En palabras de Eduardo Cruz Vázquez, que hace un profundo análisis del estado de la cultura actual, «hay que luchar por hacer entender que éste es un sector que requiere atención como cualquier otro sector de producción»
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- ¿Qué podemos esperar de la economía cultural en el futuro inmediato y en tiempos de crisis? Eduardo Cruz Vázquez, periodista y miembro del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU), espacio que desde hace más de diez años reúne a destacadas plumas para analizar las políticas culturales desde diversas perspectivas, considera que la única forma que tenemos los ciudadanos involucrados en el sector para refutar las inercias administrativas, son los datos. Para ello, alude a la Cuenta Satélite de Cultura, instalada en 2014 con un anclaje en 2008, es decir, se cuenta con más de diez años de datos del desenvolvimiento del sector Cultura que permiten un mejor análisis. Y para hablar de cultura en tiempos de crisis en este 2020, nos dice que «hay que echar las barbas a remojar».
-La Cuenta Satélite, forma parte del anclaje del Sistema de Cuentas Nacionales que es robusto y confiable. Eso nos permite darnos cuenta cómo es que ha evolucionado el sector a lo largo de este tiempo. Ahí hemos visto que hay una constante de crecimiento estable del mercado de 2008 al 2018.
Por otro lado, hay también una constante en eso que se llama la “producción cultural de los hogares”, que es buena parte el trabajo informal o el trabajo no remunerado, pero que el INEGI puede contar para darle un valor dentro de la economía. Su constancia es otra forma de entender su picada debido a la aportación del Estado. ¿A qué me refiero? Tiene que ver con el Gasto Público en todos los niveles que van a bienes y servicios culturales: universidades públicas, asociaciones civiles y las dependencias en los tres niveles de gobierno. Esta aportación también se mantiene constante del 2008 al 2018.
Es evidente que las reglas del mercado no son las mismas, por lo tanto, el que el gasto público se mantenga estable por tanto tiempo, obviamente habla de un deterioro de la aportación del gasto público para el desarrollo del sector cultural. ¿Qué quiere decir esto?, que es el mercado el que le ha dado preponderancia y vida al sector cultural, aunque simbólicamente tenga un enorme peso todo lo que ocurre en las instituciones culturales en cualquiera de los niveles de gobierno.
Con los datos de la Cuenta Satélite en Sector Cultura, sabemos qué pasó en 2008, cuánto se perdió en la crisis del 2009 y qué siguió hasta 2018. Desde esa perspectiva, ¿se puede sospechar el comportamiento del sector en esta crisis mundial detonada por la pandemia?
Como lo demuestran los datos del INEGI, en 2009 hubo una caída de la economía en términos de los grandes indicadores económicos. Con respecto a 2008, la economía mexicana cayó en 2009 y, por supuesto, nuestro sector también cayó. Fue una caída bastante modesta y controlable, de poco valor negativo, pero fue una caída y hubo pérdida de puestos de trabajo.
Y algo que desde ahora podemos adelantar, se va a repetir en esta ocasión, es que en aquella crisis de 2009 cuando todavía no estaba desarrollada la tecnología que usamos para hablar de la “cultura digital”, ése fue el único ámbito que tuvo no sólo una caída muy ponderada, sino que también tuvo un crecimiento en 2009. De todo lo que engloba el llamado Sector 51, donde se consideran medios de comunicación, radio, televisión, cine, software, en fin, todas estas categorías de las actividades económicas, durante la crisis del 2009 crece porque hubo un uso intensivo de todos estos recursos que, ahora en esta crisis del Covid-19 estamos viendo.
Aún no contamos con los datos oficiales de la economía cultural en México durante 2019, para algunos especialistas no fue un buen año. ¿Qué podemos prever del 2019 al 2020 en esta perspectiva de valoración económica?
Todo este ámbito no solo se va a sostener, sino que va a tener un crecimiento muy importante que va a ayudar a empujar el comportamiento positivo del sector cultural. Sin embargo, tenemos actividades que se vieron afectadas en 2019 y que se van a ver afectadas de una manera mucho más profunda en este año. ¿Cuáles son?, las actividades que tienen que ver con los desplazamientos y con la proximidad, es decir, todas las actividades que son de espacios cerrados o espacios abiertos en donde la gente interactúa y que está pegada una con otra. Evidentemente van a tener una caída, eso ocurrió en 2009 cuando padecimos el AH1N1.
Por ejemplo, imagínense todo lo que es la venta de artesanías, implica una actividad turística con un desplazamiento de la gente que sale a las tiendas o que compra a los vendedores ambulantes, o a los indígenas en San Cristóbal de las Casas. Toda esta gente que hoy no sale, deja de comprar, entonces la actividad artesanal seguramente va a tener una caída. ¿Qué tan pronuncia con relación a 2009?, todavía no tenemos datos que nos puedan dar algún atisbo. También van a caer todas las artes escénicas, aquellas actividades de los grandes espacios de concentración.
Por el contrario, están quienes crecerán: Ya las sociedades de autores y compositores nos dirán el número de descargas de música en línea donde hay muchos grupos mexicanos, aunque sus derechos los tengan los grandes corporativos internacionales. Ya veremos si las descargas reportan mejores números que los espectáculos en espacios abiertos.
Todo lo que es la transmisión de contenidos a través de las redes van generar dinero, un dinero que buena parte se va a quedar en las grandes corporaciones y otra que también se queda en el país. Hay que observar cómo se comporta la publicidad, porque una parte de la publicidad entra en la cuenta satélite de cultura. Veremos cuánto se pierde; por ejemplo, en 2009 se perdieron cerca de 43 mil puestos de trabajo. En 2010 se recuperaron cerca de 13 mil. En el 2021 sabremos cuántos puestos de trabajo se perdieron en 2020, y en 2022 sabremos cuántos se recuperaron en 2021. Y con los datos del INEGI nos falta saber cuántas de estas actividades que caracterizan a la cultura se vinieron abajo, pero desde una perspectiva de sector, cuántas subieron, porque hay mucha actividad que no vemos y que se están generando. Algunos todavía tenemos la esperanza de que en los meses de agosto a diciembre haya una gran derrama económica, como hay contención del gasto, la gente está encerrada y no puede salir para hacer compras de libros o asistir a teatros, museos y conciertos.
¿Qué tanto los teatros van a ser demandados después, una vez establecidos los nuevos protocolos de salud?
Esa es una de las grandes incógnitas que vamos a despejar entre agosto y septiembre. ¿Qué tanto se va a recuperar el turismo cultural si, como algunos especialistas predicen, puede haber una nueva curva de contagios a finales de año?
Los datos que tenemos del 2009 nos lanzan señales de por dónde van a venir las cosas. En las últimas semanas se han reunido voces distintas, creo que es la primera vez y lamentablemente en medio de una pandemia, que el sector cultural está pegando de gritos porque dicen que debe de haber medidas directas hacia el sector. Éste necesita un tratamiento específico como lo va a tener el sector turístico, el aeronáutico, el de la construcción, el de la vivienda. Muchas agrupaciones ya han mencionado varios caminos, lo importante es saber si va a haber respuesta por parte de una política de gobierno.
¿Por qué parece que desde hace sexenios la política para las industrias culturales y creativas está más cercana a la gratuidad y al ornamento? El que sean públicas no significa que sean gratuitas, tiene un costo muy importante que, como señalas, pese a todo reditúa.
Este es un problema histórico que conocemos como alfabetización numérica. El tema es que, en la tradición del mecenazgo o de la intervención del gasto público en bienes y servicios y productos culturales, no solo abreva del siglo XX, de la posrevolución con Vasconcelos al frente de la Secretaría de Educación Pública, sino que tiene anclajes muy fuertes en modelos que llegaron a México como el caso francés, el modelo ruso, en donde hay una gran intervención del gasto público para animar una parte importante de la actividad cultural de un país y es aquella que reviste simbólicamente todos los asuntos de la nacionalidad.
En un artículo reciente que Eduardo Nivón escribió para nuestro portal Paso Libre, habla de la esquizofrenia de la política cultural. Cuando entramos al umbral simbólico y casi dogmático de la cultura, se habla de las bellas artes, de las culturas indígenas o de cualquier baluarte de la literatura mexicana. Todo el mundo se desgarra en loas y la Secretaría de Cultura rinde homenajes y todas esas cosas, pero cuando se trata de invertir y de poner dinero, ahí sí cambia toda la percepción. Se convierte en una actividad prescindible.
Creo que esa frontera ha estado allí siempre, con sus altas y sus bajas, y va a ser difícil de borrar. Creo que la inversión del gasto público en cultura va a seguirse manteniendo marginal, salvo algún período de jauja que pudiera ser como ocurrió durante el sexenio de Salinas.
Aun así, el ejercicio presupuestal de un ámbito cultural como el nuestro no es nada pequeño. Si tú sumas los dineros de todos los estados de la república, más el de la federación, más los instrumentos fiscales, etcétera, podríamos estar hablando de una cantidad de dinero bastante fuerte. No se ha podido hacer un estudio de esta naturaleza, pero estamos hablando de mucho dinero que con relación a otros Estados que invierten en esto. La cifra nos podría sorprender.
Pero no es suficiente porque también el bagaje de este país es enorme. Entonces la brecha entre desarrollo cultural y desarrollo económico, para sintetizar la respuesta, va a seguir estando allí. ¿Cuál es la capacidad de respuesta para que esto cambie? Seguir trabajando con las autoridades y con los grandes poderes fácticos para que entiendan que esta es una inversión importante, que no les quita negocios y que, al contrario, se los puede aumentar de manera exponencial.
¿Cuánto invierte en cultura la iniciativa privada?
Revisando el Reporte Anual de Donatarias, cada año las asociaciones civiles y las organizaciones de la sociedad civil autorizadas por la Secretaría de Hacienda para emitir recibos deducibles de impuestos, tiene que dar su reporte y decir cuánto dinero ingresaron. Sorpréndete, verás el tamaño tan pequeño del mecenazgo en este país. En 2018, de casi 48 mil millones de pesos que se reportaron a Hacienda como ingresos por estas organizaciones, sólo 2 mil 400 millones de pesos fueron de organizaciones culturales. Esto equivale a lo que el INAH paga en salarios de servicios personales este año fiscal. O sea, el esfuerzo anual de filantropía y mecenazgo para la cultura equivale a la nómina del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Esto no puede ser.
Además, se concentra en ciertas zonas ¿no es así? No son lo mismo los donativos en Ciudad de México que los que hay en Quintana Roo, Campeche o Zacatecas.
De esa cantidad de dinero más de mil 500 millones se quedan en la Ciudad de México. Hay estados como los que tú mencionas en donde el reporte es chistoso, por ejemplo, hay una A.C. en Campeche que, en el ejercicio fiscal de 2018, sólo reportó 183 mil pesos.
Además de sensibilizar a la autoridad sobre la necesidad de invertir en su infraestructura cultural, en los servicios a su sociedad como son los servicios de salud, habría que seguir insistiendo en que tiene que abrir la cancha para que los recursos fiscales puedan llegar mejor.
Tenemos muchas empresas que podrían hacer más. Cuando tú ves lo que la Fundación FEMSA reporta en 2018, es un poco menos de 500 millones de pesos. La Fundación Tec de Monterrey también 500 millones de pesos. La Fundación Slim, otros 500 millones de pesos. Es muy poco. Eso es lo que reportan como organismos donatarios. Pero al final, son datos que te hacen ver la enorme brecha que todavía hay que cubrir para que haya desarrollo cultural en el más amplio sentido. Desarrollo entendido como un factor de desarrollo económico y no solo de desarrollo de identidades.
Definitivamente, en los años por venir se tiene que seguir insistiendo en política fiscal, en sensibilizar a los grandes poderes y a los grandes capitales para que haya mucho más mecenazgo, por supuesto se tiene que seguir insistiendo que haya más gasto público. Pero las demandas de una sociedad como la mexicana requiere no sólo de una sensibilidad y una formación. Hablaba yo de la formación de las autoridades, todavía no terminamos de hacer entender a los grandes ejes de decisión de este país cuáles son las coordenadas de desarrollo cultural a pesar de todo lo bueno que existe.
Creo que esta es una labor en la que los noticieros, los portales y los artículos tienen que seguir insistiendo. Y tiene que haber una alfabetización por parte de muchos de los integrantes de la comunidad cultural. Tienen que aprender a defender más a partir de datos, porque es la única manera de desarmar a un secretario de Hacienda.
Entre lo urgente y lo importante, ¿cuál es el peso que tiene hoy la cultura en este momento de crisis?
La única manera de responder a esos a partir de los datos. Un sector que en más de diez años se ha mantenido constante en la aportación al Producto Interno Bruto, que es su mercado lo que lo hace de manera clara y contundente, desde cualquier otro dato. Lo que tienes que hacer, entre lo importante y lo urgente, es que esa planta productiva cultural no se venga el suelo, no pierda el impulso y el valor que tiene. Esa es una deducción aparentemente muy sencilla, pero que implica una de las actitudes que yo he tenido a lo largo de tantos años, que es: ¿cuándo hay una política económica para el sector? Hay política cultural para el sector, pero no hay política económica, no la ha habido. Aún con la apertura salinista, aun cuando el actual presidente hoy hace un alarde del T-MEC, diciendo que va a beneficiar a los mexicanos; no hay política económica para el sector.
El sector ha logrado existir gracias a una inercia que ha sido positiva. Entre lo importante y lo urgente es evidente la demanda de gasto público, simplemente para mantener en pie a esta estructura que es útil, necesaria y urgente que no se caiga. También es necesario abrirle la llave a las asociaciones civiles para que puedan acceder a fondos desde dos lógicas: las tareas que bien hacen y que el Estado ya no hace; y que el incentivo sea a través de la deducibilidad. Y, por otro lado, que las empresas tengan más estímulos para poder darle más recursos a estas organizaciones. En la Ciudad de México solo tenemos 277 Organizaciones Donatarias para una población conurbada de más de 10, 12, 13 millones de personas. Y pregúntame de los ingresos que tienen muchas de estas: dos, tres ocho millones, ¡no es nada! La Sociedad de Amigos de la OFUNAM reporta nueve millones de pesos en 2018. Tú me preguntas: ¿Que hay que hacer? Pues, hay que luchar por hacer entender que éste es un sector que requiere atención como cualquier otro sector de producción.
En economía se dice que el mercado es el que se encarga de ajustar y resolver muchas cosas, ¿lo mismo en cultura?
Lo vamos a ver en todos los ámbitos de la economía y de alguna forma va a ocurrir con el sector cultural, pero si leemos las noticias vemos la presión que tienen todos los actores de los sectores productivos para canalizar políticas, es una presión muy grande porque está en juego la planta productiva. Y en esa planta productiva también están en juego los que se dedican a la cultura que no son beneficiarios exclusivos del gasto público.
Dentro de unos meses, en noviembre, se liberarán los datos de la Cuenta Satélite 2019. En tus cálculos ¿cómo vislumbras lo que ocurrió en el sector el año pasado?
Con una percepción muy conservadora, en 2019 dejaron de circular 3 mil millones de pesos en el ámbito cultural, provenientes fundamentalmente de los recursos etiquetados que se suspendieron, de la baja de las Donatarias para poder acceder a los recursos públicos. Por supuesto del desgaste del gasto público por la inflación, aunque ésta haya sido muy baja está frente a la enorme carga de salarios y, por supuesto, por una baja del mercado que seguramente va a haber, porque hubo una disminución de los ingresos familiares. Toda esta combinación ya traía al 2019 muy difícil. Ahora entramos a esta crisis por la pandemia, vamos a ver cómo salimos librados cuando los datos duros y actualizados se estén dando a conocer. Y entonces ahí vamos a ver lo urgente y lo importante.
Hace unos días conversé con Ernesto Piedras y él sugiere que la economía caerá este año en dos dígitos. Si el año es complejo, el antecedente y el entorno lo son también.
Definitivamente habrá caída, habrá menos circulante, se van a perder puestos de trabajo, eso es indudable. ¿Cuánto? Eso es otra cosa, porque supongamos que nos digan que la economía nacional va a caer entre un 8, 10 o 12%. Hay sectores que no se van a ver afectados, las caídas de la economía no son parejas, no todo se viene abajo en el mismo nivel. Hay labor productiva que escapa a las presiones. En la crisis del 2009 la economía en su conjunto cayó 5.2%, el sector cultural cayó 1.9%. No tuvo una caída al igual que la nacional y en 2010 se pudo recuperar por un factor muy importante: las fiestas del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. La derrama económica que hubo por las fiestas del Bicentenario nadie las pudo estimar porque el gasto se distribuyó a nivel nacional y eso es muy difícil de seguir. Pero hubo una inyección muy importante de recursos; muchos de estos elementos ayudaron al sector a levantarse.
¿Quieres decir que la base del ingreso del sector cultura está en la oferta y la demanda?
Esto es algo que a veces es difícil de entender, la actividad central del sector cultura está basada en el mercado, no en el gasto público. Entonces la solución, el problema y el conflicto está en nuestro mercado cultural, también en el gasto público, pero en el mercado cultural están los pequeños productores, los artesanos, las empresas de consultoría, las empresas de servicios, la gente freelance, los que trabajan en la publicidad, que hace vestuario, que hace escenografías, que hace diseños, que hace libros. Todo ese gran mundo de la actividad cultural que no vemos, pero que son los que alimentan el mercado y que permiten que este mercado exista estable a lo largo de muchos años. Además, hay un dato interesante, salvo Estados Unidos y Australia, que son algunos de los datos que nos llegan de las Cuentas Satélites de otros países en materia de cultura, nosotros nos mantenemos como la mayor parte de estos países en estos rangos analizados a lo largo del tiempo, que han variado entre 2.9, 3.2, incluso 3.8 o 4% del PIB. Es una participación estable a nivel mundial.
Claro, en el caso de las industrias culturales estadounidenses, el PIB es altísimo. Se deduce que la mayor parte de las industrias creativas y culturales está en California. Si ves el mapa de distribución de la creatividad en EEUU en términos de producción de Industrias Culturales, California está a la cabeza por mucho. Por allá ves que hay algo en Nueva York, en Boston, un poco en Texas y Miami, pero la mayor cantidad de empleos y millones de dólares que mueven la creatividad en EEUU se concentra en California. Nosotros no podemos competir con una economía cultural tan poderosa como esa, y eso que no hemos contabilizado la economía científica, que también es muy importante, y no entramos en detalles.
¿Se trata de dejar trabajar a las micro, pequeñas y medianas empresas?
Para que nuestro mercado cultural siga vivo y esté allí, las micro y pequeñas empresas deberían tener estímulos, deberían dejarles trabajar en paz. Porque son las generadoras de grueso del empleo. Las instituciones públicas no generan la mayor parte de los puestos de trabajo del sector, la generan las empresas, y no son tantas. Estamos hablando de poco menos de cien mil negocios, unidades económicas vinculadas a los procesos creativos. Son datos que están en el directorio nacional de unidades económicas del INEGI. Ahí están los datos.
De 1 millón 395 mil puestos de trabajo que tenemos en cultura, el sector público no debe producir más allá de 30 mil a nivel nacional, me refiero a trabajadores que tienen condiciones laborables estables. ¿De dónde viene el resto del empleo?, del universo micro, pequeño y mediano; y muy escaso, de los grandes negocios.
A la gente le cuesta trabajo entender que Televisa, Televisión Azteca o lo que hace la filial de Netflix en México forman parte del sector cultura. Hay participación en el mercado de todas estas industrias audiovisuales. Aquí y en China se contabiliza eso, porque son procesos creativos y lo cuenta la UNESCO, y lo cuentan todos.
Hace unas semanas Angela Merkel, ministra de Alemania, anunció un enorme paquete financiero para apoyar a sus industrias culturales. ¿Crees que algo así debería de ocurrir en México?
El diseño de una política económica para el sector debe tener un diseño integral, en donde todos deban tener presencia. Las grandes empresas productoras de audiovisuales o que dominan a la industria editorial no requerirán de estímulos y apoyos económicos, como sí lo requerirán las pequeñas editoriales o las pequeñas casas productoras. Dime tú quiénes ocupan la mayor parte de los foros de Estudios Churubusco-Azteca, dónde está Canal 22 y el IMCINE. ¿Quiénes rentan estos espacios? Son las pequeñas productoras que generan los contenidos. ¿Cuáles son los libros que se venden mayoritariamente, incluso en las librerías del Fondo de Cultura Económica, Educal hasta Gandhi o El Sótano? Son libros creados por particulares. Aunque hay una gran producción del Estado, cualquiera política económica tiene que entender que todos participan y que cada quien requerirá de un tipo de estímulo o de apoyo. No es lo mismo beneficiar a un mayoritario como OCESA Teatro, que los amigos del Foro Lucerna, o de Teatrerías o del Foro Shakespeare. Tiene que haber gradualidad en las soluciones a eso hay que apostarle. El problema es que para convencer a la autoridad tienes que llevarle los datos y decirle por qué es importante que se estimule de una u otra manera la producción o el sostenimiento de las fuentes de trabajo. Por ejemplo, un foro independiente de teatro da cinco funciones a la semana y tiene gastos de dos millones de pesos, lo que podría costar el vestuario de un musical de OCESA, compañía que además tiene la puerta abierta a otros inversores porque el negocio le resulta más interesante. Creo que incorporar todas estas variables sería definitivo para los que venga el 2021, y la pregunta en ese año es si realmente el sector va a recuperar lo que ha perdido, si todas estas fuentes de trabajo que se llevó el Covid-19 van a ser recuperadas, si muchas de esas salas que no pudieron abrir van a poder a volver a abrir sus puertas con los protocolos de sana distancia.
Con lo que dices, pienso incluso en la taquilla de los museos y zonas arqueológicas.
Así es, si no hay una política de gobierno será muy difícil enfrentar la crisis. El gobierno debería preguntarle a la Secretaria de Cultura: ¿cuánto dejaste de percibir en ingresos a zonas arqueológicas museos y etcétera durante la contingencia?
Dicen que el principal cliente para cualquier producto, es el Estado. Para muchos productores de bienes y servicios –y hay investigaciones y reportes al respecto–, venderle al gobierno puede ser muy redituable.
Pero también sabemos que, aunque puede ser un gran negocio, si se trabaja con el Estado, su sistema burocrático es tan lento y anacrónico, que las ganancias tardan en llegar.
Se pierde de vista que el aparato de Estado es nacional. Una Secretaría de Cultura sumada a todas las dependencias en todos los niveles de gobierno, es el aparato de Estado. Así que, si un impresor que le trabaja libros al gobierno, y éste le deja de pagar, el impresor tiene que abaratar mucho su trabajo para poder ganar contratos y tratar de mantenerse en pie. Ahí hay una distorsión terrible que viene de muchos sexenios atrás y que este gobierno está caminando sobre toda la estructura heredada sin haberle modificado un ápice. Los mismos procedimientos que heredaron, son los que ahora llevan a cabo. ¡Claro que son importantes las compras de gobierno o el recurso que inyecta el gobierno a toda la actividad productiva! ¿Qué va a pasar con ese recurso público que se anuncia van sustraer? Si a la Secretaria de Cultura y el INBAL, el INAH y demás en todo el país, les quitan dinero, se quedan incluso sin jabón, sin agua potable, sin papel higiénico. ¿Qué hace ese productor, ese vendedor? Pierde. Si hay un papel importante en el gasto público, es que éste fluya. Todo indica que no hay disposición para hacerlo así. Salvo que los teatreros se muden a la provincia en Dos Bocas o al Bosque de Chapultepec que es donde va a haber mil millones, pero no para que la gente vaya a montar obras de teatro. Los millones destinados para el Bosque de Chapultepec es dinero para limpiar el bosque, para hacer calles, para empezar a crear infraestructuras. ¿Para qué crear más infraestructura si no pueden con la que tienen?
Esa es la ausencia de política económica, las decisiones se toman más desde la perspectiva política.
Eso es lo que nos viene con la desaparición del FONCA, se va a crear una dependencia de la Administración Pública Federal que cumpla con una serie de procedimientos en Hacienda para que la actual titular del FONCA, que es Adriana Konzevik, pase de tener una plaza de un mandato en un fideicomiso a una plaza federalizada en la que se tendrá que concursar porque está el Servicio Profesional de Carrera.
Uno quisiera que realmente la 4T entendiera que hay muchas cosas que no han cambiado. Entre ellas está la visión simbólica de la cultura, así es como habla el presidente: La cultura de nuestro pueblo, la cultura de nuestros pueblos indígenas, la cultura comunitaria es todo ese baluarte simbólico. Pero cuando le preguntas otra cosa, responde: «Hay que quitar los fideicomisos porque había una corrupción en todos, no van a dejar de otorgarse becas, pero se reducen».
Su proyecto cultural son Los Pinos y Chapultepec, lo demás le tiene sin cuidado incluyendo el programa de cultura comunitaria. Si no se entiende que, para que haya un gasto eficiente tiene que haber una recaudación eficiente, y para que haya una recaudación eficiente, se tiene que distribuir bien la carga y la cultura está inmersa en todo eso. Si esto no termina de entenderse, estudiarse y analizarse, van a ser muy difíciles las soluciones y vamos a seguir inercias.
¿A qué te refieres con inercia?
Los dos presupuestos que ha ejercido la Secretaría de Cultura de la actual administración han sido inerciales, la Secretaría de Hacienda pregunta: ¿Cuánto recibiste el año pasado? Luego lo relaciona con la inflación y lo otorga. Entonces lo primero que se protege son los puestos de trabajo los sindicalizados, sobre todo. Y quita plazas cuando están vacías. Luego le dan machetazo al presupuesto asignado y se recortan áreas para despedir gente.
La mayor parte del presupuesto de Cultura se va al mantenimiento de servicios personales, es la gente que está desde los servicios de limpieza en el Museo de Antropología e Historia hasta los altos mandos en la Secretaría de Cultura. Son plazas, son prestaciones, son cotizaciones, son trabajos formales.
Pero eso tenemos años de saberlo, el sector es muy grueso y en cada sexenio inventan un nuevo centro cultural que requiere de esas plazas, pero la mayor parte de la creación de los diseños creativos de los espacios culturales, están en plazas freelance sin derechos laborales.
¿Quién se va a atrever a hacer una disección de todo eso? ¿Quién se va a atrever a decir que, como un gran sector de la economía, requiere también una gran cirugía? Todo esto que hemos hablado refleja que el sector no está perfectamente bien y que podría estar mucho mejor. ¡De eso no hay duda! Estoy absolutamente convencido que puede haber mejores condiciones para todos y que muchas de estas soluciones pasan por la voluntad política, más que por el tema del dinero. A un año y medio de gobierno, la pregunta es si habrá la voluntad. Hasta ahora, parece que no habrá cambio, al contrario, se van acentuar las contradicciones.