Arquitectura mexicana: Casa Bedolla

La propuesta del estudio P+0 Arquitectura que se inserta en un terreno montañoso en El Jonuco, Nuevo León; un continuo diálogo entre el interior y el exterior 

Ciudad de México (N22/Redacción).- Creado en 2011, en Barcelona, el estudio de arquitectura se muda a Monterrey en 2013. Su fundador, David Pedroza Castañeda, es un arquitecto mexicano egresado de la Universidad de Monterrey que estructura su práctica con una visión en solitario y en colaboración. Su filosofía la transmite desde el nombre P, que reduce su presencia al máximo en una ecuación donde el cero puede ser sustituído por un trabajo en colaboración. 

El estudio centra su práctica en un concepto: “ingenuidad trabajada”: 

«Pensamos que conceptos arriesgados y soluciones proyectuales y constructivas «ingenuas», susceptibles a ser rechazadas, pueden hacerse posibles con un correcto balance entre conocimientos, experiencia e implicación en la solución del problema. Profundizar, lleva en nuestra profesión a trabajar. Estudiar al usuario, al sitio, el entorno social y natural nos lleva a soluciones ingenuas. 

Hacer realidad la ingenuidad, con todas sus implicaciones, nos lleva a dibujar estructuras, instalaciones, sistemas y detalles constructivos, cuantificar y revisar el proyecto cuantas veces sea necesario para que se convierta en realidad. 

Los arquitectos debemos ir más allá de la forma y el concepto e implicarnos a fondo en su concreción; para que el proyecto sobrepase la idea y se ejecute con la minuciosidad que permiten nuestros excelentes trabajadores mexicanos.»

Sus proyectos buscan siempre un diálogo entre el interior y el exterior, en este tenor y atentos a lo que sucede en la arquitectura en el país han desarrollado proyectos como Casa Bedolla, El Jonuco, Nuevo León, que describen de la siguiente manera: 


«Dentro de un terreno entre montañas, de topografía compleja, poblado de cedros y encinos de generoso tamaño se proyecta una pequeña casa. El programa, de aproximadamente 200 m2 interiores, muy reducido a comparación de los 2,660 m2 del terreno, lleva a plantear un esquema que se beneficia de la topografía aprovechando al máximo las vistas y respetando casi la totalidad de los árboles existentes.

Se parte de un esquema en dos plantas ubicadas sobre el terreno a distintas cotas; de modo que cada una funciona como una pieza independiente abierta hacia la vegetación y el paisaje. Las pequeñas áreas para construcción que quedan entre los árboles llevan a proyectar dos prismas, uno privado y uno social, que flotan sobre la cañada que recorre el terreno.  El cantiléver sobre el escurrimiento de agua se resuelve con una viga-cajón alabeada que se generó cuando giramos gradualmente el muro que contiene el volumen privado hasta convertirlo en una losa.

La estructura de concreto que, concilia la compleja relación con el terreno, soporta dos «cajas» de piedra que se perforan para ventilar naturalmente la casa y aprovechar las espectaculares vistas de las montañas y el bosque. Los muros de piedra y concreto delimitan claramente el corazón del proyecto: un patio longitudinal que desde el acceso se dirige hacia el pequeño bosque de encinos al pie de la cañada. Al cubrir parcialmente la zona central una simple losa genera un espacio indefinido que resuelve la cochera, forma una terraza hacia el poniente, convierte en solario el techo del volumen social y se rompe para conectar ambos volúmenes por una escalera lineal. 

La separación entre plantas, combinada con el sencillo programa de una casa para una sola persona, permite en el interior la misma libertad de organización que se consigue en el patio central. La estrategia de proyecto logra una distribución libre al interior de cada volumen, en donde el mobiliario define los cambiantes espacios y las generosas ventanas en muros y techos diluyen los límites con el exterior. La libertad de los espacios interiores se enfatiza por el techo de madera que, apoyado sobre muros de carga de piedra que están aislados bajo un aplanado pulido, resuelve las cubiertas y entrepisos.

La convivencia de técnicas constructivas modernas con sistemas de construcción tradicionales consigue un intenso diálogo con el entorno. Generados con la misma laja de las montañas que los rodean los prismas de la casa recuperan el lenguaje propio de la arquitectura del noreste, abstraído por la limpieza del lenguaje moderno. Materiales y formas contemporáneas y vernáculas se combinan para crear dos sencillas piezas que aprovechan una compleja topografía para volcarse hacia un espectacular entorno natural.

Imágenes: FCH fotografía y Juan Benavides