante ese poder y en ese sentido el lenguaje poético en específico me parece una posibilidad de articular la resistencia. Además el lenguaje poético deja de funcionar con las reglas del lenguaje cotidiano y obedece a otras estructuras.
Esa es una de mis dudas que surgieron cuando leí el libro, porque a lo largo de él, reflexionas de diversas maneras en torno a definir qué es una persona. ¿Por qué preferiste la poesía y no el ensayo?
Lo que me parecía con el ensayo es que era una estructura ya bastante normalizada, en el sentido en que sabemos cuál es la estructura de éste y a mí me parecía que la estructura A+B= C es lo que da el ensayo y yo creí que no me alcanzaría, porque me interesaba quedarme en el límite entre lo lingüístico y lo pre-lingüístico. El ensayo desde mi perspectiva parte de sentidos referenciales, director y en cambio con la poesía me interesó generar una especie de vacío conceptual de un asunto que no termina de explicarse.
A mí me parece que justo el lenguaje no es necesariamente una herramienta para definir a todas las personas. En ese sentido quería problematizar la idea del lenguaje mismo, de cómo generamos conocimiento a partir de las palabras.
Utilizaste el existencialismo para describir una persona, pero también lo haces desde lo que significa una persona para Hacienda, ¿para ti cómo se constituye?
Para mí justo uno de los grandes problemas tiene que ver con la delimitación. Me parece, por ejemplo, un poco más sencillo pensar en el asunto del cuerpo, la persona como una corporalidad viva, y a eso ir añadiéndole. Hay una idea de [Judith] Butler que está ahí en el libro, pero no está tan desarrollada, que es la idea de la vulnerabilidad corporal común. Para ella, la idea de persona se define a partir de que somos seres vulnerables y esa vulnerabilidad la compartimos todas, todos y todes, esa es una de las marcas que a mí me haría pensar en el concepto persona.
Sin embargo, en un contexto en donde lo post-humano está ahí como algo que tenemos que pensar, pero que todavía no alcanzamos a articular en muchos espacios se vuelve problemático.
También el libro tiene que ver con poesía visual. De pronto pensé en los haikus, en el sentido de que son reflexiones cortas con mucha carga para el lector.
Es un libro pensado a partir del error y del atolladero conceptual, porque llega a un punto muerto y hay que buscar por otro lado y también llegamos a otro punto muerto, pero no importa porque lo que da al final es la idea de que hay certezas provisionales y que hay herramientas para pensar en determinado momento, desde determinado ángulo que servirán para una cosa y sobre todo contextos en los que esas mismas herramientas no son funcionales.
Esa idea de que no tenemos porque tener certezas absolutas, saber lo que es una persona está muy cerca del totalitarismo. Si ya lo tenemos todos tan claro quiero pensar en la idea de certezas provisionales que nos sirvan ahora y que capaz mañana no. El libro mismo está un poco articulado a partir de eso. Hay cosas que aparecen allí, que me parecían super vigentes y super relevantes en el momento de escritura y que a la mejor en este momento sustituiría por otras o agregaría más, pero no importa, porque creo que es un libro hecho por, desde y para el presente, me parece que no hay ideas trascendentes ahí. No hay ideas en el sentido de que van a permanecer en el tiempo, me parece que no tiene que ser así.
Sin embargo, si tomamos el presente como el mañana, el futuro, el libro también será una reflexión para saber cómo hemos avanzado como humanos y como personas.
Hace rato cuando me decías que el libro te generó preguntas me sentí halagada, porque de eso se trata para mí. Lo que yo quería lograr era habilitar conversaciones acerca de cosas sobre las que no siempre estamos hablando. En ese sentido, es un libro para el presente, porque me interesa la posibilidad de discutirlo y de aumentarlo, de irlo haciendo como un dispositivo que se mueve antes que como algo fijo y estable.
Haces un bucle en el libro, es decir, abres con lo que terminas: buscar a la persona dentro de la persona; hay una persona dentro de ti, pero al final también dices que hay que buscar a la persona afuera.
Sí, exacto. Es como esta oposición que si la pensamos bien no está la oposición entre el adentro y el afuera que tiene que ver con una noción que a lo largo de la investigación encontré que era: la persona se define en oposición a otras personas y aunque esa es una imagen relevante por el otro lado me parece que en ciertos sentidos puede limitar la posibilidad de contacto con otras y con otros en tanto se establece esa división, que es una división artificial entre yo y la otra o el otro. Esa idea de otredad que alguien que no es yo es más difícil de articular en conjunto, en comunidad.
Nos estamos olvidando en reflexionar en qué es una persona y a quién se le está aplicando el término. El lenguaje es un papel fundamental para diferenciarnos. En ese sentido, ¿qué encontraste tú en el lenguaje para definir lo que es persona y cómo también nos estamos consolidando como una sociedad pensante, porque a eso te lleva el lenguaje?
Encontré problemas más que soluciones, encontré problemas discursivos, problemas al nivel de cómo nos estamos articulando con el lenguaje, pero encontré también la posibilidad de efectivizar algo que en teoría es un discurso racional. Dejar de separar el asunto intelectual del asunto emocional.
Para mí escribir este libro, aunque el resultado sea una especie de procedimiento que parece más de pensamiento, en realidad tuvo mucho que ver con una movilización de afectos, de intensidades del cuerpo. Entonces, en ese sentido fue como otra de mis grandes ganancias al nivel de terminar de escribir este libro, de confirmar que no hay esa separación que nos hicieron creer entre el afecto y la razón, también porque esa oposición es una oposición binaria que tiene que ver con la estructuración del mundo entre femenino y masculino.
El mundo femenino es el mundo del afecto y el masculino es el mundo de la razón. ¿Qué pasa si generamos un texto poético que se supone es un texto más bien de índole afectiva, que tiene un montón de estructuras y de recursos propios de la racionalidad? Para mí se genera una especie de híbrido ahí en el que por ejemplo, algo que sucede también es que la voz no es identificable con un género o las voces y si me parece que el resultado fue ese.
Imagen: © Perla Velázquez