El reciente informe de la ONU sobre el cambio climático afirma que el gas metano es uno de principales responsables del aumento de las temperaturas en todo el mundo
Redacción / Ciudad de México
Después de que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas publicará su informe sobre cómo el calentamiento global cambiará nuestro planeta en las próximas décadas, uno de los datos que más sorprendió, fue el elevado protagonismo del metano como responsable del aumento de las temperaturas.
Según el IPCC, alrededor de 0.3°C de los 1.1° C de los que el mundo ya se ha calentado es resultado del metano, lo que quiere decir que entre el 30 y el 50% del incremento en las temperaturas se debe a este gas, poderoso, pero de corta vida.
Las mayores fuentes de metano incluyen la agricultura y también filtraciones de campos de explotación de petróleo y gas, así como de vertederos.
Por décadas, los mayores esfuerzos para enfrentar el calentamiento global han estado enfocados en limitar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) derivadas de actividades humanas como la generación de energía o la deforestación.
Esto se ha basado en buena evidencia científica, ya que el CO2 ha sido el responsable de cerca del 70% del aumento en el calentamiento global que ha tenido lugar desde la revolución industrial.
El metano (CH4), en cambio, no ha recibido esta atención.
Pero esto puede cambiar, ya que a comienzos de este año un importante estudio de las Naciones Unidas ha subrayado su impacto ambiental. Ahora, como lo indica gráficamente el informe del IPCC, la influencia del metano se ha calculado en un añadido de medio grado centígrado al calentamiento del planeta.
¿De dónde viene todo este gas?
Cerca del 40% del metano se origina en fuentes naturales como los humedales, pero la mayor cantidad proviene de una serie de actividades humanas.
«Es una combinación de orígenes, desde la agricultura —incluyendo ganado y cultivo de arroz— hasta otra fuente importante de metano que son los botaderos de basura. Una de las fuentes principales proviene de la producción, el transporte y el uso de gas natural, que está mal llamado y debería ser nombrado como gas fósil», comentó el profesor Peter Thorne, uno de los científicos del IPCC, de la Universidad Maynooth en Irlanda.
Desde 2008 se ha registrado un aumento considerable en emisiones de metano que los investigadores vinculan con el boom del fracking, el método de explotación de petróleo que se dio en partes de Estados Unidos.
En 2019, los niveles de metano en la atmósfera alcanzaron niveles récord, cerca de dos veces y medio más de lo que había en la era preindustrial.
Lo que preocupa a los científicos es que el metano es un factor contundente al momento de hablar de calentamiento climático. En un período de 100 años calienta entre 28 y 34 veces más que el CO2. Sin embargo, un aspecto positivo del CH4 es que no dura tanto en el aire como el CO2.
«Si uno emite una tonelada de metano hoy, en una década esperaría que solo media tonelada permanezca en la atmósfera y en dos décadas, un cuarto de tonelada. Así que, básicamente, si logramos detener nuestras emisiones de metano, para el final del siglo su presencia debería regresar a los niveles naturales, los que había allá por 1750», agregó el profesor.
En un corto plazo, los expertos creen que, si las emisiones de metano se cortaran en un 40 a 45% en la próxima década, se podría limitar en 0.3 grados el aumento de la temperatura para 2040.
En un mundo donde cada fracción de grado cuenta, eso implica potencialmente una enorme diferencia en este esfuerzo por evitar que la temperatura global suba más de 1.5 grados centígrados.
¿Cómo contrarrestarlo?
«Es relativamente barato terminar con algunas de sus fuentes. En particular, hablamos de filtraciones en la industria del gas, que ahora son mucho más fáciles de detectar que hace diez o veinte años, ya que los instrumentos para detectarlas son mucho mejores. Algunas acciones podemos tomarlas muy rápido: en los trópicos se puede poner tierra encima de estos enormes vertederos urbanos y también se puede hacer mucho para detener los incendios de los desechos de cultivos» dijo el profesor Euan Nisbet, del Royal Holloway Universidad de Londres.
Estas medidas rápidas sí funcionan. En Estados Unidos, los esfuerzos por recoger gas en basureros cortaron las emisiones de metano en un 40% entre 1990 y 2016.
En la agricultura, también hay cambios técnicos vinculados al manejo del estiércol y de la alimentación animal que pueden reducir la emisión de este gas.
Pero lograr grandes reducciones va a requerir de acciones políticas. En países como Irlanda o Nueva Zelanda, donde la agricultura tiene un rol fundamental en la economía, estos cambios pueden ser problemáticos.
Para tener éxito, estas decisiones tendrán que ser justas y equitativas. «No puedes simplemente ir y decirle a la gente que no puede criar más vacas u ovejas. Se necesitan políticas que ayuden a la transición a otros medios de gestión de la tierra, pero no va a suceder si la gente dice que ya no se puede criar ganado, tiene que ser un enfoque mucho más matizado», comentó el profesor Thorne.
La decisión de los consumidores en lo que respecta a su dieta de carne y productos lácteos tendrá, sin duda, un impacto en este sector.
Por otro lado, la industria del petróleo y del gas también enfrenta un desafío gigante para limitar el metano.
Las regulaciones hasta el momento han fallado en detener filtraciones. Pero hay un creciente interés en las compañías del sector de los combustibles fósiles por utilizar tecnología que pueda rápidamente identificar estas pérdidas y terminar con ellas.
Quizás el mayor cambio que se requiere en el escenario internacional es separar el metano de otros gases que provocan el calentamiento.
Debido a que los negociadores climáticos de la ONU tratan con todos los gases de efecto invernadero en el mismo proceso, existe la preocupación de que puedan hacer concesiones, comparaciones y compromisos sobre el metano que enturbien los esfuerzos para reducir estas emisiones.
Muchos ahora piden un proceso separado para el metano, en la línea del Protocolo de Montreal, que unió con éxito a los países para regular los gases que afectaban la capa de ozono.
«Para detener el calentamiento a largo plazo, debemos detener las emisiones de dióxido de carbono. Pero para ayudarnos en ese camino, podríamos tratar estos gases de manera diferente. Y si pudiéramos tratar el metano de manera diferente, podríamos ganar tiempo para adaptarnos a los cambios que están ocurriendo. Es el dióxido de carbono lo que absolutamente necesita llegar a cero. Pero si queremos detener el calentamiento a largo plazo, el metano puede ayudarnos en el camino», concluyó el profesor Thorne.
Según el IPCC, alrededor de 0.3°C de los 1.1° C de los que el mundo ya se ha calentado es resultado del metano, lo que quiere decir que entre el 30 y el 50% del incremento en las temperaturas se debe a este gas, poderoso, pero de corta vida.
Las mayores fuentes de metano incluyen la agricultura y también filtraciones de campos de explotación de petróleo y gas, así como de vertederos.
Por décadas, los mayores esfuerzos para enfrentar el calentamiento global han estado enfocados en limitar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) derivadas de actividades humanas como la generación de energía o la deforestación.
Esto se ha basado en buena evidencia científica, ya que el CO2 ha sido el responsable de cerca del 70% del aumento en el calentamiento global que ha tenido lugar desde la revolución industrial.
El metano (CH4), en cambio, no ha recibido esta atención.
Pero esto puede cambiar, ya que a comienzos de este año un importante estudio de las Naciones Unidas ha subrayado su impacto ambiental. Ahora, como lo indica gráficamente el informe del IPCC, la influencia del metano se ha calculado en un añadido de medio grado centígrado al calentamiento del planeta.
¿De dónde viene todo este gas?
Cerca del 40% del metano se origina en fuentes naturales como los humedales, pero la mayor cantidad proviene de una serie de actividades humanas.
«Es una combinación de orígenes, desde la agricultura —incluyendo ganado y cultivo de arroz— hasta otra fuente importante de metano que son los botaderos de basura. Una de las fuentes principales proviene de la producción, el transporte y el uso de gas natural, que está mal llamado y debería ser nombrado como gas fósil», comentó el profesor Peter Thorne, uno de los científicos del IPCC, de la Universidad Maynooth en Irlanda.
Desde 2008 se ha registrado un aumento considerable en emisiones de metano que los investigadores vinculan con el boom del fracking, el método de explotación de petróleo que se dio en partes de Estados Unidos.
En 2019, los niveles de metano en la atmósfera alcanzaron niveles récord, cerca de dos veces y medio más de lo que había en la era preindustrial.
Lo que preocupa a los científicos es que el metano es un factor contundente al momento de hablar de calentamiento climático. En un período de 100 años calienta entre 28 y 34 veces más que el CO2. Sin embargo, un aspecto positivo del CH4 es que no dura tanto en el aire como el CO2.
«Si uno emite una tonelada de metano hoy, en una década esperaría que solo media tonelada permanezca en la atmósfera y en dos décadas, un cuarto de tonelada. Así que -básicamente- si logramos detener nuestras emisiones de metano, para el final del siglo su presencia debería regresar a los niveles naturales, los que había allá por 1750» agregó el profesor
En un corto plazo, los expertos creen que, si las emisiones de metano se cortaran en un 40% a 45% en la próxima década, se podría limitar en 0.3 grados el aumento de la temperatura para 2040.
En un mundo donde cada fracción de grado cuenta, eso implica potencialmente una enorme diferencia en este esfuerzo por evitar que la temperatura global suba más de 1.5 grados centígrados.
¿Cómo contrarrestarlo?
«Es relativamente barato terminar con algunas de sus fuentes. En particular, hablamos de filtraciones en la industria del gas, que ahora son mucho más fáciles de detectar que hace 10 o 20 años, ya que los instrumentos para detectarlas son mucho mejores. Algunas acciones podemos tomarlas muy rápido: en los trópicos se puede poner tierra encima de estos enormes vertederos urbanos y también se puede hacer mucho para detener los incendios de los desechos de cultivos» dijo el profesor Euan Nisbet, del Royal Holloway Universidad de Londres.
Estas medidas rápidas sí funcionan. En Estados Unidos, los esfuerzos por recoger gas en basureros cortaron las emisiones de metano en un 40% entre 1990 y 2016.
En la agricultura, también hay cambios técnicos vinculados al manejo del estiércol y de la alimentación animal que pueden reducir la emisión de este gas.
Pero lograr grandes reducciones va a requerir de acciones políticas. En países como Irlanda o Nueva Zelanda, donde la agricultura tiene un rol fundamental en la economía, estos cambios pueden ser problemáticos.
Para tener éxito, estas decisiones tendrán que ser justas y equitativas. «No puedes simplemente ir y decirle a la gente que no puede criar más vacas u ovejas. Se necesitan políticas que ayuden a la transición a otros medios de gestión de la tierra, pero no va a suceder si la gente dice que ya no se puede criar ganado, tiene que ser un enfoque mucho más matizado», comentó el profesor Thorne.
La decisión de los consumidores en lo que respecta a su dieta de carne y productos lácteos tendrá, sin duda, un impacto en este sector.
Por otro lado, la industria del petróleo y del gas también enfrenta un desafío gigante para limitar el metano.
Las regulaciones hasta el momento han fallado en detener filtraciones. Pero hay un creciente interés en las compañías del sector de los combustibles fósiles por utilizar tecnología que pueda rápidamente identificar estas pérdidas y terminar con ellas.
Quizás el mayor cambio que se requiere en el escenario internacional es separar el metano de otros gases que provocan el calentamiento.
Debido a que los negociadores climáticos de la ONU tratan con todos los gases de efecto invernadero en el mismo proceso, existe la preocupación de que puedan hacer concesiones, comparaciones y compromisos sobre el metano que enturbien los esfuerzos para reducir estas emisiones.
Muchos ahora piden un proceso separado para el metano, en la línea del Protocolo de Montreal, que unió con éxito a los países para regular los gases que afectaban la capa de ozono.
«Para detener el calentamiento a largo plazo, debemos detener las emisiones de dióxido de carbono. Pero para ayudarnos en ese camino, podríamos tratar estos gases de manera diferente. Y si pudiéramos tratar el metano de manera diferente, podríamos ganar tiempo para adaptarnos a los cambios que están ocurriendo. Es el dióxido de carbono lo que absolutamente necesita llegar a cero. Pero si queremos detener el calentamiento a largo plazo, el metano puede ayudarnos en el camino», concluyó el profesor Thorne.
Con información de la BBC y ONU.