Miguel León Portilla, una reflexión hacia una nueva visión historiográfica de su trabajo

A casi quinientos años de la caída de México-Tenochtitlán y a poco más de 60 años de su primera edición, ¿es posible una diferente visión historiográfica del contenido de la Visión de los vencidos…, este clásico de la bibliografía de la historia nacional?

Ciudad de México (N22/José Meléndez) «La lectura y valoración de estas crónicas es camino que lleva a buscar una más honda significación de la conquista.» Con estas palabras inicia el historiador y antropólogo Miguel León Portilla el prefacio de la cuarta edición de 1969 de la Visión de los Vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, libro con un alcance muy importante en la difusión cultural del Estado mexicano. En términos editoriales es probablemente el libro más exitoso de México. A casi quinientos años del aniversario de la caída de México-Tenochtitlán y a poco más de 60 años de su primera edición, ¿es posible una diferente visión historiográfica del contenido de este clásico de la bibliografía de la historia nacional?

Platicamos con dos académicos especialistas que han dedicado buena parte de su investigación al periodo que conocemos como la Conquista: José Pantoja, historiador y doctor en antropología y maestro de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y al doctor emérito del INAH-Veracruz, Guy Rozat Dupeyron autor de libro Indios Imaginarios e Indios Reales, editado por Navarra.

¿A qué responde el discurso historiográfico del libro la Visión de los vencidos publicado hace poco más de sesenta años, en 1959, en el contexto de los casi 500 años de la caída de la ciudad de México-Tenochtitlán?

José Pantoja (JP): El libro va a responder a la necesidad del Estado nacional por construir una justificación histórica de un proyecto de Estado-Nación que va a surgir después de la Revolución Mexicana. La Visión de los vencidos tiene cierta virtud, que se elabora, se produce desde el campo de la literatura. En un principio estaba considerado como parte o un  producto literario. En algunos de los muchos países en donde se ha traducido, en sus bibliotecas o las editoriales, lo clasifican como literatura. Esto ya marca la manera en cómo se elabora el texto. Aunque hace una referencia histórica, el texto no está fundado en una metodología histórica. Es muy clara la manera en que trata sus fuentes. El texto de León Portilla sí construyó una narrativa única porque va recortando los textos del siglo XVI y principios del XVII para hacer esta narrativa, de tal manera que cuando uno entra, va leyéndolo como si fueran ocurriendo los acontecimientos, contada por los propios autores, una historia. Esto nos diferencia de una metodología histórica.

Guy Rozat (GR): Lo que quiso construir es un mito nacional. Construyó un mito de la conquista y la llegada de lo occidental, y eso resulta interesante. Él lo hace en el siglo XX, después de la Revolución, después del intento de educación socialista de todo ese movimiento, callista, etcétera. Y es por eso que León Portilla viene en un momento de los años sesentas y setentas, cuando se hace una nueva alianza entre ese PRI que ya no es el viejo PRI revolucionario, sino una nueva generación para calmar la cristiada, calmar todo y construir un mito nacional, prácticamente una conquista sin mucha violencia.

JP. El texto define una posición ideológica, con respecto a lo que es la identidad nacional, con respecto a cómo debemos representarnos el pasado, para alimentar esa propuesta. Tanto los textos indígenas que él va a utilizar como los textos de los frailes, tienen una orientación cristiana. Y en tanto óptica cristiana, mirara al mundo prehispánico desde ese lugar. Entonces, todos los textos que va a recopilar León Portilla, son justamente eso, presagios, profecías en dónde los indios asumirán que ya están derrotados, que ya no hay más, que es inviable su historia, porque era una historia llena de pecado, pero puede ser salvada. Es decir, los indios pueden tener otra historia, pueden seguir estando en el mundo si se vuelven cristianos.

GR: Evidentemente ése es el gran olvido de que hace León Portilla. Además, podemos decir que, aunque se va a sacar de onda mucha gente, León Portilla no es un historiador, jamás ha sido un historiador, no utiliza ni un criterio ni ninguna ciencia de la historia.León Portilla jamás respondió a la crítica que se le hizo, jamás, porque sabía que al responder a las críticas te expones a que tus métodos o tu ausencia de métodos historiográficos, te devela. Lo que yo podría reprochar a León Portilla es esto: es construir unos indios en su visión de occidente, pero son más bien una visión de los idiotas, es decir, gente incapaz. La única cosa en la que cree son presagios, profecías, un cometa, «Señor Dios, todo se va a venir abajo». Cuando pensamos que el conocimiento precolombino de los astros superaba mil veces el conocimiento occidental y sabían perfectamente cómo funciona el cosmos, tenían sus calendarios sobre centenas y miles de años, mucho más preciso que el occidental. ¿Cómo los va a asustar un cometa? Es evidente que los que llegan a la América con el miedo al fin del mundo son los occidentales. Hace siglos que están calculando el fin del tiempo. Y están proponiendo fecha de 40, 60, 80, 200, depende del autor, pero muy cercano. El catolicismo es una religión totalmente de miedo en el siglo XVI.

Entonces, ¿es posible interpretar estos textos como narraciones de verdad?

JP. Justamente es ahí donde el método histórico está ausente, porque él toma un texto del siglo XVI como si fueran textos de verdad, textos que te están diciendo la verdad de lo que ha ocurrido. Si los tomo así, es el verdadero pensamiento indígena, la verdadera historia indígena, lo que verdaderamente ocurrió con el mundo prehispánico. Ese es obviamente un problema historiográfico porque ¿cómo fue posible que tuviera tanto impacto en términos de la historia, de la antropología, un libro que no tiene metodología histórica, que no hace un análisis de la fuente? Lugo vendrá un intento de León Portilla por justificar científicamente sus selecciones y sus textos, De tal manera, por ejemplo, insistirá en la idea de que Sahagún es el primer etnógrafo, es decir, se le darán nuevos atributos a esos textos del XVI que no les corresponde. No tiene nada de antropológico, no existe esa idea de antropología, etcétera. No existe ese tipo de idea de ciencia. El proceso del saber del siglo XVI tiene otro sentido.

GR. Si tomamos en la Visión de los vencidos otros ejemplos son muy claros, por ejemplo, la entrega del Imperio. Uno de los grandes trozos fabulosos de este relato, es que el propio Moctezuma, cuando ve llegar a Cortés, lo toma y dice: « ¡Ah! Es Quetzalcóatl que regresa, y lo abraza y que bien que viniste, por fin viniste, lo que mis antepasados vieron, yo soy tan feliz de verlos, y bla bla bla.» Haciendo el teatro del más malo y le dicen: « Ven, te entrego tu imperio que te hemos reservado para ti. » ¿En nombre de qué, un Tlatoani (“Emperador” porque probablemente no había imperio sino otra configuración política que habría que analizar) ¿Por qué dijo Cortés que le entregó el “Imperio”? Y después dicen: ¡Ah, nos entregó un imperio! Es nuestro.» ¿De dónde saca León Portilla esta verdad indígena? Él dice en la Visión de los vencidos, por eso digo que no es un texto de historia: «Yo no hice nada, solamente encontré la antigua palabra, que nadie había visto antes, que toda había pasado inadvertido, pero dónde en las crónicas españolas. Es que todos sus textos de Sahagún, de los cronistas hispanos, y de estos hispanos recorta con sus tijeras un trutú muy bonito ¿qué es lo que construye?, la visión de los vencidos, pero estos vencidos son figuras retóricas al interior del discurso occidental, no tiene que ver con indios.

¿Cuál es el impacto en términos académicos y en términos sociales de este discurso?

JP: En términos académicos es grande porque León Portilla se volvió una institución dentro de la UNAM y creó departamentos adscritos a él, de históricas, de literatura, etcétera, son grupos de académicos que se formaron con él, entonces, en ese sentido, es una institución. Además, está en la UNAM, es decir, no es cualquier lugar, es una institución dentro de una institución, encargada justamente de producir lo elementos para la cultura mexicana, la cultura nacional. El mundo prehispánico está oscurecido, la historia prehispánica esta oscurecida por la producción académica mexicana. Y en ese sentido, con una correspondiente mundial, es decir, porque esta mirada la vamos a encontrar en Francia, la encontramos en Inglaterra, etcétera. Es una imagen del mundo prehispánico, no es exclusiva de los mexicanos, pero que los mexicanos la alimentan continuamente, los académicos mexicanos y dominan las instituciones mexicanas. Esta es la versión dominante en las instituciones mexicanas. Están los libros de texto y los libros de texto es probablemente el único libro que leen los mexicanos, la mayoría de los mexicanos. Conforme uno hace el análisis de lo que leen los mexicanos, evidentemente no todos ha leído un libro o dos en su vida y uno de ellos es el libro de texto, entonces esa es la referencia que tienes. Es la versión de Estado, la versión oficial. Y como versión oficial no está flotando, como versión oficial está en todas las estructuras culturales del Estado, es la representación de pasado que se promueve, que se difunde.

Cuando me preguntas sobre el impacto de esto, pues el impacto es que se ha creado un gran vacío identitario, todos estamos llenos de identidad, pero en términos de identidad nacional hay un vacío identitario: se nos acabó el nacionalismo violento y forzado ya no tiene fuerza.

¿Cómo podríamos reflexionar el trabajo de Miguel León Portilla en el siglo XXI?

JP. El trabajo de León Portilla ya debe ser mirado historiográficamente, es decir, es un trabajo de mitad del siglo XX que corresponde a una política, a una cultura, a una formación de Estado de ese momento. Ahí hay que ponerlo, ese es su lugar. Lo que no debemos seguir haciendo es utilizando como un referente para hacer historia o para hacer antropología, cuando las bases que nos ofrecen no existen. Es una obra de literatura, entonces no podemos hacer historia y antropología desde una obra de la literatura. Pertenece a cuando el Estado empujaba una identidad colectiva en el ámbito de un nacionalismo, pertenece a una tradición particular de ese nacionalismo que es el nacionalismo católico, que está desde el siglo XIX, es decir, no se limita a León Portilla, está presente desde el siglo XIX y en ese sentido hay que estudiarlo ahora. Acabar con esta idea de que este libro nos ofrece una posibilidad de pensar históricamente el pasado prehispánico, no lo hace, no nos sirve. Necesitamos otras representaciones del pasado prehispánico que se quite de la mirada cristina occidental, que la seguimos mirando, que la arqueología y la antropología de hoy, la mira al pasado prehispánico, lo sigue mirando desde ese lugar. Entones, necesitamos romper con eso.

GR. El pueblo mexicano ya no necesita de esta verdad monolítica de los indios en general. La idea misma del multiculturalismo va un poco en contra de esta idea que tenía el antiguo indigenismo paternalista que acompañaba la época de León Portilla, porque no hay ninguna verdad y sobre todo, el pueblo mexicano ya no necesita de esta verdad monolítica de los indios en general.