La ecología del museo frente a la pandemia

Si el espacio físico no es accesible, ¿cómo pensar el museo frente a la crisis sanitaria? Aquí, una charla con Amanda de la Garza, al frente del área de Artes visuales del MUAC

Ciudad de México (N22/Ana León).- Iniciado el siglo XXI, el cuestionamiento para los museos fue: ¿cómo redefinir los espacios que albergan sus colecciones? ¿Cómo pensar la forma y estructura de sus edificios? Dos décadas después, la pandemia por COVID-19 ha puestos un nuevo reto: Si el espacio físico no es accesible, ¿cómo pensar el museo sólo en lo digital? 

«Construimos un espacio para estar juntos, un espacio comunal, y en ese sentido se transformó porque se trasladó de las actividades que ocurren físicamente en el museo en relación con los objetos artísticos, ahora ocurren de manera virtual. No significa que todo lo que se ha hecho en el pasado desaparece sino es el marco, lo que ha existido en el museo nos permite también existir virtualmente. También estamos intentando producir contenido que genere experiencias estéticas, pero con otros canales distintos. No nada más hacer referencia a lo que está en el museo actualmente y la difusión de eso, que es pertinente, es parte de nuestra labor, pero al mismo tiempo pensar de qué otra manera podemos producir interacciones y experiencias a partir de las determinantes y las recomendaciones de quedarse en casa y lo que significa en términos de utilizar como una forma primordial de comunicación las redes sociales e internet.»

Las palabras anteriores pertenecen a Amanda de la Garza, directora general de Artes visuales del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC). Nos entrevistamos con ella justo para conocer los planteamientos que como equipo de trabajo se están haciendo. Cuando el espacio físico público es negado, ¿qué pasa con la misión y los objetivos del museo, con su sentido mismo de lugar de encuentro? 

Antes de la pandemia, para Amanda de la Garza la palabra museo significaba justo eso, espacio público, pero «un espacio público no en el sentido físico, que también lo es, sino un lugar en donde podemos encontrarnos diferentes personas, públicos muy diversos, a conversar de diferentes maneras para compartir una experiencia estética, pues nuestra visión como museo es de un museo de arte y eso marca una serie de especificidades, situados en un contexto y en un determinado momento histórico. Al mismo tiempo, tenemos otra determinante que es ser un museo universitario, eso hace que tengamos determinadas tareas y un vínculo con el mundo académico, con el público universitario, con los estudiantes y con el público joven que también define nuestra labor. Es, también, un lugar donde se debaten temas vinculados al arte y la relación entre el arte y la sociedad.»

«…nosotros, como museo, tenemos que estar atentos, abiertos, a estos cambios. Pero también creo que la oferta física no va a dejar de existir, pero va a cambiar la forma en que nos pensamos como museo y que pensamos la producción de contenidos. Creo que la presencia o la copresencia y la relación con los objetos artísticos va a continuar, pero bajo otras circunstancias probablemente.»

Frente a la emergencia el espacio y el cuerpo mutan o más bien, se rematerializan –retomando una idea de Cinthya García Leyva, al frente de La Casa del Lago que también se ha mudado a un espacio digital y cuya charla publicaremos posteriormente–, de la misma forma las relaciones que el mismo museo construye en su entorno han de rematerializarse y reconfigurarse impactando de una forma que aún no conocemos lo que en el futuro venga para estas instituciones. «Va a ser un impacto importante» nos dice Amanda a través, justo, de una videollamada,  «va a cambiar la manera de cómo concebimos nuestra labor. También, evaluar nuestras vulnerabilidades en ese sentido y también la construcción de comunidades virtuales y de contenido específico para estas plataformas son parte de nuestras tareas cotidianas como museo, pero encontrando otros canales y viendo de qué manera podemos seguir construyendo y que sea relevante bajo nuevas circunstancias.»

La pregunta sobre los cambios, en consonancia, se extiende también a la relación del espacio con la obra que alberga y con los artistas que la crean, para la también curadora, en principio, «hay piezas que en su origen tienen una flexibilidad para exhibirse en ciertas plataformas», y un ejemplo de ello es lo que han ya habilitado en línea: el programa Sala 10 que, como nos cuenta, se despliega como una sala virtual donde las producciones artísticas audiovisuales tienen la posibilidad de existir no nada más en una sala de exhibición por sus condiciones técnicas, sino también pueden ser vistas en una pantalla de computadora o de televisión en línea.»

También está el Net Art, cuya naturaleza misma se origina dentro de la red.  «Creo que siempre los artistas están sujetos al momento histórico. Sobre todo en el arte contemporáneo, están reaccionando a lo que está sucediendo. Están elaborando. Están reflexionando. Y esto también va a producir una reflexión en la comunidad artística de las formas de producir arte, es decir, va a modificar la ecología del sistema cultural, también. Y nosotros, como museo, tenemos que estar atentos, abiertos, a estos cambios. Pero también creo que la oferta física no va a dejar de existir, pero va a cambiar la forma en que nos pensamos como museo y que pensamos la producción de contenidos. Creo que la presencia o la copresencia y la relación con los objetos artísticos va a continuar, pero bajo otras circunstancias probablemente.»

Cuando el espacio físico no es accesible, cuando las relaciones se establecen fuera del museo, ¿qué pasa con el edificio? ¿cuál sería entonces la función del edificio si bien se puede hacer un museo desde lo virtual? Si  bien la recepción de público en sus instalaciones, la exhibición de obra, el desarrollo de programas que activen su archivo son muchas de las actividades que mantienen vivo este espacio, es también la preservación de patrimonio artístico una de sus funciones, como lo apunta Amanda de la Garza. En este sentido, señala, el MUAC cuenta con éste pero está también el patrimonio documental. «Y, a pesar de que muchos de estos archivos en el acervo documental, por ejemplo, están digitalizados, hay también una búsqueda de preservación y esa es parte de las funciones que tenemos. Por otro lado, vemos en la historia del arte, si bien las piezas pueden existir en diferentes canales, la experiencia estética no se limita a los objetos físicos, los objetos físicos y los objetos artísticos siguen formando parte de la historia del arte y parte de las producciones artísticas; sin embargo, ocurren de una manera diferente.»

«…que la imposibilidad de estar físicamente juntos no signifique un páramo en términos de la oferta cultural y de posibilitar que haya experiencias estéticas, que siga produciéndose arte, que sigamos viendo o teniendo acceso a contenidos que están pensados o van bajo una lógica curatorial.»

La idea de contener viene a la mente, en el sentido de abrazar, abarcar, incluir, pero es Amanda quien juega con la palabra y le da otro sentido: contención. «¿Y a qué me refiero con contención? Es decir, a que la imposibilidad de estar físicamente juntos no signifique un páramo en términos de la oferta cultural y de posibilitar que haya experiencias estéticas, que siga produciéndose arte, que sigamos viendo o teniendo acceso a contenidos que están pensados o van bajo una lógica curatorial. Seguir produciendo cultura de una manera distinta, porque no nada más es parte de los derechos culturales y de nuestras obligaciones como un museo público, sino que también creemos  que esa es nuestra función en un momento de crisis y cuando no estamos en crisis.»

La potencia del museo se transforma, si bien en “normalidad” traza la ruta para llegar a públicos diversos, esos que ya son asiduos, que ya han ido al museo y que reconocen su existencia en el mapa de museos de México o de la ciudad, como cuenta Amanda de la Garza, también afina una ruta ya empezada, esa que se dirige a «la articulación de comunidades virtuales, de seguir construyendo comunidades, no en el sentido de públicos, sino más bien de personas que se congregan a hablar de un asunto a compartir una comunidad de intereses.» 

Al final, la emergencia sanitaria deberá terminar en algún momento, y la potencia del museo no puede sólo acotarse al momento presente, sino sus equipos deben ir un paso adelante y De la Garza lo vislumbra de esta forma: 

«También, en el futuro, creo que los museos, probablemente jueguen un papel en términos de reconstruir la sociabilidad. De ser espacios que poco a poco permitan superar el miedo al contagio o el miedo a estar juntos, como parte de los efectos psicosociales que podría generar la pandemia.»

Amanda de la Garza