El escritor portugués nacido en Angola, Gonçalo M. Tavares escribe con precisión, desmenuza la vileza y la conciencia de los hombres, pero también imagina mundos paralelos al real. Aquí una charla con el autor en la FIL Gudalajara
Guadalajara (N22/Perla Velázquez/Ana León).- Pilar del Río dijo de Gonçalo M. Tavares, “es de esos escritores que te encuentras en las bibliotecas” y parece que con esas palabras lo describió bien. El escritor está terminando una plática con sus lectores en el stand de Almadía dentro de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Gonçalo M. Tavares no tiene Facebook, ni Twitter y muy rara ocasión revisa su correo. Al respecto dice que sí le gusta la tecnología, “pero que se reflexiona poco sobre ella”. Mira su reloj impaciente, pues aún falta la fotografía general para dar cuenta de la plática, quiere seguir firmando libros y antes de la presentación que tendrá para hablar con Ondjaki sobre la literatura portuguesa después de Saramago, tiene dos entrevistas. Una de ellas es la que concedió a N22 Digital.
En algunos de sus libros desmenuza la conciencia de los hombres. El mal lo ha explorado en diferentes personajes. ¿Cómo ha sido ese trabajo?
Intento escribir en cuanto a investigaciones sobre los seres humanos. Mi trabajo es mucho eso. Escribo porque quiero saber algo en lo que no se ahonda y de alguna manera quiero entender cómo funciona el mal en el hombre, pero también el bien. Para mí, son como enigmas: la maldad pura, etcétera. Entonces, en muchos libros como Jerusalem, aprendí a usar la técnica.
El mal está presente, porque cuando el humano está presente el mal está presente, porque en el límite tenemos un instinto de supervivencia ese instinto de supervivencia al límite dice: “yo prefiero que el otro muera a que yo”. Ese es el inicio de la maldad, el instinto de supervivencia y la maldad son lo mismo. Entonces si eliminamos la maldad eliminamos el instinto de sobrevivencia o sea el hombre no sobreviviría. Nosotros como humanos sobrevivimos al contrario de los dinosaurios, sobrevivimos porque somos malvados.
Este pensamiento lógico del que habla y del que escribe, ¿tiene que ver con la formación que ha tenido, sus padres se han dedicado a la ciencia y usted estudió matemáticas?
Yo no soy matemático como tal. He estudiado matemáticas poco, después paré y estudié filosofía. Por un lado, me gusta la exactitud de la matemática me gusta la ambigüedad, por eso la literatura me interesa mucho, porque de alguna manera podemos ser exactos y ambiguos al mismo tiempo. Una misma frase para un lector puede ser precisa, pero para otro ambigua. Hay posibilidades de interpretar de maneras muy distintas y a mí me agrada eso. De alguna manera abandoné la matemática porque la idea de que solo hay una interpretación posible me fastidia.
En su escritura se percibe, en algunas ocasiones, un lenguaje sencillo, pero también hay frases en las que hace que el lector se detenga y reflexione. ¿siempre ha buscado el reflexionar cuando se lee?
Para mí, la idea de la literatura y la escritura es una idea que es clara, la literatura no es un pasatiempo, no es para distraer. Para mí es un arte y tiene que ver con intentar reflexionar, percibir mejor al ser humano, su comportamiento. No escribo intencionalmente frases para que las personas piensen más. Yo estoy pensando cuando estoy escribiendo y de alguna manera el pensamiento genera pensamiento; no me gusta la idea de explicación, de un libro que explica. El libro hace un diagnóstico muestra un problema, el lector tiene que intentar por sí mismo encontrar una solución posible individual para el problema.
Además de novelas, también ha escrito cuentos, obras de teatro, ¿en qué momento decide en qué género contar la historia?
Para mí es claro que lo importante no son los géneros literarios. La idea es que lo material de la escritura es el alfabeto, yo intento escribir textos. Después de escribirlos intento pensar lo que es esto, si es más para ensayo, o lo que sea. Muchas veces son textos híbridos, muchas veces yo doy nombres a los géneros literarios porque son otros géneros, no los clásicos.
En su nueva novela, Una niña está perdida en el siglo XX, el personaje principal, Marius, no se sabe si es bueno o malo, ¿por qué construirlo de esta manera?
Marius con la niña es muy bondadoso, muy dadivoso, se percibe que tiene una historia, un pasado que podrá no ser muy bonito. Eso me interesa mucho: descubrir qué es un hombre malo y un hombre bueno. Por ejemplo, un hombre malo ha hecho una maldad durante la vida. Entonces, ¿un hombre malvado tiene que hacer una maldad grande, porque pequeñas maldades no son suficientes? Por ejemplo, imaginemos a un hombre que ha sido bondadoso toda su vida, en el ultimo día hace una maldad grave, entonces es un hombre malvado porque ha practicado la maldad un día. Eso de alguna manera me parece muy importante. Marius es una persona muy ambigua en la cuestión de la maldad, como todos nosotros.
Esta novela habla de un tema que ha sido recurrente en la literatura mexicana: la búsqueda del padre, como Juan Rulfo en Pedro Páramo. ¿De qué manera el contexto mexicano lo ha influenciado en su escritura?
Este libro es muy distinto, es muy surrealista. Yo intento leer literatura del mundo en general, me gusta la literatura así como el arte mexicano, Orozco, por ejemplo. De alguna manera me gusta mucho también la forma casi híbrida de las ciudades mexicanas que al contrario de la Europa, son muy organizadas, en el sentido de que cada metro cuadrado tiene una función muy clara y siento por ejemplo que en Canciones mexicanas traté de ver un poco cómo es el espacio en la Ciudad de México. Todo esto me contagia, más que la propia cultura formal.
Canciones mexicanas trata de mostrar este contraste que encontró y tiene que ver con el mundo imaginario que es paralelo a sus otras novelas. ¿Cómo trabajó el lenguaje de este libro?
El lenguaje es muy distinto, es muchos más rápido, fragmentado, tiene que ver mucho con el ritmo de la Ciudad de México. Ha sido probablemente la ciudad que más me ha impactado, porque es realmente muy distinto de Europa. Aquí es más un movimiento, es como un ritmo de lenguaje y eso me parece muy claro. También he sentido eso mismo en Brasil, Porto Alegre, Sao Paulo un poco. Ese ritmo interfiere en mi lenguaje.
Usted ha recuperado una frase de Walter Benjamin, en donde dice que “todos los golpes decisivos serán dados con la mano izquierda”, ¿a qué se refiera con ello?
Es la idea un poco de si tú eres diestro, la mano derecha es la más hábil. Lo que va a decidir tu vida es la mano menos hábil, lo imprevisto, lo sorprendente. Eso me parece muy sorprendente. Gran parte de la vida la hacemos con la mano derecha, mas la mano izquierda va a decidir lo relevante de la vida.
¿Así ha sido con usted?
Tal vez un poco. Algunas decisiones son mucho de mano izquierda y digamos que es un poco intentar que el raciocinio se suspenda y de alguna manera cerramos los ojos la cabeza y nos tiramos para el frente. Eso es la mano izquierda.