Nell Leyshon, “El bosque”: sobre el tiempo, la historia y la imposibilidad de olvidar

La escritora británica nos habla de su más reciente novela ambientada en la Varsovia de la Segunda Guerra Mundial; una historia entrañable que nos lleva por la relación de una madre con su hijo y sus memorias marcadas por la guerra

Ciudad de México (N22/Ana León).- La imposibilidad de olvidar marca la vida de Zofia, una mujer que salió huyendo de Varsovia durante la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial. Una mujer que es hija, que es hermana, que es esposa, que es madre. Que es muchas cosas y que, al mismo tiempo, ha dejado de ser otras tantas: chelista, individuo, mujer. 

La mente de Zofia es imparable, mantiene un parloteo intelectual interno que tiene que controlar a cada tanto. «Para. Para», se dice a sí misma cada que da rienda suelta a la cháchara, cada que las palabras en su cabeza empiezan a sucederse unas a otras. Para ella no hay imágenes, sino palabras que construyen imágenes. 

El diálogo con ella misma y con sus recuerdos se extiende al presente en Londres, donde es Sofia. Y es un signo de su pasado en Varsovia, donde era Zofia; es, también uno de los tablones de los que se sujeta cuando naufraga en el bosque donde tuvo que esconderse con su hijo; donde frente a la naturaleza llega a un estado primigenio. 

Digamos que esta aproximación a lo más básico de la historia en la novela que publica, la autora británica Nell Leyshon, primero en español, y bajo el sello Sexto Piso [en traducción de Inga Pellisa], podría resumirse así: una mujer que no deja de pensar nunca en lo que es, que es madre de un chico llamado Paweł, que pierde a su madre y a su hermana en la guerra y también a su esposo; que pierde el mundo conocido, sin preocupaciones, y tiene que empezar de cero en una ciudad desconocida. 

Pero más allá de estas coordenadas básicas, de estos esbozos, están los temas que la autora, que también trabajó en tv, nos presenta con una aguda sensibilidad. Está primero la maternidad, tema que le interesa a Leyshon y al que vuelve –también lo abordó en Del color de la leche–, desde su propia experiencia, pero a través de un personaje. «es mi propia experiencia, pero al mismo tiempo no», lo dice sonriendo con un humor y con una suavidad poco inglesa. Tiene calidez latina, una amabilidad latina, le digo. 

«La maternidad es muy complicada para las mujeres y tenemos expectativas de las madres que no tenemos de los padres y eso es un problema», me dice la autora con su español siseado de Salamanca y Madrid, que le da alegría ocupar y practicar en esta entrevista, «porque somos humanos, somos personas que tienen problemas. Tenemos nuestras vidas y tiene que continuar. […] Fui a mi universidad con un bebé y, después, con otro bebé, mi hijo menor, escribí una novela y por eso es muy importante decir que las mujeres no tienen que tener hijos, ¡qué bien!, ¿no?, pero también se puede tenerlo y es un acto increíble. Para mí es lo mejor que he hecho en mi vida, y me ha cambiado en una manera buenísima, pero es un poquito complicado. Pero creo que tenemos que trabajar juntos un poquito más, como un equipo con los niños. […] No es una cuestión sólo para las mujeres, es una cuestión de todos.»

Está la imposibilidad de olvidar, la memoria, pero está también la identidad. Gesto que se marca desde la primera página, desde el primer enunciado, desde el primer nombre: Sofía, escrito con S. Zofia, escrito con Z, un gesto mínimo pero lo suficientemente poderoso para contener el cambio de vida, la pérdida de una vida «para empezar de nuevo. Sólo que empezar de nuevo no es fácil», piensa el personaje dentro de la narración. En palabras de Nell, «la cosa de las letras de los nombres, para mí ser inmigrante, un refugiado, empezó con la cosa de las letras que cambia con la mujer, de Sofia a Zofia, tiene una identidad en Polonia que es Zofia con Z, y después cambia, y su idioma cambia, y lo que me interesa es que con los refugiados tiene que cambiar todo. Porque Paweł también es Paul y cambia su idioma completamente. Entonces, la vida anterior es como un secreto. En este momento, por ejemplo, en  Inglaterra tenemos problemas con el Brexit, claro, pero para los inmigrantes es muy difícil hablar en su propio idioma, entonces es como un secreto sucio que es horrible. Me interesa tener las dos identidades y, también, Paul, es hombre de mundo, del teatro, pero tiene un mundo interior muy rico Zofía tiene un mundo muy rico, también interior, pero tiene una identidad complicada y con la maternidad cambia.»

Como explica Nell, Paweł deviene Paul, el pequeño hijo de Zofia a través del cual Leyshon aborda la psique infantil, no siempre brillante y luminosa, sino también con sus claroscuros y momentos grises, con lo catastróficos que pueden ser a veces los niños, de una manera hermosa. El pequeño «es muy dramático, cree que todo es importante, pero para él sí es. Con los niños es muy importante escucharlos, pero al mismo tiempo poner límites para que puedan ser más seguros. Son muy cómicos los niños. […] Me encanta su drama y tiene un drama del cuerpo y de la ropa, y del del lenguaje también. 

Nell nos entrega un libro en el que narra cómo la Segunda Guerra Mundial modifica la vida de toda una familia, de la ciudad donde vive, de la gente alrededor de ellos. Pero si levanta la mirada y mira al presente, la historia casi no ha cambiado, porque como escribe, «ignoramos las lecciones de la historia». 

«Sí y vamos a repetir todo. No sé qué pasa con los humanos, porque conocemos toda la historia, ha pasado millones de veces: los hombres pelean y después hay una guerra. Tenemos que cambiar cómo somos para que no haya más guerra y tenemos que escuchar la historia. […] Las guerras son de los hombres, no son de las mujeres, pero las mujeres las sufren muchísimo y tenemos que cambiar las cosas para no pelear. Pero bueno, soy positiva, soy idealista.»

Me gustaría empezar por el inicio del libro, por el primer enunciado, por el nombre: Sofía. Que se escribe con S, pero conforme avanza la lectura se transforma en Z. Y me parece muy significativo este gesto porque desde ahí, desde la primera palabra estás abordando el tema de la identidad, de la construcción de la identidad de tus personajes principales, Zofía y Paweł, éste último que cambia a Paul. 

Primero la cosa de las letras de los nombres, para mí ser inmigrante un … refugees.. , empezó con la cosa de las letras que cambia con la mujer, de Sofia y Zofia, tiene una identidad en Polonia que es Zofia con Z, y después cambia, y su idioma cambia y lo que me interesa es que con los refiguados tiene que cambiar todo. Porque Paweł también es Paul y cambia su idioma completamente. Entonces, la vida anterior es como un secreto. Y en este momento, por ejemplo en  Inglaterra, tenemos problemas con el Brexit, claro, pero para los inmigrantes es muy difícil hablar en su propio idioma, entonces es como un secreto sucio, que es horrible… Para mí me interesa tener las dos identidades y, también, Paul, es hombre de mundo, del teatro, pero tiene un mundo interior muy rico y para Sofía tiene un mundo muy rico, también interior, pero tiene una identidad complicada y con la maternidad, cambia. 

Algo que me parece también uno de los temas relevantes y que cruza todo el libro es el tema de la memoria. Zofia dice que tiene una cháchara intelectual interna que no para. Y creo que es un tema relevante, porque ella se tiene que ver en el pasado, pero todas esas memorias que lleva cargando, le complican mucho el presente y de alguna forma marcan la manera en que vive, la imposibilidad de vislumbrar un futuro. 

Eso me interesa muchísimo, el tiempo y la memoria. Porque, mira, en este momento, ahorita, estamos aquí en el presente, pero podría ser, estar, en el pasado …    entonces, tenemos las muñecas de Rusia, que hay unas al interior y hay más y hay más y hay más. Tenemos el pasado dentro de nuestras cabezas, pero estamos en el presente también, y los animales no son así, creo, pero somos muy complicados como humanos, entonces el tiempo, podría ser este momento y se cambia todo en un segundo. 

Justo hablando de este diálogo interno que tiene Zofia todo el tiempo, que es muy profundo, pero a la vez es muy sensible, y en el que se cuestiona todo, quién es, qué hace, en dónde vive, me llama mucho la atención que es justo cuando trasladas a los personajes al bosque, cuando llega a la pregunta más básica: ¿qué nos hace seres humanos? Estableces, entonces, una relación entre naturaleza y estado primigenio. 

Y eso también es sobre el tiempo, porque estamos aquí, en una ciudad moderna como México y parece muy fuerte….    pero en un momento todo puede cambiar. Y podemos pasar a la vida más primitiva. Es muy fácil pensar que el mundo es así y nada va a cambiar, pero el problema es que es muy frágil, la existencia es muy frágil y la vida humana es muy frágil.  …. Pero todo puede cambiar, como en las guerras, todo cambia. 

Es lo que me interesa muchísimo, porque somos animales y venimos de un estado primitivo, y ahora somos muy complicados y hemos hecho un mundo increíble, con detalles que están en el libro y señas increíbles. Es muy, muy complicado cómo vivimos, pero, al mismo tiempo, somos muy primitivos. 

Cuando da a luz por ejemplo, es un mundo diferente, es un mundo primitivo del cuerpo y de los sentidos y las emociones. Y somos criaturas emocionantes, con sentidos y creemos que estamos en control, pero no, no estamos. 

Y también este contacto con la naturaleza le permite recalibrar sus ideas, como una vuelta a lo más básico para seguir adelante (into the wild). 

Recalibrar sus ideas, y también es como una cura el tener los dedos en la tierra. Por ejemplo, dicen que para muchos problemas de nuestra sociedad tenemos que hacer un jardín, una huerta y crecer unas plantas para comer porque es un acto muy universal, muy fundamental. Y no hacemos cosas así suficientes, creo. 

Hay algo que me parece muy bonito. A través de ese diálogo interno de Zofia, tú hablas acerca de lo que es la maternidad, de la idea de que ser madre no es el sueño de toda mujer en todo el mundo, pero también de estas ideas donde Zofia se siente muy culpable por no querer ser madre todo el tiempo, por no querer ser responsable de los sentimientos, de la paz, de la seguridad, de la paz, de la felicidad de otro ser humano. Y se regaña a ella misma por sentir eso. Y es importante porque aún hoy día es muy difícil hablar del cambio de rol de la mujer en la sociedad y de esas ideas. 

Sí, la maternidad es muy complicada para las mujeres y tenemos expectativas de las madres que no tenemos de los padres y eso es un problema, porque somos humanos, somos personas que tienen problemas. Tenemos nuestras vidas y tiene que continuar y es posible tener hijos y tener una vida. 

Fui a mi universidad con un bebé, y después con otro bebé, mi hijo menor, escribí una novela y por eso es muy importante decir que las mujeres no tienen que tener hijos. ¡Qué bien!, ¿no? Pero también, se puede tenerlo y es un acto increíble. Para mí es lo mejor que he hecho en mi vida, y me ha cambiado en una manera buenísima, pero es un poquito complicado. Pero creo que tenemos que trabajar juntos un poquito más, como un equipo con los niños. 

Imagen: Ana Jiménez / La Vanguardia