Los discursos de odio, los neofascismos y la ultraderecha

Setenta y seis años después de la liberación de Auschwitz-Birkenau , ¿vivimos el regreso de esa retórica de odio?, ¿de una ultraderecha radical?, ¿de un nuevo fascismo? ¿Fuimos conscientes de que estaba ganando terreno —nunca se ha ido en realidad, pero cada vez es menos velado — un discurso de total miedo al otro?

Ana León / Ciudad de México

Figuras públicas que deshumanizan a los migrantes, a las diversidades sexogenéricas, a pueblos originarios y a otros grupos minoritarios; retóricas que convierten a esos grupos vulnerables en “el enemigo”, en “un peligro”, en el pasado han conducido a tragedias catastróficas y crímenes de lesa humanidad. Entre ellos el que se recuerda cada 27 de enero: la persecusión y exterminio sistemático de la población judía en Europa entre 1941 y 1945, con la liberación por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945. Setenta y seis años después, ¿vivimos el regreso de esa retórica de odio?, ¿de una ultraderecha radical?, ¿de un nuevo fascismo? ¿Fuimos conscientes de que estaba ganando terreno —nunca se ha ido en realidad, pero cada vez es menos velado — un discurso de total miedo al otro?

Para entender los matices de esta oleada de discriminación y miedo al otro, nos acercamos al Dr. Marcos Cueva, investigador del Instituto de Investigaciones sociales de la UNAM.

«Creo que hay que distinguir distintos tipos de, en este caso, corrientes de derecha, porque hay unas que son simplemente extrema derecha. Para las cuales habría que verificar qué quiere decir lo que se les atribuye como xenofobia, en particular con la admiración, con el problema de la admiración. Y, al mismo tiempo, hay desde hace un buen rato lo que son neofascismos abiertos. Creo que están bastante localizados.

»Pero, en relación con lo que me dice del Holocausto, en algunos lugares donde ha surgido con fuerza el neofascismo, y curiosamente se habla poco de estos casos e incluso se llegan a solapar por algunas potencias occidentales, uno muy llamativo es el de Ucrania, a raíz del llamado Eurmaidán.»

A lo que el Dr. Cueva se refiere es a esta serie de disturbios iniciados en 2013 en Ucrania, de índole europeísta y nacionalista que derrocaron al presidente electo Víktor Yanukóvich. Las disputas se suscitaron entre aquellos que estaba de acuerdo con que Ucrania entrara a la Unión Europea y aquellos que no lo aprobaban y se inclinaban por estrechar lazos con Rusia. Esto a grandes rasgos, porque la lectura del conflicto es menos sencilla y de varias capas.

«Hay tres grupos, uno que se llama Pravy Sektor, que quiere decir, sector derecho; otro que se llama Svoboda, que quiere decir libertad; y otro que es el Batallón Azov, que son abiertamente partidarios tanto en los símbolos que manejan como en el discurso que manejan, de alguien que durante la Segunda Guerra Mundial no nada más colaboró un tiempo con los nazis contra el ejército Rojo, sino que además participó —por eso le decía lo del asunto del Holocausto—, en el exterminio de judíos. Y me parece grave el tiempo que estos grupos que estuvieron muy cercanos al poder en Ucrania, que tuvieron que ver con el Euromaidán y que después algunos de sus líderes alcanzaron escaños como diputados, tuvieron cargos en el gobierno, etc, no hayan sido objeto de sanciones, curiosamente. Eso involucra el hecho de que en esta época, por ejemplo, el hijo del actual presidente de EEUU, Joe Biden, Hunter Biden, hace una serie de acuerdos con empresas Ucranianas, en un momento de auge en el que estos movimientos reivindican a una personalidad que se llamó Stepán Bandera.»

Pero ¿quién fue Stepán Badera? Personaje polémico venerado por movimientos nacionalistas y de extrema derecha. Bandera está vinculado al asesinato de polacos y judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Víktor Yúschenko, el presidente saliente de Ucrania en 2010, le otorgó, de manera póstuma —Bandera murió en 1959 asesinado por la KGB—, la condecoración de héroe de Ucrania, distinción que fue condenada por el parlamento Europeo, Ruso y Polaco; posteriormente fue declarada ilegal.

«Hay algunos otros que también plantean interrogantes y que están ligados a lo que usted me dice, el problema del Holocausto, en el Báltico. En algunos de los países del Báltico se formó, después de la Segunda Guerra Mundial, un grupo llamado Hermanos del Bosque que colaboró con los nazis y participó también en el exterminio de judíos. Y recientemente dentro de Europa, y no me refiero a los países un poco derechizados como Hungría o Polonia, de alguna manera se los estaba reivindicando como héroes de la libertad por el hecho de que habían luchado contra Unión Soviética.»

En Estonia, Letonia y Lituania, se les conoce así a miembros del movimiento partisano que constituyeron una oposición armada a la invasión de la entonces Unión Soviética.

Hermanos del Bosque Lituanos en el distrito de Naliboki el 20 de Julio de 1944. / Imagen tomada de euroasia1945.com

«Al mismo tiempo, también, cabe señalar que ha habido resoluciones un poco extrañas de Europa, de parte de altas instancias europeas —me parece que es el Consejo Europeo—, en el sentido de prácticamente decir que la Unión Soviética fue causante de la Segunda Guerra Mundial, pero son formas, pareciera, de exoneración un poco de estos grupos que son abiertamente neofascistas. Y que tienen abiertamente ingredientes antisemitas, además de antirusos e incluso en el año 2014 eso desembocó en una tragedia —que tampoco le costó sanciones a Ucrania—, en la casa de los sindicatos de la ciudad de Odesa, donde fueron quemadas 46 personas en circunstancias horribles, con la participación de grupos paramilitares de carácter abiertamente neofascista.

»Curiosamente se condena en general la extrema derecha o el populismo o el resurgimiento de esto que usted me menciona, pero cuando se presentan casos concretos como este que le digo de Ucrania o estos del Báltico, no hay una acción concreta para sancionarlos y de alguna manera poner el límite.»

¿Cómo explicar este resurgimiento con tanta potencia en los últimos diez, quince años, de discursos de odio desde la esfera política fundamentados en conceptos como identidad y natividad, una natividad que excluyen a los nativos vulnerables?

–Creo que en este caso nos referiríamos más a grupos de derecha o extrema derecha. Los hay efectivamente con relativa fuerza en varios países Europeos, e incluso los hay en EEUU. Creo que más que estar vinculados en este caso al neofacismo, como el que mencionaba hace un momento como en Ucrania o los países del Báltico, incluso Croacia, estos grupos son básicamente nacionalistas en el mal sentido de la palabra, probablemente; a veces se distingue lo que es nacionalismo de patriotismo, en el sentido de que se le da una connotación peyorativa al nacionalismo y más positiva al patriotismo como amor a la patria.

Creo que esto tiene que ver con una pugna que se está dando actualmente entre dos bastiones de las élites mundiales y hay unas que son muy globalistas y hay otras que se han replegado frente a algunos efectos negativos de la globalización justamente sobre un discurso de tipo nacionalista y ahí entra lo que usted me menciona, que pueden llegar hasta expresiones de xenofobia.

De acuerdo a expertos de la ONU, «el discurso de odio se ha generalizado en los diferentes sistemas políticos y amenaza los valores democráticos, la estabilidad social y la paz. La promoción de ideas impulsadas por el odio refuerza este tipo de discurso público y debilitan el tejido social de los países».

–Ahí si entrarían incluso gobiernos como el de Victor Orbán en Hungría, el de Andrzej Duda en Polonia, etc, incluso manifestaciones como las de Marie Le Pen en Francia, o Vox en España, que son grupos que rechazan la inmigración. Esto no está, obviamente, desligado de lo que fue la presidencia de Donald Trump en EEUU. Creo que hablar de discursos de odio viene un poco de lo que se llama heat speech, en inglés. Se puede considerar discurso de odio si hay alguna forma de incitación a la violencia contra estos grupos. No estoy seguro que sea así en todos los casos.

Jake Angeli, quien encabezó el asalto al Capitolio el pasado 6 de enero / GETTY IMAGES

La contraparte de esto es que las élites propiamente globalistas fomentan la migración. Quiero mencionar rápidamente dos casos: Hubo una oleada migratoria muy fuerte en algún momento de la guerra de Siria, hacia Europa, que provocó, efectivamente, el rechazo de varios países Europeos, con la excepción de Alemania que admitió, me parece, que un millón de refugiados sirios, o algo así. Me pregunto si no es válido, porque eran migraciones manipuladas, en particular de un personaje siniestro que se llama George Soros, me pregunto particularmente en este caso, si no es válido, dentro de ciertos límites, buscar contener la migración, es decir, si de repente México se viera inundado de migrantes centroamericanos, a lo mejor no se tomaría tan a bien. Lo mismo diría en el caso de EEUU, en el caso de Francia, etc.

Y en el caso de México, cuando hubo las primeras caravanas, al principio del sexenio, de migrantes de Honduras, del triángulo norte de centroamérica: Honduras, Guatemala, El Salvador; la misma secretaria Olga Sánchez Cordero llegó a declarar que eran caravanas manipuladas por grupos, ONGs, en particular una llamada Pueblo sin Fronteras con Irineo Mújica a la cabeza, después lo niega, pero eso fue lo que dijo la secretaria, que de alguna manera querían colocar en aprietos al nuevo gobierno y detrás de eso estaba, de nuevo este personaje que mencioné hace un momento, George Soros que tiene la idea de que habría que disolver prácticamente, con las migraciones, los Estados nacionales, por lo menos los débiles.

Hay, repito, un enfrentamiento entre globalistas que empujan, quizás a veces de manera imprudente con los casos que estoy señalando, hacia los fenómenos migratorios y una resistencia que es nacionalista y que en casos extremos puede tomar, efectivamente, cierta forma de xenofobia.

Una parte de estos discursos, para contestar a tu pregunta, que pueden dar en la xenofobia o en formas fuertes de nacionalismo, tiene que ver con una rivalidad entre las élites, entre élites nacionalistas y élites globalistas. Y era el caso, por ejemplo, entre el nacionalismo muy marcado de Trump con Make American Great Again y otros como el que acaba de regresar al gobierno que es de tendencia más globalista y en eso, de alguna manera, un poco se llevan entre las patas a la sociedad.

Expertos de la ONU también han invitado los funcionarios a abstenerse de difundir el miedo entre el público contra los migrantes o los que se consideran “los otros” para su propio beneficio político. Esa retórica que construye al enemigo en la figura del migrante, pero también del homosexual, de las mujeres feministas, africanos, afrodescendientes, personas proEuropa, ¿cómo entender esa retórica y la fabricación de ese “enemigo”?

Creo que no es tan nuevo, ya en los griegos ese enemigo era le bárbaro. La persona que era vista como no civilizada y por ende, bárbaro. Creo que en los casos que me menciona el problema más allá del discurso de odio es que se traduzca en discriminación. Es decir, discriminación hacia determinados grupos de determinada orientación sexual, discriminación hacia las mujeres, discriminación hacia la población negra. El problema es cuando se traduce en un acto porque si no, digamos, puede pasar un poco como lo que pasó con Trump, que mucho de lo que decía era un poquito de bluf, pero tan no terminó traduciéndose en actos graves, que incluso en las últimas elecciones el 40% de los latinos —aunque hay parte de latinos que son blancos—, votaron por Trump.

Creo que no es algo nuevo. La idea de ver a otros grupos como inferiores y actuar en consecuencia, que es cuando se vuelve grave, no es tan nueva, no me atrevería a decir que está resurgiendo, yo creo que siempre ha estado ahí, obviamente que es importante educar a la gente para que sea distinto, para que no haya discriminación en los hechos.

Está un poquito, quizás, inflado el asunto en términos de discurso de odio, en la medida en que, volviendo a lo que le decía hace un momento, la parte globalista de las élites tiende por momentos a ser una caricatura de la otra, la más nacionalista, retratándola ya sea de extrema derecha o populista y, justamente, como una parte que rechazaría lo que usted dice, formas distintas de identidad. Creo que no es exactamente así.

Otro ejemplo muy breve, que ha sido objeto de condena, es el caso de Bolsonaro en Brasil. Creo que no hay duda de que Bolsonaro está ligado a sectores de derecha, a tal punto que hay bastantes militares en su gabinete. Él mismo ha reivindicado lo que fue el periodo de la dictadura en Brasil; es abiertamente contrario a grupos de determinada orientación sexual; se burlan abiertamente sus hijos del hijo de Alberto Fernández que es drag queen, pero eso no se ha traducido en incitación a la violencia.

Pero ¿cómo hablar de ese tipo de narrativas?, ¿cómo verlas?

Distinguiría entre lo que es el aspecto del discurso, lo que le atribuyen estas élites globalistas a este tipo de mandatarios que tienen otra orientación y habría que ver lo que pasa realmente en los hechos. Lo que pasa en los hechos es, por ejemplo, Trump dice que los mexicanos somos unos violadores y asesinos. Nos indignamos, obviamente, en la medida en la que no puede haber una generalización y no se puede decir que “todos los mexicanos son violadores y asesinos”, pero al mismo tiempo constatamos que tenemos un problema grave de inseguridad con homicidios altos y de feminicidios también.

En el momento actual ¿hay un peligro, esos focos rojos no significan un peligro de volver a una situación de pureza racial en todos los sentidos, como se dio en el nazismo? Se lo pregunto porque en Polonia hay 30 declaraciones de “zonas libres de LGBT” y en la India está la ley de ciudadanía que excluye tajantemente a población no hindú y en especial a musulmanes. Es decir, que no se pueda suscitar un hecho como ése actualmente, porque hay muchos focos rojos en esos discursos.

Bueno, en los casos que me menciona, sí hay justamente un problema de paso de las declaraciones a los hechos. El primer ministro de India, Narendra Modi es extremadamente prohinduísta y eso se tradujo en su carrera, cuando fue gobernador del estado de Gujarat por lo que conocemos por pogromos, que es una especie de encerrar a la población asesinarla, contra los musulmanes y esto es extremadamente.

Curiosamente, al mismo tiempo, Modi, ha sido bien recibido, incluso en determinado año, me parece que es el 2008, hubo toda una ayuda para su programa nuclear con Barak Obama, siendo que ya se conocía la trayectoria de Narendra Modi en la India. En ese caso sí es grave porque hay un paso a los hechos, incluso se sabe que Modi ha estado ligado a grupos paramilitares que, justamente, persiguen y asesinan a los musulmanes.

Ahora hay toda un página en Naciones Unidas que especifica qué son los discursos de odio. Lo principal en el sentido de la vigilancia es que no se pase a los hechos y que se castigue si se pasa a los hechos.

¿Cómo analizaría usted la aceptación e identificación de un porcentaje de la población frente a este tipo de retórica y pensando en el dato que me dio hace un rato, el de 40% de la población que votó, nuevamente, por Trump?

Tiene que ver con lo que le decía hace un momento de rivalidad entre élites. Lo mismo sucede, por ejemplo, con esa no deleznable parte de la población francesa que se puede identificar con Marie Le Pen, que tiene un discurso contrario a la migración.

Me parece legítimo que una parte de la población no comparta forzosamente lo que puedo entender como valores cosmopolitas de disolución de todos los límites, de todas las fronteras. Y, dentro de esto, hay que tomar en cuenta esto que usted me dice, en el caso de Trump, que obtuvo 74 millones de votos, que no es cualquier cosa. Hay toda una franja de la población que sufre los efectos de la globalización, pero no se siente representada forzosamente en grupos de izquierda. Estoy hablando de trabajadores blancos, que son muchos de los que votaron por Trump, y que no se sienten representados por otra alternativa, entonces puede pasar en Polonia, pude pasar en Hungría, puede pasar con el Frente Nacional en Francia y, tal vez, incluso le sorprenda decir que hay gente de origen antillano, por ejemplo, partidaria del Frente Nacional, pero que siente de cierta manera que la globalización afecta sus intereses, pero no encuentra alguna forma de canalizar ese descontento que no sea a través de estos sectores de derecha, que yo diría que además son, en la medida en la que podemos agregar algunas otras cosas, son a veces antiabortistas, por ejemplo. Diría que son conservadores y hay algo paradójico que buscar un cambio a través de grupos conservadores.

Es algo que se puede ver incluso en la votación del Brexit en Reino Unido. ¿Qué sectores votaron a favor de quedarse en Europa? Pues los más favorecidos por la globalización, gente de clase media, gente urbana; lo mismo que en EEUU, las grandes ciudades son demócratas, pero la gente del interior del país que vive de otra manera la globalización se inclina por estas alternativas de derecha o que pueden verse como conservadoras.