Esta serie surge a partir de la emergencia y de la necesidad de saber. Pedimos a algunas personas que nos compartieran sus experiencias de vida en estos días de crisis y algunas fotografías
Ciudad de México (N22/Redacción).- Desde Basel, Suiza, compartimos esta mirada, la mirada de Laura, una mexicana chihuahuense que vivió veinte años en Holanda y ahora lleva ya 14 años radicada en Suiza. Casada con un holandés y con empleo en la Universidad de Basel, «ambos en calidad de extranjeros» como nos precisa. Tiene una hija adulta y dos adolescentes. Es «maestra Montessori sin ejercer, autoempleada y voluntaria para varias organizaciones de mexicanos en el extranjero».
Aquí su mirada:
Hoy domingo [30 de marzo] adquirió otro sentido el título Por quién doblan las campanas [Ernest Hemingway, 1940], las iglesias equidistantes a casa resonaron al unísono ante unas calles vacías y derramé la lágrima por primera vez desde que esto empezó. La primera víctima se anunció el 25 de febrero, al 29 de marzo son 275 los fallecidos por el COVI-19.
Hablar de la vivencia de una mexicana desde Suiza es una oportunidad para la introspectiva, en realidad nunca he dejado de pensar en caleidoscopio, mirando a mi tierra constantemente, en comparación, en convivencia y en oposición al país de acogida.
Nadie nos dijo cómo lidiar en el encierro con adolescentes que están construidos para ser rebeldes y llevar la contraria. Tratar de contrarrestar sus ataques de pánico que les pueden emerger como urticaria, llanto inconsolable o indiferencia total. Estamos aprendiendo a dosificar la libertad. En este preciso instante estoy tratando de concentrarme entre la música punk y estridente que sale de la recámara de mi hija, darle con “el hacha” mitológica que enarbolaba mi madre en nuestro propio tiempo al aparato de sonido. Pienso en mi mamá con frecuencia, y en estas circunstancias, de cuando murió sin por ningún momento imaginarse lo que le sobrevendría a su querido mundo. Tampoco alcanzó a ver el cambio de gobierno en México que tanto esperó.
Basel 29 de marzo 2020
Ver a esta Suiza con esa casi total obediencia que les caracteriza, no me sorprende. Un pequeño país que se ha construido a sí mismo en mini núcleos aislados unidos por un lazo invisible, se ponen de acuerdo como con un mensaje genético y todos guardan silencio o deciden saltar las trancas al unísono. Este año suspendieron en una fase muy temprana de la epidemia “los tres días más bellos”, su fiesta de Fasnacht; ni chistaron, la lloraron en una pequeña marcha triste. Muy pronto tomaron medidas como cierres de escuelas, limitando los permisos solo a eventos de menos de 50 personas. A los pocos días, se supo de la epidemia creciente del norte de Italia, con quienes mantienen una estrecha relación por la región del Ticino. Entonces quedaron prohibidos los tumultos: bares, cines, teatros, restaurantes fueron cerrando sus puertas en cuestión de días.
Luego quedarse en casa ha sido natural, no hay fiestas ni reuniones ni de menos personas, todo queda en familia. Tardaron en entender que salir a pasear no eran vacaciones, había muchísima gente en los parques y en las esquinas donde no por nada convergen las calles sino también las personas con perros, adorables familias con sus bebés, honorables viejos con su andador, uno que otro carro y por supuesto, nunca faltaba un jogger.
Ahora solo a ciertas horas hay mucha gente en los centros de compra y en el bosque. Se ha regulado cada vez más la clientela en las tiendas, cada vez aprendemos mejor la coreografía del desinfectante, el guante, la bolsa, o primero la bolsa y luego el desinfectante… ¿y si se me olvidó sacar primero la moneda para el carrito? ¡Vuelta a empezar! Por supuesto que no faltan las familias que genera terror porque llegan de a cuatro juntos y con espíritu de fiesta, lo cual nos pone de nervios a los queremos cuidar a “Susana distancia” (aprendida de México).
Se nota que la obediencia es más fácil aunada al bienestar, confirmado por escrito: el gobierno de Suiza ha destinado una cuantiosa cantidad para los pequeños comercios, artistas y trabajadores independientes. Dicho sea de paso, que incluso ellos tienen asegurado su servicio médico y el seguro de desempleo. El consenso es universal, no se discute. Las críticas a las acciones del gobierno, salud pública o migración son pecata minuta pues hay plena confianza en que lo que nos sobrevenga, es porque queda fuera de nuestras manos y el resto, está bajo control.
No es justo comparar otros países con los países del norte de Europa, en ningún sentido. Lo que sí es justo es aprender y tomar la responsabilidad que a cada uno nos corresponde, ser solidarios y, aunque derramemos lágrimas pegados a la ventana, nos reponemos y seguimos adelante, dando la mejor cara y palabras alentadoras al universo.