Más de 900 mil personas han tenido que abandonar sus hogares en medio del frío, la nieve y la lluvia y entre bombardeos
Ciudad de México (N22/Redacción).- La ofensiva del Gobierno de Damasco contra el último reducto de la oposición en Idlib ha desencadenado el mayor éxodo de civiles en una guerra que cumple nueve años. Dos meses después del inicio de los ataques del ejército, coordinados con la aviación aliada de Rusia, más de 900 mil personas (el 80% mujeres y niños) han tenido que abandonar sus hogares en medio del frío, la nieve y la lluvia y entre bombardeos que arrasan hospitales y escuelas. Ante hostilidades en las que han muerto cerca de 300 no combatientes, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha alertado de una tragedia letal si no se alcanza un alto el fuego.
La alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, denunció el martes 18 de febrero los «indiscriminados» e «inhumanos» ataques sufridos por la población en el noroeste de Siria y urgió a las partes a facilitar corredores humanitarios para la evacuación de los civiles. De acuerdo con un comunicado difundido en Ginebra, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU ha constatado la muerte de, al menos, 298 civiles en Idlib y en la vecina provincia de Alepo desde el 1 de enero (al menos un centenar de las víctimas se han registrado en la primera quincena de febrero). El 93% de las muertes de civiles se debe a los ataques del gobierno sirio y sus aliados. Entre las víctimas mortales figuran 112 niños, según la ONG, Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, que cuenta con informadores sobre el terreno.
Asimismo, el secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de la ONU, Mark Lowcock, denunció que «hay bebés y niños de muy corta edad que están muriendo a causa del frío en medio de una ola de violencia ciega». Así lo constata la ONG, Save the Children, que ha documentado varios casos de menores desplazados fallecidos en uno de los inviernos más inclementes de los últimos años en Oriente Próximo. El desplazamiento masivo de población se está produciendo entre oleadas de temporales de nieve y lluvia, y con temperaturas inusualmente bajas, que agravan la situación de los desplazados en sus improvisados campamentos.
La Unicef ha tenido que cerrar los dos últimos hospitales infantiles operativos en la zona a causa de los combates, mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) describe con crudeza el colapso del sistema de salud en la región, causado por una ofensiva del régimen que ha reducido a la mitad el número de centros sanitarios.
La Oficina de Derechos Humanos de la ONU ha confirmado que al menos 10 instalaciones médicas y 19 centros educativos se han visto afectados por los bombardeos. Los ataques también han alcanzado a los campos donde se han instalado los desplazados internos. Para esta división de Naciones Unidas, las acciones armadas contras este tipo de instalaciones civiles son constitutivas de crímenes de guerra.
«Familias enteras, algunas de las cuales han cruzado Siria de una punta a otra en la última década, se encuentran de forma trágica con que las bombas son parte de su vida diaria mientras huyen de los enfrentamientos», lamentó Bachelet antes de preguntarse «¿cómo pueden justificarse este tipo de ataques indiscriminados e inhumanos contra civiles?». La mitad de los tres millones de habitantes de Idlib son desplazados procedentes de otras provincias sirias a lo largo de la guerra.
Rupert Colville, portavoz de Derechos Humanos de la ONU, acusó desde Ginebra a Siria y a Rusia de los ataques contra civiles y edificios protegidos según el derecho internacional. «Tantos bombardeos a hospitales, centros de salud y colegios no pueden ser algo accidental», advirtió Colville, quien apuntó a la presunta comisión de delitos contra la humanidad en la ofensiva desencadenada por el régimen del presidente Bachar al Asad.
Bachelet reclamó el cese inmediato de hostilidades, así como la apertura de vías para que los civiles puedan escapar con seguridad de las zonas en conflicto y las organizaciones humanitarias puedan distribuir ayuda.
Reírse de los bombardeos en vez de asustarse
Abdullah Mohammad, un ciudadano sirio, encontró una forma original de ayudar a su pequeña hija Salwa a no estresarse, ni asustarse por los bombardeos diarios de los que es blanco Sarmada, la ciudad en la que se han refugiado.
En vez de llanto o temor, este padre le enseña a Salwa a reír cada que una bomba cae o explota cerca del lugar donde viven. En el video se puede ver cómo pese al bombardeo, la niña con su inocencia no para de reír a carcajadas, e incluso cuando uno de estos dispositivos parece caer muy cerca de su hogar.