Al compás del son cubano, rock de los años 60 y algunos boleros, el recinto de la colonia Guerrero se vistió de gala para recordar a una artista.
Paola Sánchez/Ciudad de México
Cómo si se tratara de una guardia de honor, el grupo más selecto del cuadrilátero, los centinelas de la lucha libre mexicana, como El Santo y Blue Demon, velaron el descanso eterno de Lourdes Grobet. Colocados alrededor de la duela del Salón Los Ángeles, los retratos de gran formato que la artista tomó de los luchadores, fueron alineados para conducir a los deudos hacia el fondo de la pista, donde un altar cálido e irreverente celebró una vida con esos mismos adjetivos.
“En realidad lo que estamos celebrando no es la muerte de mi madre, sino su vida” afirmó Ximena Pérez Grobet, hija de la fotógrafa fallecida el pasado 15 de julio.
Además de los infalibles luchadores de juguete, hubo otros pequeños objetos, entre ellos una cámara de plástico, una miniatura de uno de sus paisajes pintados e intervenciones de color en la intemperie. También la acompañó una artesanía de un jaguar que representó al Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena (LTCI) que Grobet retrató durante más de tres décadas.
«Era una artista capaz de lograr imposibles. Parecería muy solitaria, pero todos teníamos un recuerdo de vida con ella, siempre, siempre te dejaba algo único», expuso la Secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, a su llegada al Salón Los Ángeles.
Una semana antes de su fallecimiento, la fotógrafa recibió la Medalla Bellas Artes y se inauguró una exposición con sus fotografías del LTCI en el Complejo Cultural Los Pinos, apenas a tiempo de honrar su talento.