El bioquímico español Pere Estupinyà nos habla un poco de su libro más reciente y otro temas relacionados con su campo de estudio
Karen Rivera / Ciudad de México
Pere Estupinyà plantea que a los científicos les incomoda el término “felicidad”, porque es amplio, subjetivo y difícil de medir. Ellos prefieren hablar de bienestar y analizar parámetros mejor definidos. El bioquímico español es autor de libros como El ladrón de cerebros. Comer cerezas con los ojos cerrados y La ciencia del sexo. Su título más reciente es A vivir la ciencia y el divulgador nos habla de las pasiones que despiertan el conocimiento y de cómo pensar científicamente.
¿Cuáles son las pasiones que despiertan el conocimiento?
Son el asombro, la curiosidad, la responsabilidad, la frustración, o sea, al final la ciencia es la mejor manera que tenemos de entender cómo funciona el mundo y cuando digo el mundo, digo también nuestros cuerpos, nuestras sociedades, la naturaleza, y nos da conocimiento. La ciencia es un método, es una herramienta y lo que genera es conocimiento, conocimiento muy confiable. Y este conocimiento a veces es sorprendente y esto es una emoción del asombro.
A vivir la ciencia
Muchas personas no comprarían un libro entero sobre genética o sobre nanotecnología, o sobre inteligencia artificial, o sobre neurociencia, pero sí un libro les interesaría que hablara un poquito de riesgos socioambientales y que no sólo con anécdotas de paleontología, de la historia del Universo y de la vida, sino también con ese rol social, con esa visión de la introspección, de cómo funciona nuestra mente, de cómo tomamos decisiones. Es decir, encontrar este equilibrio que permite profundizar sin llegar a aburrirte, creo que es un libro en el que se aprenden muchas, muchas cosas.
¿Cómo tener un mundo más sano?
Cuando nos damos cuenta que el mundo podría ser mejor de lo que es si le hiciéramos más caso a la ciencia, no solo nosotros como individuos, sino los políticos, y lo hemos visto en el caso de la COVID y lo vemos en muchos otros ámbitos. Haciendo más caso de las herramientas científicas, del conocimiento científico el mundo puede ser mejor, podría ser más sano, podría ser más limpio, más seguro y no lo hacen; te genera frustración, te genera enfado, que son otras emociones.
¿El sexo está intelectualmente desaprovechado?
Para mí el sexo es una fuerte de información sobre nuestro cuerpo y nuestra mente maravilloso. O sea, nuestro comportamiento sexual está tan influenciado por nuestras hormonas, nuestros aprendizajes, nuestro entorno cultural que analizar por qué tomamos unas decisiones y no otras, porqué somos monógamos cuando tenemos un deseo de no serlo, por qué a veces nos cuesta comunicar ciertas cosas emocionalmente intensas, por qué no empatizamos mejor con una persona o con otra, yo creo que es una ventana a nuestro conocimiento interior muy desaprovechada.
¿La ciencia genera esperanza?
Cuando te das cuenta que hay enfermedades incurables que gracias a entender cómo funciona el organismo, estoy hablando de ciertos tipos de cánceres que hasta hace poco eran incurables, pero entendiendo cuál es el problema genético, cuál es la proteína que cambia, cómo hacer que la inmunoterapia, que el sistema inmune ataque a estas células —lo explico en el libro—, pueden volverse curables, entonces esto nos genera una emoción de la esperanza.
¿Cómo vivir la ciencia y dónde reside su poder?
Lo importante es tener claro que la información que te llega es de calidad y de ahí dejarnos llevar un poquito por la curiosidad y luego responsabilizarnos de nuestro aprendizaje. El aprendizaje es muy importante, es decir, si queremos saber algo sobre medicina busquémoslo nosotros en esas fuentes. La clave es seguir las instrucciones que te genera el conocimiento científico, yo, creo que este es el verdadero poder que tiene la ciencia, el no sólo generar conocimiento, sino aplicarlo bien y de manera ética.
La ciencia no exacta para una sociedad más justa, más sana y más feliz
Si yo te digo que el 80% de personas aprenden matemáticas mejor con este método y el 20% con este otro, esto no es exacto, es decir tú no sabes a priori qué persona está dentro del 80 o dentro del 20%, pero te permite discriminar qué método funciona mejor y luego ir ajustando. La medicina lo hace, la medicina tiene una aproximación científica. Yo lo que reivindico es que la sociedad, la educación, los aspectos sociales también tienen que reivindicar un análisis empírico, luego tomemos decisiones políticas en función de otros ámbitos también, pero que la información para decidir provenga de la ciencia. Creo que es fundamental.
El origen de la maldad, cómo persuadir a un antivacunas, la vida secreta de las plantas, las ciudades inteligentes y la plaga humana son algunos de los temas que aborda Pere Estupinyà en su libro A vivir la ciencia de editorial Debate. Una publicación que nos recuerda que la ciencia bien explicada se convierte en una herramienta elemental para mejora el mundo.