Las máscaras, ese rostro que sí elegimos

Redacción/CDMX

Las máscaras han sido un claro distintivo de la cultura mexicana, como de todas las culturas del mundo.

Las máscaras no solo ocultan, también crean simbolismos.

El sociólogo Armando Bartra, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) menciona que “usar la máscara como un modo de ser aquello que se quiere ser, de actuar aquello que se necesita actuar”.

Las máscaras pueden representar el bien y el mal, son una forma de crear aquel personaje que necesitan las personas.

Puede ser un héroe o un villano, portar una máscara conlleva la responsabilidad de volverte incluso un movimiento social.

Detrás de una máscara no hay absolutamente nada, solo un vacío que hace que en la cubierta esté el verdadero significado de la realidad. 

El pasamontañas, la pipa y la gorra son el subcomandante Marcos y no Sebastián Guillén, continúa.

Incluso un símbolo como el Santo “trascendió al hombre que se enfundaba la capucha plateada, Rodolfo Guzmán Huerta solo fue un accidente, un portador del mito, porque la verdadera esencia era la máscara”.

Quizá vemos las máscaras como un simple articulo de fiestas, pero la realidad es que son un objeto cultural en el cual nos podemos ver reflejados e identificados, asegura.

“La jeta con la que nacemos es una fatalidad biológica, un destino genético que no elegimos. En cambio, las máscaras que nos ponemos todos los días para salir a la calle son elegidas por nosotros, son obras de libertad que diseñamos y confeccionamos, son nuestro verdadero rostro en la medida en que nosotros lo inventamos”.

Una máscara que marcó el futuro de la humanidad y siempre será recordada es el cubrebocas.

El coronavirus nos obligó a portar esta máscara, convirtiéndose en un símbolo de seguridad para algunos y de silencio para otros.

“Ese cubrebocas se convirtió en el verdadero rostro de la humanidad. El miedo a la muerte por el virus que se manifestó en la cara oculta de todos”, considera Bartra.

(Con información de La Jornada)