Lo profundo de la cotidianidad: «Familia sumergida»

El primer largometraje de la actriz y productora argentina María Alché se centra en la forma en que un duelo se lleva en medio del caos de la cotidianidad y la forma en que transforma las emociones 

Ciudad de México (N22/Ana León).- María Alché (Buenos Aires, 1983), directora y actriz, debuta en el largometraje con la cinta Familia sumergida, un filme protagonizado por Mercedes Morán, que sigue el tránsito del duelo de Marcela, madre de familia -encarnada por Morán-, en medio de la vida cotidiana que no se detiene. El día a día, la despedida, el vaciar el departamento de su hermana fallecida, el enfrentarse a sus propios fantasmas, sus emociones y seguir llevando y guiando el ritmo y ánimo de la familia de la que es parte, construyen la narración de esta cinta cuyo guion significó para su directora varios años de trabajo.

La cinta ocurre durante un verano en Buenos Aires en un departamento de clase media. El calor, el clima de la temporada y la luz que ilumina el departamento a través de las cortinas, van creando la atmósfera en la que se sumerge Marcela dentro de su hogar y de la que sale para terminar de vaciar el departamento de su hermana al tiempo que se confronta con ella misma, sus emociones y su construcción como individuo más allá de los roles que juega en su familia. ¿Quién es ella? La cámara sigue a detalle el mundo que crea a través de sus gestos, sus risas, su llanto, su deseo, su lenguaje corporal, el caos de su cabello. 

Sobre este filme que llega a salas de cine de nuestro país este fin de semana, bajo la distribución de Interior XII I, charlamos con Alche vía telefónica. 


Haciendo un paralelo con la literatura latinoamericana en la que muchas narradoras se están interesando en narrar la cotidianidad, ¿a ti por qué te interesó justo narrarla en esta historia?

Me parecía que tenía que hacer una película sobre cosas que conociera muy bien y de las que pudiera hablar. 

Hay un guiño hacia el realismo mágico, esta convivencia, en la narración, del mundo de los vivos y de los muertos y este cruce que se hace con la vida de Marcela (Mercedes Morán) tu protagonista, con todo su pasado. 

Yo tenía la intención de narrar un duelo de una manera no naturalista, digamos, me parecía que una manera fantástica era una manera más real de expresar la sensación que uno tiene en esos momentos. No fue pensado como un guiño, sino era más como un deseo de ver cómo iba a narrar eso de una manera en que fuera acorde al estado. Y un poco el tener una reflexión de que para transmitir ciertos estados emocionales, el realismo no es algo que va a dar cuenta de eso, de esas emociones. 

Hay también alguna intención de abordar este tema, muy sobre la mesa, que es la depresión o el hastío que provoca en la mujer la vida doméstica, ¿fue tu intención también poner de manifiesto este hastío frente a la cotidianidad ? 

Puede ser, un poco como saturación de esa vida, la sensación de que uno está haciendo un duelo, pero lo tiene que hacer en medio de un montón de cosas que están ocurriendo. La vida moderna, con su tiempo cronológico, está llena de tareas que no nos gustan y de trámites que hay que hacer, ¿en qué momento ocupamos tanto tiempo en todas esas cosas que no son importantes para la vida y a su vez son  importantes para sostener la vida?

¿Cómo fue tu trabajo con Mercedes, ya que tú también eres actriz, y hay un profundo seguimiento de las emociones y de su rostro; de las atmósferas que justo se crean a través de su interpretación? Todo gira en torno a sus reacciones, a su mirada, a su lenguaje corporal. 

Con Mercedes nos juntamos mucho antes de filmar, durante varios meses, una vez por semana, a leer en detalle cada escena del guion y a comentar y a pensar el recorrido de las emociones de ella, hacia dónde iban a ir.  Y después también en ir juntándonos con cada actor con el cual ella interactúa y tratando de construir el personaje con esta idea de que con cada uno es alguien distinto. Una cosa es con su marido, una con sus hijos, otra con la combinación de ellos; otra con Nacho. Un poco pensando en que también uno es así, no es igual ante todos los vínculos ni tiene la misma personalidad, ni se lo puede definir por una característica sino que se va construyendo con al vincular. Dar cuenta de distintos aspectos de ella ante distintos escenarios. 

La escena final es un baile, un baile introspectivo luego de una reunión familiar y lo entiendo como una puerta abierta a ese encuentro con ella misma, justo como lo mencionas, con todas sus facetas. ¿Cómo te lo planteaste? 

Un poco quería que ese baile final tuviera algo como de atemporal. Que fuera, por un lado, un final de la película, de esa reunión, pero también como si pudiera resumir todas las emociones de ella, por eso era importante la música para nosotros, que tuviera todas las emociones, la alegría, la tristeza, la fuerza, la melancolía y que en el baile ella también fuera transformándose por esas emociones. Era un poco cerrar la película sin cerrarla del todo. 

Fue una escena  importante desde definir el tipo de música y la manera en que esos movimientos iban a transmitir eso. Antes de filmarla Mercedes me preguntaba en qué estado tenía que entrar bailando, en ese momento yo le pude decir que era como un pez que iba nadando en esas aguas. Creo que esa combinación, no haberle dado una referencia de una emoción, hizo que ella pudiera transitar muchas emociones. 

Este es tu primer largometraje, ¿qué retos significó para ti transitar de los cortos a un largo? 

Un largo es un gran desafío desde todos los puntos de vista. Es sostener una historia por más tiempo y también la posibilidad de trabajar más profesionalmente, logrando que todo el mundo tenga todo lo que necesita. Es realmente buena la sensación del largo en el sentido de poder trabajar en equipo y que los colaboradores realmente pueden aportar muchas cosas. Lo que más me sorprendió fue eso, ver cómo otro podía adueñarse de la historia desde su área y aportar tantas cosas  y aumentar tanto la mirada. Es algo muy hermoso del cine, esa posibilidad colectiva. 

¿Y en cuanto de la construcción de la historia?

Quizás el mayor reto fue sostener la escritura, trabajar un guion durante muchos años, revisar las versiones, compartirlo con un escritor con el que lo trabajé. Tener ese ejercicio de hacer la prueba de que funcione como guion. Acostumbrarse a recibir las opiniones de tanta gente, porque entran productores de distintas partes del mundo que opinan; no estaba acostumbrada a que tanta gente opine sobre un material, porque con los cortos es tener una idea y filmarla. También saber cuándo tomar una opinión y cuándo no tomarla. Es todo un aprendizaje.