Editor y escritor de enorme cultura y agudeza crítica, murió este jueves en Milán a los ochenta años
Ana León / Ciudad de México
El último de la estirpe. Al frente del sello Adelphi, referencia internacional en el ámbito editorial, Roberto Calasso (Florencia, 1941) acuñó la idea de la edición como género literario y así vivió su oficio: escribiendo con los libros que publicaba. ¿Su mejor libro? Su catálogo. Es por ello que frente a la inmediatez, la velocidad y las ganancias en la industria editorial, su labor deja una huella imborrable, crítica, argumentada, invaluable. Roberto Calasso murió hoy a la edad de ochenta años luego de una larga enfermedad —según se informa en diferentes medios—. Vivía en Milán.
En las librerías mexicanas hace pocas semanas apareció Cómo ordenar una biblioteca, en la colección de Nuevos cuadernos Anagrama. Y recientemente vieron la luz sus dos últimos libros publicados, uno dedicado a Roberto Bazlen (Bobi); el otro, a recuerdos familiares y de infancia (Memè Scianca).
Calasso construyó en Adelphi uno de los mejores catálogos a nivel internacional e hizo de la figura del editor un personaje decisivo en la formación de un criterio y un público lector. No sólo fue un buscador de «libros únicos», sino de lectores para cada libro.
Sobre la labor de Calasso, Jorge Herralde escribió:
«Y así como hay editoriales que funcionan con el axioma de publicar libros malos para financiar los buenos, Calasso tiende a otro axioma mucho más infrecuente: buscar lectores para obras de verdadera calidad […] … podríamos llamarlo Roberto el Mago o también el Mago Imperdonable».
Además de editor, Calasso fue un escritor de gran calado, escribió libros como la tetralogía La ruina de Kash, Las bodas de Cadmo y Harmonía, Ka y K.; El loco impuro (su ópera prima), El ardor, La locura que viene de las ninfas, El rosa Tiepolo, La Folie Baudelaire; y ensayos como La marca del editor, Los cuarenta y nueve escalones, La literatura y los dioses y Cien cartas a un desconocido, entre otros muchos títulos.
Señaló alguna vez Leonardo Sciascia:
«Sus obras están llamadas a no morir. Calasso es uno de los pocos escritores de raza que tenemos».