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Desde un tiempo sin fecha de caducidad, diferentes artistas observan y dialogan con el trabajo del dramaturgo francés en Artaud 1936. La sierra de las cosas, en el Museo Tamayo
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Ciudad de México (N22/Ana León).- Nuestro recorrido inicia en 1936, cuando Antonin Artaud viaja a México con la intención de ahondar en lo cotidiano de los tarahumaras, con la intención de entender ese secreto que creía guardaban las sociedades indígenas y que sumaría a la conciencia del pensamiento del hombre de occidente. El encuentro del dramaturgo con los rituales de esta comunidad indígena, y en específico con el ritual del peyote, le significaron no la entrada a un mundo nuevo, sino la salida de un mundo falso, o por lo menos eso creyó el francés al finalizar su visita a nuestro país.
Recuperar su figura y ponerla a dialogar con el pasado y el presente, crear una “geografía propia”, es lo que se busca en la exposición, Artaud 1936. La sierra de las cosas y a la que le sucederá, La tinta invisible. Pero, ¿cómo hacer hablar la obra y el pensamiento del dramaturgo francés con el trabajo de, por ejemplo, Abraham Cruzvillegas, Rometti Costales, Lucio Fontana, Bruno Botella e incluso, con el del “Flaco” Spinetta?
¿Cuáles son los puntos de encuentro de este escritor, poeta, actor y dibujante con estos artistas contemporáneos?, ¿qué nos sugieren las obras presentadas sobre este hombre atormentado por la locura?, ¿qué preguntas se hacen los propios artistas y cómo las responden? y, al final, ¿qué preguntas nos hacemos nosotros mismos sobre este singular personaje?
Sometido a tratamientos psiquiátricos de pequeño y adicto al opio y al láudano desde entonces, el genio de Artaud en busca de la espiritualidad primitiva de los tarahumaras se entrelaza en una línea sin principio ni fin con las obras de estos artistas. Para el creador del Teatro de la crueldad cuyas máximas se encuentran en el texto seminal El teatro y su doble, publicado en 1938, es mediante ésta, la crueldad, como es posible desenmascarar la falsa realidad, pero aún más complejo, para éste la imaginación es la realidad. Atormentado por los estragos de sus adicciones, Artaud buscaba constantemente el origen, lo mítico en el principio, una visión particular del mundo producto de ese genio y locura que lo construía y deconstruía al mismo tiempo, por ello, los sueños, los pensamientos y las ideas delirantes no son menos reales que lo de afuera. Porque ¿qué es la realidad?, la realidad es un pacto, un pacto como el que se hace con el espectador.
Este jaleo con su mal mental, la forma en que es tratado por los médicos cuando es declarado demente, en 1937, y su posterior liberación nueve años más tarde, en 1946, es el núcleo de la obra Van Gogh, el suicidado por la sociedad (1947) y justo es este periodo el que llamó la atención del músico argentino Luis Alberto Spinetta, sobre todo aquello escrito en el Heliogábalo, y lo que lo lleva a trabajar en su primer disco como solista –adjudicado a una de sus bandas, Pescado Rabioso– inspirado totalmente en el dramaturgo. El disco Artaud fue lanzado en 1973; el estuche del vinilo forma parte de esta muestra.
Las aproximaciones de Cruzvillegas son menos obvias, hace referencia al autor de costado, por las orillas, integra parte de las obras producidas en El Taller de los viernes y de la serie Autoconstrucción para hacer referencia, pienso, desde esa realidad que se crea en el abandono, en lo inacabado y en la ruina; esta charla se da en un espacio sin tiempo. Personaje incómodo para su época, la cultura era algo vivo para Artaud (Marsella, 1896-París, 1948) y estas obras que dan forma a un tejido fino observan a la distancia las creaciones pero, sobre todo, el pensamiento de este también actor para así, repensarlo.
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