La cinta de Julia Ducornau tensa las concepciones de género, sexo, maternidad y producción de la vida
Ana León/Ciudad de México
¿Cuál es la relación que establecemos entre humanos y máquinas? Aquellas que salvan la vida. Aquellas que quitan la vida. Aquellas que nos acercan más a su naturaleza artificial y nos alejan de nuestra «naturaleza humana”. ¿Qué es lo humano? Desde la filosofía de la ciencia tradicional, lo que nos diferencia como humanos es, principalmente, el lenguaje y la racionalidad. En palabras de la filósofa de la ciencia, Melina Gastélum, lo «que nos hace muy humanos es el cómo nosotros podemos hacer conocimiento social, grupal, y ese conocimiento social nos lleva a poder materializarlo en elementos que transformamos de nuestro ambiente, que son las tecnologías.»
En su más reciente película, Titane, la directora francesa Julia Ducournau (Crudo, Voraz), arriesga nuevamente para tensar la sensibilidad y la fisicalidad del cuerpo, así como la erotización del mismo más allá de ese otro masculino o femenino, ese universo de solo dos calles que a veces condiciona a un exilio del propio cuerpo. Lo hace primero apartir de nuestra relación con las máquinas y la tecnología, y luego a partir del género, de su barrido.
Desde su cine, Ducournau está extendiendo una reflexión —sin saber si lo hace o no con esa intención, sería bueno preguntárselo— que ya desde la teoría han apuntalado Donna Haraway y Judith Butler, la del cíborg, híbridos de la naturaleza y la cultura, porque ¿qué es Alexia/Adrien (Agathe Rousselle), le protagonista de Titane, sino la materialización en la pantalla de esta gramática del cuerpo (todavía) poco habitual?
Y es que la cineasta francesa y también guionista, nos presenta a una protagonista que de niña sufre una accidente abordo de un auto que casi la mata; para sobrevivir, los médicos tienen que colocarle una placa de titanio en el cerebro. La tecnología que quita la vida, la tecnología que también la preserva. Al crecer, Alexia se relaciona con las máquinas (los autos) desde otros códigos que se extienden más allá de la funcionalidad, desde la erotización del cuerpo a través de este filtro de metales y diesel.
En esta ficción de subjetividad sin límite, Julia Ducournau plantea la concepción de una máquina y un cuerpo femenino, el auto que posee a Alexia y la condiciona a una maternidad no sólo no deseada sino extrahumana.
Ver Titane duele. Ver Titane incomoda. Ver Titane te hace apartar la mirada constantemente de la pantalla y hacerte un ovillo en la butaca. La protagonista de esta cinta ganadora de la Palma de Oro en Cannes, es una asesina serial sanguinaria. Por ello, Alexia “abandona” el mundo y el cuerpo que conoce para escapar de su condena.
Es aquí cuando la historia, que mantiene una tensión constante, se coloca en las lindes del género y del cuerpo, y cuestiona todas las prótesis institucionales que permiten existir como sujeto en una sociedad: la identidad y el género asignado al nacer. Al usurpar la identidad de otro, un chico perdido años atrás, Alexia logra reinsertarse en una sociedad que condena sus crímenes. Arropada por un padre (Vincent Lindon) que ve en aquel ser extraño al hijo que perdió años atrás —y obsesionado a su vez por la preservación de su propio cuerpo a través de hormonas—, Alexia ahora Adrien, se inserta en el universo plenamente masculino de un cuerpo de bomberos a cargo de ese supuesto progenitor.
La mirada de Ducournau se expande en esta cinta que se traduce también en una ficción política que cuestiona la normación de los cuerpos, de las ideas y la (re)producción de la vida, al tiempo que corre esa barrera entre lo «natural» y lo cultural.
¿Por qué podría ser éste un manifiesto contrasexual desde el cine?
Escribe Paul B. Preciado en su libro Manifiesto contrasexual (Anagrama, 2020: «La contrasexualidad apunta a sustituir ese contrato social que denominamos Naturaleza por un contrato contrasexual, los cuerpos se reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres, sino como cuerpos hablantes, y reconocen a los otros como cuerpos hablantes. […] renuncian no solo a una identidad sexual cerrada y determinada naturalmente, sino también a los beneficios que podrían obtener de una naturalización de los efectos sociales, económicos y jurídicos de sus prácticas significantes. […] la sociedad contrasexual proclama la equivalencia (y no la igualdad) de todos los cuerpos-sujetos hablantes que se comprometen con los términos del contrato contrasexual dedicado a la búsqueda del placer-saber.»
En una entrevista Julia Ducournau ha dicho: «En mi película la feminidad no está donde uno la espera, como tampoco la masculinidad.»
Titane se estrena en salas de cine de México el 2 de diciembre.