El escritor, editor y traductor argentino murió este domingo a los 61 años; su partida es lamentada por diferentes personalidades del mundo de las letras
Redacción / Ciudad de México
Tras sufrir un infarto, Juan Forn (Buenos Aires, 1959) murió a los 61 años. Su deceso ocurrió ayer domingo. Tras de sí, el escritor, editor y traductor argentino deja un legado que se extiende en diferentes vertientes del oficio de la escritura. Entre ellos el poner la mirada en plumas como la de Camila Sosa Villada, Rodrigo Fresán y Mariana Enriquez que en Twitter escribió: «Juan Forn me cambió la vida. No hay mucho más».
Fundador del Suplemento Radar y columnista de Página | 12, Forn es autor de las novelas Frivolidad, María Domecq y la colección de relatos Nadar de noche, que le significó la maduración de su voz como escritor. Actualmente se concentraba en la colección Rara Avis de la editorial Tusquets, aunque su camino en el mundo editorial lo inició en el sello Emecé, luego de regresar de un viaje por Europa. Forn provenía de una familia acomodada. Empezó en un puesto que nada tenía que ver con las decisiones editoriales para luego ser telefonista, corrector de pruebas.
Como traductor fue el encargado de traer al español la obra de autores como Yasunari Kawabata, John Cheever y Hunter Thompson; y finalmente fue asesor literario.
En Planeta, durante los años noventa, creó las colecciones Espejo de la Argentina y Biblioteca del sur, donde publicó autores referentes como Fogwill, Tomás Eloy Martínez y Alberto Laiseca, así como Charlie Feiling y Rodolfo Rabanal.
Parte de una generación que se formó en dictadura, su ánimo renovó el periodismo cultural de su país de origen con el Suplemento Radar. «Creo que Radar innovó al poner el libro mezclado con el disco, la charla, el cine… Tal como está en la vida», señaló tiempo atrás.
Otra de las personalidades que lamentó su partida fue el dibujante Miguel Rep.
En 2007 recibió el Premio Konex de periodismo literario. En ese entonces ya residía en Villa Gesell —donde vivió hasta la fecha— luego de dejar Buenos Aires tras un coma diabético ocasionado por la intensa vida nocturna y de trabajo que llevaba.
Sobre el oficio señalaba que…
«La literatura logró una sobrevida increíble con la computadora y con las redes. Porque la gente estaba perdiendo el lenguaje escrito. La relación con la palabra escrita era cada vez más básica, tosca, ocasional. Y ahora todos los pibes escriben. Por ejemplo: mi hija tiene una pandilla de amigos en Gesell que hacen freestyle. Vos te das cuenta de que eso es algo vivo. O la manera que tienen catastrófica para contar algo. Pero hay una disponibilidad de medios en donde el bichito de la lógica literaria, la fascinación con el sobreentendido, por ejemplo. La posibilidad de combinaciones por el lado de los sonidos, por el lado de lo visual y por el lado de lo escrito es infinita. Yo practico un arte casi difunto, o en extinción».
Imagen de portada: Página |12 / © Alejandra López