Los “precios de las novias”, una tradición que polariza a China

Redacción/CDMX

Las autoridades chinas buscan desalentar la costumbre de pagar por futuras esposas, la cual, consideran puede llegar a generar inestabilidad social y económica.

Funcionarios de la Daijiapu, ciudad ubicada en el sureste de China, reunieron a mujeres con la intención de firmar una promesa pública de rechazar los altos “precios de las novias”, en referencia a la tradición nupcial en la que el varón le da dinero a la familia de la futura esposa como una condición de su compromiso.

Fue a inicios del presente año en que las autoridades locales describieron el evento en una publicación de su sitio web y declararon que esperaban que la gente abandonara ese tipo de tradiciones retrógradas y que contribuyeran a “iniciar una nueva tendencia civilizada”.

China, que enfrenta una baja en su población, está tomando medidas severas para que termine con una tradición arcaica de regalos esponsales para intentar promover el matrimonio, cuyas tasas han disminuido.

Los pagos conocidos como caili (en mandarín), se han disparado en todo el país en los últimos años.

El promedio del precio de estos caili pueden alcanzar los 20 mil dólares en algunas provincias y dichos pagos suelen correr por cuenta de los padres del novio.

Esto ha provocado que el matrimonio sea menos asequible.

Es por ello que los gobiernos locales están intentado frenar esta práctica social con campañas propagandísticas –como el evento de Daijiapu- para disuadir a las mujeres solteras de competir entre sí al exigir precios más altos.

Esta práctica cultural ha generado resistencia entre la ciudadanía en general, por ejemplo, la población china que cuenta con un mayor nivel educativo –sobre todo aquella que se encuentra en las ciudades- es probable que consideren como una reliquia patriarcal que trata a las mujeres como propiedades que se venden a otra familia.

En la población que se encuentra en zonas rurales y en donde dicha tradición suele ser más común, también ha perdido popularidad porque los campesinos de bajos recursos económicos tienen que ahorrar por varios años o contraer una deuda para poder casarse.

En China, “como sucede con la mayoría de las políticas estatales en materia de matrimonio, las mujeres son el objetivo principal”, afirmó Gonҫalo Santos, profesor de Antropología que estudia las regiones rurales de China en la Universidad de Coímbra en Portugal. “Es un llamamiento paternalista a las mujeres para que mantengan el orden y la armonía en la sociedad, y cumplan con su papel de esposas y madres”.

El problema es que las autoridades chinas al centrarse en las mujeres, eluden el hecho de que el problema es resultado de las políticas demográficas del propio Estado chino.

Por más de cuatro décadas de la política de hijo único, lo padres a menudo preferían tener eran varones, lo que resultó en una proporción de género asimétrica que ha intensificado la competencia por las esposas.

Existe un desequilibrio –sobre todo en zonas rurales- donde hay 19 millones más de hombres que de mujeres y las autoridades han reconocido que no cuentan con la capacidad para eliminar una costumbre que muchas familias ven como un indicador de estatus social.

Por supuesto que dicha práctica social está vinculada a actividades arraigadas sobre el papel de la mujer como cuidadora de la familia.

Ya casada, lo que se espera es que la mujer se embarace y se haga cargo de las tareas domésticas, de la crianza de los hijos y el cuidado de sus parientes políticos.

Ahora que el costo de la vida en el país asiático se ha elevado ha provocado la visibilidad de fisuras en la red de protección social.

Muchos son los factores que podrían estar influyendo en el cambio de mentalidad sobre este tema.

Por ejemplo, el de una nueva generación de mujeres con más estudios que sus padres. Quizá una manera más efectiva de que el gobierno podría acabar con esta tradición –según varios sociólogos-, es destinar más fondos al cuidado infantil y a la atención médica de las personas mayores.

Ante este panorama, el gobierno chino ve en los pagos como un problema urgente que podría obstaculizar el desarrollo económico y detonar la inestabilidad social.     

(Con información de The New York Times)