«Los tríos tempranos de Beethoven, han sido un desafío enorme para el Cuarteto Latinoamericano»: Arón Bitrán

Para su participación en el Festival Internacional Cervantino, han grabado un concierto con el Canal 23 en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes

Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- Fundado en 1982, el Cuarteto Latinoamericano es una de las agrupaciones de música clásica más destacadas del país. Nominados en seis ocasiones y ganadores de dos premios Grammy Latino, son referentes en la región tanto en lo musical como en lo educativo. Aunque la mayor parte de su repertorio lo integran obras creadas en el siglo XX y XXI, ahora en formato de trío, vuelven a tocar música de Ludwig van Beethoven (1770-1827), un compositor al que se han acercado en los últimos años, de manera especial este 2020 en el que se conmemoran 250 años de su natalicio.

«La pandemia nos ha impedido hacer varias presentaciones que el Cuarteto Latinoamericano tenía previstas en homenaje a Beethoven. Desde marzo teníamos varios conciertos, tanto en el Festival del Centro Histórico como en otras instancias. Nada de eso se pudo hacer. Además, la pandemia nos ha impedido que nuestro primer violín, que es Saúl Bitrán, y que vive en Boston, haya venido a México para trabajar y hacer estos conciertos. Pensamos en una alternativa porque no queríamos dejar pasar el año Beethoven y propusimos al Cervantino hacer los tríos de cuerda con tu servidor (violín), Javier Montiel (viola) y Álvaro Bitrán (violonchelo). Son dos de sus maravillosos tríos opus 9, obras de juventud, pero obras extraordinarias que no son una especie de “ensayo” para lo que vendría después. Son obras valiosísimas por sí mismas»: Arón Bitrán

Es cierto que hay obras en donde Beethoven le da vuelta a ciertas ideas que de una instrumentación pequeña luego las lleva hasta niveles orquestales. Si bien en sus obras de juventud esto no es tan claro, sí hay ciertos apuntes que ya denotan el temperamento que explotarán en años más adelante.

A mí me parece que estas obras, que son Opus 9, es decir un Beethoven de 27, 28 años de edad, son obras de madurez. Toda la carga dramática que encontraremos en los cuartetos tardíos compuestos veinte o treinta años después, ya está aquí. Y no diría que en génesis, pienso que esa carga dramática está plenamente desarrollada, algo que nos deja atónitos cada vez que escuchamos su música.

Cuando empezamos a trabajar estos tríos, yo tenía un poco la idea que eran obras de juventud, preparatorias para los cuartetos, que es un género que a todos intimidaba, pero no. Particularmente el Opus 9, número 3; uno de los dos tríos de este concierto, tiene una profundidad dramática que yo equiparo con algunas de sus obras tardías.

Es un lugar común hablar de la personalidad atormentada de Beethoven, pero creo que ese espíritu que nos dio todas estas obras fantásticas del compositor consagrado, ya estaba presente en sus obras de juventud. Esa contradicción entre su enorme amor por la humanidad y su incapacidad de comunicarla y de enamorarse, de transformar ese amor teórico en un amor de carne y hueso, o en un amor al prójimo; esta contradicción entre la ternura tremenda y la desesperación, a mí me parece que ya está presente en estas obras.

Ustedes que son un cuarteto y que en otro Cervantino han interpretados cuartetos de Beethoven, ¿cuál es la exigencia que las obras en trío piden a diferencia de las obras de cuarteto escritas por Beethoven?

Desde mi punto de vista, en estos tríos los tres instrumentos son mucho más solistas que en los cuartetos, en los cuartetos, al menos en los tempranos de Beethoven, que escribió inmediatamente después de estos tríos, en 1800, evidentemente hay un primer violín bastante solista y una posición un poco subordinada del violín, la viola y el chelo. En los tríos esto realmente no ocurre, tienen momentos brillantísimos de solo para la viola y el chelo, no sólo para el violín. Es decir, cuando entró al género cuarteto modificó un poco este pensamiento musical. Quizá por eso los tríos son un poco más difíciles, porque son tres solistas que conforman un ensamble.

Con los grandes autores como Beethoven, hay diferentes tesis para aproximarse a su obra, a veces predomina el conocimiento de la vida de la persona, en otras es la apuesta por los tipos de afinación y el rango sonoro que tienen los instrumentos de época, como también está el análisis musicológico de los documentos o la interpretación de su obra desde las posibilidades del presente.* ¿Cuál es su criterio para tocar a Beethoven?

Te tengo que decir que Beethoven nos intimidó por mucho tiempo. Personalmente te cuento que en mis primeros veinte años, cuando estaba en la Orquesta del Conservatorio, tocaba las sinfonías de Beethoven probablemente sin entenderlas mucho, no les veía particular interés. Después, de los veinte, a los cuarenta años, me interesó mucho Beethoven como escucha, me sentía intimidado para abordarlo como intérprete. Y es a partir del tercer tercio de mi vida, de los cuarenta hasta el día de hoy, que finalmente me atrevo a tocar a Beethoven con convicción, esto tiene que ver con que he descubierto que mucho de la profundidad de su discurso musical está escondido en los pequeños detalles en su partitura, pero que con muchísima frecuencia los intérpretes no vemos con atención: los crescendi hasta un pianísimo súbito, los acentos o los diminuendos hasta casi desaparecer, o los pequeños cambios de tiempo. Todo ese arsenal de herramientas que tiene el compositor para meterle su intensión a esos puntitos negros que están en el pentagrama, que en realidad no dicen nada, creo que particularmente en Beethoven son muy relevantes si uno quiere encontrar el drama que está oculto en su música.

Cuando trabajo Beethoven con mis alumnos, me he vuelto obsesivo en insistir en una lectura realmente meticulosa, más que con otros compositores. Porque su música cobra otro sentido si uno presta atención a cada una de sus indicaciones. ¡Ver sus manuscritos es apasionante! Porque uno ve toda esta lucha por llevar al papel una idea musical que era clarísima en su mente. Hay borrones, tachones, a veces muchos intentos para llegar a una solución. A diferencia de Mozart cuyos manuscritos son perfectos desde la primera nota, la lucha de Beethoven por encontrar una manera de poner en el papel sus ideas, las plasmó con mucho detalle. Y creo que ahí hay una posible respuesta en cómo abordarlo.

En 2014, Rudolf Buchbinder tocó en el Cervantino siete conciertos para completar de memoria las 32 sonatas de Beethoven. Le pedí una entrevista y él me solicitó que fuera después de escuchar los siete conciertos. Él había grabado en tres ocasiones distintas todas las sonatas, una vez cuando muy joven, después en esa llamada «mediana edad», y la última versión es en ese tercer tercio de vida al que te refieres. Le pregunté ¿por qué tres versiones?, de las cuales, la primera grabación esta descatalogada por su propia solicitud. Respondió que la primera versión le avergonzaba porque no tocaba a Beethoven, era un lucimiento de su virtuosismo. La segunda grabación era su idea de lo que era Beethoven. Y la tercera, la que más le gusta, es donde finalmente pudo tocarlo sin pensar en nada ni en nadie, sólo en la música. “Es como estar fuera de este planeta”, me dijo. Esa reflexión me parece muy interesante. ¿Cuál es la reflexión que les provoca tocar ahora a Beethoven?

Nosotros tuvimos el gusto de tocar con Buchbinder, en un Cervantino, los cuartetos de Schuman y Brahms. Conversé mucho con él y es una persona muy interesante. Yo creo que a diferencia de Buchbinder, tuvimos la visión de no tocar Beethoven antes de los cuarenta ni mucho menos grabarlo. Si le tuvimos tal respeto, es porque realmente te das cuenta que no entras fácilmente a la esencia de su pensamiento musical. Eso lleva mucho tiempo, con Beethoven más que otros compositores. El estilo mozartiano es muy difícil, pero es estilo, es decir hay que encontrar la articulación porque la música te habla de una manera mucho más directa. No quiero decir que no haya profundidad ni drama, a veces su drama es mayor que el de Beethoven. Pero su lenguaje musical te lo hace más explícito. En Beethoven es muy difícil de encontrar, sentirse pleno y confiado. Realmente para mí estos tríos fueron un desafío enorme. Y modestamente puedo decir que me siento muy contento, porque sentí que ahora sí llegamos al meollo de las emociones que están escondidas en esas notas.

Ese respeto al que refieres para interpretarlo, ¿también debe ser para escucharlo?

Como lo planteas, el respeto parece tener una connotación negativa. Yo creo que no. Hay que tenerle admiración, pero hay que oírlo con frescura, sin prejuicios ni preocupación. Es música poderosísima. Yo creo que nadie se resiste, por ejemplo, al primer movimiento de la 5ª Sinfonía. Es una obra que he escuchado toda mi vida y cada vez que la escucho me conmueve. Por supuesto que los cuartetos tardíos o las últimas sonatas para piano, es música compleja. Quizá no sea ideal acercarse por primera vez a Beethoven a través de esas obras tardías, pero hay mucha música de Beethoven que le habla a uno en primera instancia, que puede servir como una puerta de entrada a su obra tardía.

La Historia es más larga que nuestra carne perecedera, cuando hablamos de 250 años del nacimiento de Beethoven para algunas personas puede parecer algo muy lejano, pero el mundo en el que él crece y compone, es el que se debatía entre el gobernante héroe y el gobernante representativo, un mundo de independencias y de la creación del Estado-Nación. Es cierto que el eclecticismo de la creación actual pudiera hacernos creer que es un tiempo lejano cuando hablamos de Beethoven, pero no parece una realidad tan distante. Ustedes que interpretan obra de compositores nacidos en el siglo XX o que están creando en el siglo XXI, ¿qué tan actual encuentran a Beethoven?

Estoy muy de acuerdo con lo que dices, muchas de las luchas personales de Beethoven, por no hablar de las musicales, están vigentes. Por ejemplo, que el músico se gane un lugar de respeto en la sociedad. Eso es algo que hoy nos cuesta mucho a los que nos dedicamos a esto, hacerle entender a los gobernantes, a la sociedad y a las instituciones en general, que somos tan imprescindibles como otros oficios y profesiones. Beethoven se negó a comer en la cocina cuando iba a tocar en un palacio, fue el primer músico que se opuso. Tenía una clara conciencia de su dignidad y de su importancia como artista. Ese es un ejemplo maravilloso que nos legó y tenemos que perpetuar porque realmente es justo.

Con relación a nosotros que tocamos sobre todo música del siglo XX y algo del XXI, realmente en el Cuarteto Latinoamericano no vemos ninguna diferencia. Para mí tocar un cuarteto de Manuel Enríquez (1926-1994) o de Arvo Pärt (1935) o de Beethoven, representa exactamente el mismo tipo de desafío: leer bien el texto, tocarlo técnicamente lo mejor posible y tratar de encontrar qué es lo que quiso decir el compositor. ¿Cuál es el mensaje? ¿Cuál es el espíritu? ¿Cuál es el ambiente que le queda a esa obra?

Además del Festival Cervantino, ¿este programa lo ejecutarán en otro concierto?

Si, esta semana lo repetiremos en el Forum de Guanajuato, en León. Luego en la UAM Iztapalapa y espero que en otros lugares. En algunos casos en teatro vacío con transmisión en streaming y en otras, como en el Forum, en vivo con un 30% de aforo y sana distancia. Estamos ansiosos por tener contacto con el público. Nuestro último concierto fue el 18 de febrero, es doloroso porque nosotros tocamos un promedio de cincuenta conciertos al año, este 2020 serán tres o cuatro. Es un año difícil, pero vemos con alegría que esto empiece a permitir gente en los teatros.

*En México hemos podido escuchar diversos posicionamientos a través de intérpretes de primer nivel que han tocado a Beethoven, algunos que recuerdo de inmediato son la Orquesta de Brujas Anima Eterna, de Jos Van Immerseel; el Emerson String Quartet, de Nueva York; o el pianista austriaco Rudolf Buchbinder, entre otros, de los que han venido en años recientes al Festival Cervantino; así como la alemana Anne-Sophie Mutter que fugaz pasó en 2010 por el Festival de Música de Morelia.

Imágenes, cortesía del Festival Internacional Cervantino.