«Juan Grijalbo. La última palabra», memorias de un editor con visión social

Francisco Juárez/CDMX

Juan Grijalbo, nació en Gandesa, Tarragona, España en 1911 y murió en Barcelona el 23 de noviembre de 2002.

Después de la Guerra Civil Española se exilió en México donde creó la editorial Atlante y posteriormente la Editorial Grijalbo.

Durante los primeros años de existencia de la editorial se publicó a muchos intelectuales españoles, y alcanzó 110 ediciones, sin embargo, faltaba la publicación 111, la cual la ocupa hoy “Juan Grijalbo. La última palabra”, en el que se da cuenta de pasajes históricos y anécdotas con los grandes personajes relacionados con el mundo de las letras y el trabajo editorial de Grijalbo.

Legado

Desde 1989, año en que recibió el Premio Juan Pablos al Mérito Editorial, Grijalbo decidió hacer una aportación para organizar un seminario que contribuyera a la formación profesional de editores, distribuidores y libreros.

Se ha hecho año con año, excepto en 2020 y 2021, debido a la pandemia.

Se creó la Beca Juan Grijalbo donde, por una semana, ponentes realizan un diálogo sobre procedimientos y conocimientos sobre la industria editorial.

Poppy Grijalbo

Poppy Grijalbo, hija del renombrado editor, en el marco de los 20 años de su desaparición decidió publicar las memorias de su padre.

En entrevista, recuerda cómo era su vida en un hogar donde era común encontrar a escritores, políticos y artistas que visitaban a su progenitor:

Yo nací en Uruguay, mi papá estaba en México, pero cuando nací nos mudamos a Barcelona.

Mi vida era entre Barcelona de septiembre a junio, México de junio a septiembre y Uruguay en Navidad.

Mi padre no paraba de viajar, Latinoamérica era su oficina, él viajaba todo el rato, estábamos rodeados de libros y de autores y de manuscritos.

Para mí era normal tener a autores, políticos y viajar tanto, yo pensaba que era normal a los 8 años.

Pensaba que el mundo editorial, era: papá hacía libros y yo iba a sus presentaciones y estaban esos señores que escribían en casa, pero eran amigos de mi padre, eran señores normales desde Hugh Thomas a Tarradellas, Spota, Fuentes o Gabriel Jackson, a Ian Gibson, estaban en casa.

Yo los veía como amigos de casa, o los agentes literarios y hablamos de los años 60, 70 cuando no existía ni el internet.

Con tantos personajes importantes ¿quién le causó mayor impacto?

El más impactante fue Cuauhtémoc Cárdenas, que estaba en casa comiendo, mi papá le estaba publicando un libro, mi mamá estaba viajando en Uruguay, pero lo más importante de la historia es que el papá de ese señor le permitió la entrada a mi padre a México.

Fue el único personaje que más me impactó, porque los demás vivían en la misma casa, se quedaban a dormir sus hijos, es decir, eran normales. Hugh Thomas, me acuerdo con mis hijas (conviviendo) en su casa de Londres.

Entonces, nunca pude diferenciar entre autores y amigos.

Me acuerdo de Luis Spota en casa, con su mujer, en la piscina, el licenciado Echeverría mismo.

Y como mi papá siempre nos incluyó en comidas, cenas en desayunos, pues escuchábamos. Me acuerdo que en desayunos en Los Azulejos, o en el Camino Real, era lo normal con señores fumando puro y comiendo enchiladas.

Yo era la mayor de su tercer matrimonio, me parezco mucho a él, dicen, o decían, con lo cual, me tocaba ser editora, bueno entrar en la editorial, ahí a Grijalbo a leer contratos, a archivar, como hablaba idiomas, a ir a las ferias a traducir y a servir cafés y traducir.

Después, se crea la sección infantil y soy la editora, Decido casarme y me voy a Valencia y gran drama a los 24 años, pues sigo trabajando a distancia, hago alguna feria y en un viaje Barcelona-Valencia me encuentro a una editora en el aeropuerto y me pregunta ¿Qué haces? Respondo: Criar niñas, con dos bebés en los brazos.

Fue entonces que durante el vuelo Poppy recuerda que decidió dedicarse de lleno al mundo editorial.

Es cuando pensé, ahora me daré  cuenta si me gusta lo que voy a hacer o si lo hacía por obligación, y me apasionó, me di cuenta con 29 años, había estado 10 años trabajando, porque en ese entonces no se preguntaba qué querías hacer, “tu papá es editor, y tú eres editora y chao y ahí te quedas”.

Carmen Balsells que es una agente literaria, era muy amiga de la casa, le decía “Juan, debes escribir tus memorias” y papá decía, “yo soy editor, no escritor”.

Entonces Carmen le regaló dictáfonos, hizo todo lo que pudo, y le dijo “Juan, te voy a enviar a casa a alguien y tú le dictas, eso fue en 2001, y en diciembre de 2001, estabamos en el comedor, comiendo y mi papá me entrega un fajo de papeles y me dice: toma esto es para ti. ¿Y esto qué es?, le pregunté. “Memorias”, y al año falleció.

Asegura que tardó meses en leerlas, pero reflexionó: si no publico esto, la imagen de papá, nadie sabrá lo que fue, una leyenda ¿no?

Entonces pido que me impriman las 400 hojas que había, me quedo, como editora, cerca de un mes corrigiendo cosas y me doy cuenta que no puedo hacerlo yo, porque sé demasiadas cosas  que él no dice.

Entonces reúno en Barcelona a un grupo de editores a que lo hagan ellos.

Tengo clarísimo, desde ese minuto que o voy a hacer yo sola, como yo quiera. No quiero una editorial que me digan, qué número de páginas, que la fecha, nada.

El (libro) 111 son las memorias de mi padre y es una edición de lujo como hubiera sido en los años 70 con piel, dorado, sobrecubiertas, fotos.

Pero solo 300 ejemplares que no se van a comercializar.

¿Cómo manejaba su padre vivir entre España y México, apoyar partidos con tendencia de izquierda, pero a la vez buscar ganancias con sus ediciones?

Papá manejaba la balanza de forma impresionante, si él llegaba a México pedía galletas de soda, agua de Tehuacán y jugo de manzana Mundet. Y hablaba mexicano desde que pisaba el aeropuerto Benito Juárez.

Mi papá venía del mundo de la banca, con lo cual los números los tenía clarísimos, entonces, todo es bonito, y él apoyó muchísimo a los partidos comunistas de Cuba y de todas partes, pero todo tenía que salir de los números, si no salían los números pues no salía el libro.

Tanto es así que en Cuba hicieron una versión pirata de El Padrino y papá denunció al Estado y lo ganó (el caso) y como no podía sacar el dinero de Cuba, dejó ese dinero en Cuba y cuando mis padres iban a Cuba gastaban ese dinero.

¿De qué colección estaba orgulloso?

Estaba orgulloso de los libros de autoayuda y superación, los best sellers, El Padrino, sobre todo y luego Irving Wallace, o  el diccionario Enciclopédico Grijalbo, estuvo superorgulloso y luego todos los de pensamientos, todos los libros de Ian Gibson, Gabriel Jackson, Hugh Thomas.