Una marcha y un paro total, dos formas de intentar que nuestra sociedad reflexione sobre la violencia que se ejerce contra las mujeres en todos los ámbitos
«El feminismo es encontrar el camino para vivir juntos y ser todos en igualdad. Ser feminista no es sólo luchar contra la desigualdad entre hombres y mujeres, es estar en contra de todas las desigualdades, entre pobres y ricos, entre razas, toda clase de desigualdades. La razón por la que nacemos feministas o somos feministas, es para que el mundo sea más justo y de la bienvenida a todos.»
Leila Slimani
Ciudad de México (N22/Ana León).- La realidad de este 8 de marzo no es muy diferente a otros 8 de marzo anteriores. El año pasado salimos a marchar y el año anterior a ése y el anterior a ése también y así en una cadena que nos lleva a retroceder los pasos varias décadas atrás en las que no estuvimos, pero de las que sí sabemos. Este año, tal vez porque la ola ya es tsunami y el feminismo –en todas sus facetas– se ha ganado espacios –varios de ellos responden sólo a un interés comercial o a lo políticamente correcto– en diferentes ámbitos –aunque sigue sin entrar en la política del presidente Andrés Manuel López Obrador, que insiste en mirar a otro lado–, se percibe que será histórico. Se desea que sea histórico, que las calles se vean desbordadas por personas que buscan combatir no sólo la desigualdad entre hombres y mujeres, sino en todos los ámbitos. Por eso la frase de la escritora y periodista franco-marroquí, Leila Slimani, porque hablar de feminismo, como en algún momento se habló de anarquía–que luego se confundió con violencia y radicalismo– es hablar de amor a la humanidad, de paridad, de un piso parejo para todo ser humano. Del amor universal y de la solidaridad humana. Es un modo de pensamiento y acción que busca erradicar la cultura de la sumisión, del poder ejercido sobre el otro, y que lucha por una sociedad y una forma de vida donde reine, desde el entendimiento, «la más plena libertad y la más absoluta independencia». Pero hay muchos feminismos, para mí, éste es la posibilidad.
El 8M, marchamos. El 9M, paramos. La movilización y la inmovilización con un mismo objetivo: visibilizar que en este país se cometen crímenes de odio. Se mata a 10 mujeres cada día. Se les viola, se les violenta física y psicológicamente. Se les degrada como personas y como profesionales. Se les pide siempre hacer más para “validarse”. Entonces, el #YaBasta, el #NiUnaMenos, el #UnDíaSinNosotras, todos los gritos se vuelven necesarios para dirigir la mirada a un hecho que ha cobrado, desde 2016, más de 3 mil vidas.
Frente al olvido de la sociedad, de la justicia y del presidente mismo, este ejercicio de memoria por causas que creemos justas, porque tenemos miedo, rabia, pero también esperanza*. Porque en nuestras voces están las voces de muchas a las que desaparecieron, muchas que no volvieron a casa y que días después aparecieron asesinadas en un descampado, en una bolsa de plástico, sin rostro, frente a ese acto máximo de odio que es el feminicidio. Y están también las de muchas otras que no tienen la libertad de ejercer este derecho: manifestarse públicamente.
En la marcha se busca no sólo ejercer el derecho a ocupar el espacio público, sino también el derecho a hacer con nuestros cuerpos lo que nos dé la gana, la decisión de tener hijos o no; el evidenciar violencias salariales, físicas, psicológicas. Pero también, estar en contra del odio, de los celos y de las envidias entre mujeres. Apelar a la solidaridad, al encuentro, a la empatía con nuestras colegas, con nuestras amigas, con nuestras hermanas; erradicar la idea de que las mujeres somos enemigas.
Un día después, la inmovilización absoluta frente a ese escenario distópico que cada vez se vuelve más cercano: la completa ausencia femenina. Los días previos a ésta se leyeron y escuhcaron bromas absurdas sobre la ausencia de las mujeres en sus lugares de trabajo, en la vida cotidiana. A muchas se les pidió adelantar el trabajo de lunes para poder ausentarse, un sinsentido absoluto, una falta de entendimiento frente a esta acción. Vamos poco a poco. Hoy será histórico. El lunes, también.
La escritora y periodista Leila Guerriero escribió algo así como que la forma de ser mujer en este mundo es, en sí, una militancia irrenunciable. Seamos conscientes de la forma en que actuamos no sólo un día o dos al año. La conversación es larga, no puede ni debe detenerse y es un ejercicio en colectivo. Hagamos que no pare.
*Parafraseando a Marta Sanz en Monstruas y centauras.
Imagen: Cuartoscuro