«En la obra de Monsiváis encontramos esa sensación de que somos un país subdesarrollado si no sabemos dialogar con nuestra cultura»: Pável Granados

El ensayista y escritor, actual director de la Fonoteca Nacional, rememora momentos clave de Monsiváis, de su obra y de sus aportes a la construcción y revalorización de la cultura mexicana

Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- Ensayista y escritor, Pável Granados, actual director de la Fonoteca Nacional, desde su juventud tuvo como referencia el trabajo de Carlos Monsiváis. A través de anécdotas, construye un erudito retrato del autor de Apocalipstick y nos invita a aproximarnos a su obra.

–Carlos Monsiváis ha sido, a lo largo de toda mi vida, una referencia constante. Desde que estaba en el C.C.H. Sur, mi camino fue leerlo en el periódico. Siempre procuré leer sus prólogos y tener algún libro de él. Cazaba las presentaciones que hacía de algún libro. Para mí fue el descubrimiento de las posibilidades de la Ciudad de México, el descubrimiento de las posibilidades de lectura de una cultura que se me hacía enorme, cuya puerta de entrada fue Carlos Monsiváis. Al mismo tiempo, me dio certezas como incertidumbres porque él buscaba aprehender la cultura de la urbe en, por lo menos, dos siglos. Devoré todas sus columnas de “Por mi madre bohemios”, todos sus libros, sus crónicas, sus publicaciones en revistas, sus entrevistas que eran muchas y fantásticas, porque Monsiváis era un hombre muy dado al aforismo inmediato y eso era muy deslumbrante.

Recuerdo haberlo ido a buscar a su casa, me decían: “Es la casa con las cortinas rotas”, rasgadas por sus gatos. Así se veían las cortinas desde la entrada de la casa en la calle San Simón. La verdad, me imponía mucho. Yo tenía 18 años y el día que hablé con él me dijo: “Tú y yo tenemos que ser amigos”. Así que varias veces lo pude visitar. En ese entonces hacía una revista con mis amigos y lo entrevisté para esa publicación, hablamos de la Ciudad de México, de sus gatos, de películas, de música, de boleros. Me contó de sus primeros textos: una crónica de la protesta por el asedio a Guatemala y al gobierno de Jacobo Árbenz en 1954 —Carlos me contó que en esa manifestación vio por única vez a Frida Kahlo—, y una crónica de un concierto de Bola de Nieve. Le pregunté: ¿Dónde están esas crónicas?Justamente, olvidadas en algún periódico preparatoriano.  

Carlos Monsiváis, además de ser un hombre, era una palabra escrita y una palabra hablada. Recuerdo que una vez en la televisión lo entrevistó Andrés Bustamante en su personaje de “Ponchito”, le preguntó: “¿Te peinaste?” Y Carlos respondió: “Sí, meticulosamente. Considero a mi peinado una escultura capilar.” Todo él era un happening llamado Carlos Monsiváis, porque era una manera de ser, una manera de enfrentarse al lenguaje.

Cuando te escucho Pável, pienso en el concepto de “Cultura”, que como todo concepto es una convención. No es lo mismo la idea de cultura de los Contemporáneos que la de Carlos Monsiváis, en ese sentido fue innovador. Mucho de lo que hoy consideramos “cultura”, tiene que ver con sus curiosidades y escritos.

Últimamente me he acordado mucho de un comentario que hizo Walter Benjamin (1892-1940), sobre la vez que un hombre-mosca visitó Alemania, creo que era Berlín. Y subió por una catedral hasta llegar a la cúpula. Benjamin decía que ese hombre-mosca se iba agarrando de cosas pequeñas, la cabeza de una gárgola, de una mano, de cosas pequeñas para poder subir. Y Walter Benjamín dijo: “Yo soy como ese hombre-mosca porque para subir arriba desde donde puedo ver mejor, me voy aferrando de las cosas pequeñitas.” Yo creo que Carlos Monsiváis era muy parecido a esa imagen que tenía de sí mismo Walter Benjamin, porque se asomó a cada pequeño documento de la cultura, sea una canción, la declaración de un político, una postal, un verso, lo que sea, para poder subir y ver desde los tejados la realidad mexicana.

¿Es el memorioso Monsiváis?

¡Claro! En 1996, Iván Restrepo hizo una comida para festejar los sesenta años de la película Allá en el rancho grande (Fernando de Fuentes, 1936), detonante de la comedia ranchera. Estuvimos la fotógrafa Frida Hartz; el gran coleccionista Armando Pous; el actor y protagonista de la película, Tito Guízar (1908-1999); Iván Restrepo; Monsiváis y yo. Para mí fue un momento único porque toda la tarde estuvimos platicando acerca de cómo era el Nueva York de 1929, el Hollywood de 1937 —en que Guízar coincidió con Agustín Lara— y Carlos Monsiváis poniéndole ya sea una nota al pie, o un repertorio adjunto a todo lo que decía Tito Guízar. Cada cosa que decía Tito Guízar lo iba glosando Carlos Monsiváis. Era una una delicia.

¿Cómo escribía Monsiváis?

Carlos es una referencia y necesidad. Es una voz que hay que atender estés de acuerdo o no con él. Tanto por la calidad y la pasión por la que Carlos amó y odió esta ciudad, y porque Monsiváis, como decía Carlos Fuentes: “Creó un género bifronte, el ensayo y la crónica.” Carlos Monsiváis es al mismo tiempo un cronista, pero alguien que reflexionaba acerca de lo que narraba.

A veces veo a Monsiváis como a un Guillermo Prieto (1818-1897) con un alto nivel de teorización. Cuando Carlos era muy joven ofreció una conferencia sobre la novela policiaca, incluso publicó el texto con el título “Ustedes quiénes nunca han sido asesinados”, algo así, y conecto eso con un análisis de Umberto Eco, quien escribió que la literatura policiaca es la reflexión abierta del detective, que te cuenta todo lo que ve. Pero antes de llegar al final, el detective cierra su consciencia, él ve todo y sabe que nosotros no podemos ver nuestra realidad, se esconde en su habitación para emerger con la resolución de lo que viste con él, pero que no te diste cuenta. Monsiváis es, al igual que un narrador de la literatura policiaca, alguien que nos enseña la realidad, se esconde, escribe aforismos para entender la realidad de una manera que nosotros no la pudimos ver. Monsiváis no revela su proceso creativo, no nos deja asomarnos a su taller como escritor. Sale de su laboratorio con sus aforismos ya hechos después de encerrarse en sí mismo.

¿Crees que Carlos es fundamental para entender a la Ciudad de México?

En mi caso personal, en mi formación literaria, hay tres personas que me han presentado a la Ciudad de México: Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska. Esa Ciudad de México que no conocí pero que puedo inventar en sueños, es la de Pacheco con obras como Las batallas en el desierto que este 2020 cumple cuarenta años. Elena Poniatowska es como Diego Rivera, ha pintado un mural de lo que vale la pena de la cultura en México, de lo que vale la pena rescatar. Y Carlos Monsiváis en una biblio-hemerografía inmensa en donde reúne lo peor y lo mejor de México, de una tradición cultural.

Carlos Monsiváis en su casa / Todas las imágenes son cortesía de la Fundación María y Héctor García

¿Cuál es la tradición de la cultura de Carlos Monsiváis?

Carlos Monsiváis revisa toda una tradición, la cuestiona e incorpora partes que no se habían puesto en la tradición cultural mexicana, pues nuestra tradición había sido muy afrancesada, antes de Monsiváis la intelectualidad mexicana estaba “aburguesada”, se dedicaba a citar en francés, sabía de cultura italiana y de ópera. Pero Carlos pertenece a una generación que fue una de las primeras que leían en inglés, Monsiváis sabía de cómics, de los Beatles, de la literatura policiaca, de otras cosas que los escritores anteriores ni se imaginaban. Monsiváis sabía de trivia cinematográfica, de tantas cosas que eran inaccesibles para muchos de los anteriores intelectuales. En ese sentido, Carlos es un lector de la realidad completamente distinto, ya que, desde los Contemporáneos hasta la generación de Octavio Paz, leyeron a la realidad de una manera muy distinta. Y Monsiváis, yo creo, leyó la realidad da partir del “Nuevo periodismo”, con ángulos como los de Jean-Paul Sartre (1905-1980) o Herbert Marcuse (1898-1979). Su idea de cultura era una muy amplia a la que los escritores anteriores a él no estaban muy acostumbrados. ¡Descubrir un México popular, había sido una conquista en la época de la Revolución Mexicana!

Era impresionante esa visión de cultura que nos conectaba a tantas cosas desde el cine popular o la poesía. Cuando escucho lo que cuentas me parece que describes a un personaje incómodo de la cultura.

¡Claro! Recuerdo una vez escucharle la frase: “Todo lo que hoy es alta cultura, en algún momento fue cultura popular y viceversa». Y esa concepción de cultura como un todo, no algo seccionado, no como algo escogido, podía ser muy incómodo para muchos intelectuales.

Él hizo muchos textos sobre Agustín Lara (1897-1970), hizo muchos textos sobre José Alfredo Jiménez (1926-1973), hizo muchos textos sobre cine. Cada uno de estos textos tiene un discurso particular que se integraría en esta noción de cultura. En la sensación de que somos un país subdesarrollado si no sabemos dialogar con nuestra cultura, si no sabemos disfrutar a los diversos productos culturales a los que podemos tener acceso. Ahí es donde nos preguntamos ¿qué tipo de país somos? Es una pregunta abierta.

¿Cultura en un Estado laico con sociedad civil?

Creo que, para él como persona, por su formación familiar, era necesario un espacio público en donde poder compartir más cosas. Y ese terreno público sólo era posible en la noción de Estado laico. Ahí es donde encuentro las causas de Monsiváis, primero el Estado laico, que es la omisión del Estado en temas religiosos, no es la negación sino la omisión de opinión. Monsiváis, conforme pasa el tiempo, fue construyendo la certeza de preservar el Estado laico, sobre todo en un México lleno de enemigos de la laicidad. Lo vio en lo sinarquistas o en el Partido Acción Nacional. Monsiváis localizó a varios personajes que construyeron el ideal del Estado laico, que encontramos en el libro Las herencias ocultas. Ahí están Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Juan Bautista Morales, Manuel Gutiérrez Nájera.

Y otra de sus causas es la sociedad civil, un término difícil porque viene de la filosofía europea del siglo XIX, un término que Carlos Monsiváis lo ubica fuera del marxismo porque le resulta incómodo al marxismo, porque confluyen las clases sociales. Una especie de terreno neutro en donde varias causas pueden coexistir. Por ejemplo, las causas feministas, las causas del movimiento lésbico-gay, la causa de las minorías indígenas. Todos tendríamos que construir un escenario donde podríamos acceder a ciertos derechos civiles como la no discriminación. Monsiváis fue construyendo un discurso amplio en donde combinó, a mi gusto, la filosofía política con la crónica. Por ejemplo, Carlos vio en el Movimiento estudiantil de 1968 una causa primera desde donde se desprenderían otras causas más.

Carlos era de la idea de que, el pueblo mexicano, a través de varios golpes en la construcción de un presidencialismo y de un partido oficial, había sido un pueblo al que se le inculcó la idea de no estar preparado ni listo para la democracia y ser naturalmente apático. Así que el movimiento del 68 era volver a un pueblo que ya tenía historia y que podía recuperar, por ello no es extraño que el movimiento estudiantil de entonces recuperara la imagen del revolucionario Emiliano Zapata (1879-1919).

Desde el movimiento estudiantil, Monsiváis reflexiona sobre la sociedad civil que veremos tiempo más tarde, de una manera muy puntual en Entrada libre (1987), donde narra los eventos detonados por la explosión de San Juanico o la forma en que la sociedad responde y resuelve lo que no pudo el gobierno de Miguel de la Madrid en el terremoto de 1985. Carlos ve ahí un movimiento que no tenía vuelta atrás. Cierta censura posible en 1985 o 1988, ahora es prácticamente imposible.

El México del 2020 es la demostración de que Carlos Monsiváis tenía razón. Con las ventajas y desventajas que vemos de la discusión pública, donde muchas veces vemos un nivel muy bajo de discusión, la verdad es que, hoy tenemos discusión.

Hoy estamos a la espera de intelectuales de ese nivel. Quizá es que ha cambiado la manera de concebir el espacio intelectual, pero alguien con su capacidad verbal y su capacidad ante la cultura popular, nos muestra a un Carlos desconocido, todos los días podemos descubrir algo de Monsiváis. Por ejemplo, el año pasado se publicaron textos de Carlos sobre fotografía. ¡Yo no sabía que Carlos conocía tanto de fotografía!

La cultura a la que alude Monsiváis es muy amplia y nos remite al siglo XIX, ¿desde qué momento detectas su modernidad?

Creo que Charles Baudelaire (1821-1867) nos puede ayudar a entenderlo, es el iniciador del concepto flâneur (en francés se refiere a vagar por la ciudad sin rumbo fijo), que era caminar por la ciudad viendo todos los escaparates, las fachadas, las calles como parte de un todo estético, donde el acto de caminar era un acto estético.

La cultura de Carlos Monsiváis es la de un joven nacido en los años 30, con el advenimiento de la televisión. Nacido intelectualmente bajo el venturoso dominio cultural de Los Contemporáneos en la poesía y en su idea de país, porque Carlos Pellicer (1897-1977), Salvador Novo (1904-1974) fueron de algún modo, educadores que lo acercaron a la cultura universal. Pero también, Monsiváis fue muy agradecido con la influencia de Octavio Paz (1914-1998), porque si bien lo admiró, también fue un interlocutor con quien debatió en varios momentos, pero fundamentalmente lo rigió la admiración por la obra de Paz.

Carlos Monsiváis proviene de una cultura derivada de la crónica. Monsiváis como alumno de Fernando Benítez (1912-2000), quien a su vez Benítez fue un joven contratado para leerle al cronista Luis González Obregón (1865-1938), que había perdido la vista. González Obregón había sido, al mismo tiempo, el alumno de Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893), creador de la literatura mexicana. Lo que quiero decir es que nuestro periodismo es más que eso, es el discurso integrador de todo. Porque en el periodismo mexicano del siglo XIX estaban lo mismo los textos filosóficos, pedagógicos e históricos, y como señala José Emilio Pacheco, también estaba la poesía.

Para mí Carlos Monsiváis es uno de los grandes resultados de una manera de escribir la crónica que viene del periodismo del siglo XIX, ese periodismo que nos permitió un Guillermo Prieto, un Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895). Para mí, Monsiváis viene de la crónica periodística, me parece que ése es el árbol del que procede.

Carlos Monsiváis / Autor: Héctor García

¿Se puede hablar de un pensamiento en la obra de Monsiváis?

Así como podemos encontrar un pensamiento en toda la obra de Altamirano y Justo Sierra (1848-1912), que hoy nosotros podemos sistematizar, me parece que podemos hacer lo mismo en la obra de Monsiváis. Él hizo lo propio con la obra de Salvador Novo, a quien se le negó la idea de que él pensara algo. Incluso lo dijo de una manera muy despectiva Octavio Paz, que cita Monsiváis: “Salvador Novo no escribe con sangre, escribe con caca”. Monsiváis decía, no es así, hay que sistematizar el pensamiento de Novo, en defensa de un personaje que hoy es un gigante de la literatura.

Antonio Caso (1883-1946) en sus clases, cuando hablaba de los personajes de la Reforma decía: “Eran hombres, pero cuando nosotros hablamos de ellos se nos aparecen como gigantes.” Eso me parece que va a pasar durante unos años con Carlos Monsiváis, sobre todo a la luz de nuevas relecturas, porque es un personaje difícil ¿Cómo pensaba? ¿Cómo era? Yo creo que es un personaje descolonizador, leyó mucha teoría de la descolonización de los años sesenta y setenta, sin embargo, lo colocaría en un tipo de liberalismo de izquierda y creo, además, que a lo largo de su obra va desarrollando ideas en torno a este pensamiento en el periodismo mexicano de la cultura en México.

No sé, cualquier cosa que te diga será parcial porque es mi lectura personal, pero creo que se necesitan más lecturas personales de la obra de Monsiváis, porque necesitamos darle continuidad, Para mí es un interlocutor que nos hace falta, una noción de cultura que también nos hace falta. Porque de algún modo estamos acostumbrados a que la intelectualidad actual es de coyuntura, es decir, estamos acostumbrados a leer lo que piensan los intelectuales y periodistas de hoy como si estuvieran viendo un tablero de ajedrez, sobre la jugada de lo que pasa hoy y la de mañana. Eso no era Monsiváis, sí lo hacía, pero dentro de una realidad y teoría más amplia. Lo que hemos perdido en esa idea de intelectual con una visión amplia como la tuvieron Monsiváis, Fuentes, Pacheco y la tiene Poniatowska.

En su obra, Monsiváis también tiene como uno de sus motores a las causas sociales. Para ti, ¿cuáles son las principales?

Como decía Martha Lamas, Carlos escuchaba, le gustaba dialogar con las nuevas generaciones, con feministas como Lamas, como Nancy Cárdenas, con los jóvenes de los colectivos gay, como con el Sub Comandante Marcos en Chiapas y debatir con él, debatir tanto con la izquierda como con la derecha sobre el Movimiento Indígena.

Martha Lamas cuenta que, tras sus viajes a EU, Carlos traía libros no traducidos al español de escritoras y teóricos del movimiento gay y feminista, y se los obsequiaba. Marta Lamas es quien reunió los artículos de Carlos sobre el tema en libros como El Misógino Feminista y Que se abra esa puerta, que todavía vio Carlos en 2010. No sólo habla de movimiento gay, también de la cultura gay, pues revisó desde algo que podemos llamar “arqueología afectiva”, de lo que pasó en México desde el escándalo de los 41, en tiempos del porfiriato, hasta los movimientos de los años sesenta, setenta. Ahora recuerdoo estos tres: los movimientos indígenas, el feminista y el gay. Pero seguramente encontraremos otras causas en su obra. Porque también escribió sobre la migración, le apasionaba la cultura de la frontera.

La contracultura o como le llamen a las culturas emergentes como la cultura juvenil, la invasión cultural de EEUU, los viajes por el tianguis del Chopo, también le interesaban mucho.

¿Cómo defines el amor-odio que Carlos Monsiváis tuvo por la Ciudad de México?

Le gustaba la Ciudad de México porque en ella encontraba subtramas. Pareciera que en su literatura Monsiváis transplanta lo que siente por la Ciudad de México, pero no es tan fácil. También inventa lo que ve, porque cuando uno lee los textos de Monsiváis vemos a una ciudad que existe, pero también a una ciudad que inventa, porque es una formulación verbal, porque hacía hablar a los demás, pero quien está hablando por los demás es él mismo.

Cuando los demás hablan, Monsiváis busca que digan lo que quieren ocultar. Es un develamiento de los otros, es una manera de ser solemnes y ridículos. En los textos de Monsiváis, los intelectuales, los artistas, lo políticos, las grandes figuras, representan un doble papel, son ellos mismos, pero también son Carlos Monsiváis. Hace hablar al inconsciente de las rumberas, de los diputados, de los eclesiásticos.

El estilo de Monsiváis es inconfundible, un estilo que además vemos cambiar desde el periodismo hasta una densidad literaria. Para mí, uno de sus libros más logrados y a la vez el más desesperanzador es Los rituales del caos, cuyo apocalipsis está más que mostrado en esta ciudad. Su literatura tiene una reflexión bellísima de la nostalgia, término doble en Monsiváis, porque puede ser o no bella, tiene crítica y complicidad con la cursilería, ese fracaso del buen gusto, del que todos estamos llenos. Somos un cúmulo de producción mercantil que nos llena.

El discurso de Monsiváis es doble: profundamente pesimista y profundamente optimista. Sus referencias intelectuales y sus recursos estilísticos entregan el amor-odio que sintió por la Ciudad de México y que, era correspondido, en eso podemos entenderlo muy bien.

Imagen de portada: La mafia de la cultura (1969). Autor: Héctor García