La nueva cinta del director iraní aún se puede ver en cartelera; un viaje por las comunidades rurales de Irán donde la tradición se recrudece en medio de una amabilidad poco creíble
Ciudad de México (N22/Ana León).- Desde 2010 el director de cine iraní, Jafar Panahi, tiene prohibido salir de su país de origen y hacer películas. La restricción no lo ha detenido y desde hace una semana en la ciudad se puede ver Tres rostros, su cuarta cinta desde que se le prohibió hacer cine. Al volante, como suele vérsele, Panahi acompaña a la actriz Behnaz Jafari en su búsqueda por una chica que desesperada por ser actriz y condenada al matrimonio, ha tomado como salida el suicidio.
La cinta empieza así, la joven que ha intentado todo para llegar al teatro toma como último camino el suicidio. Tras una declaración se ahorca en una cueva cercana a su pueblo, una comunidad entre Armenia y Azarbayán. El video, vía una amiga de la chica, llega a Jafari y es Panahi quien la acompaña en esta búsqueda.
Lejos del paisaje urbano en el que se desarrollan sus películas, el cineasta nos lleva por terrenos áridos y la atmósfera rural de estas comunidades cuyo paisaje se disuelve entre lo terroso de la geografía cercana a Mianeh, lugar de origen del cineasta y una de las ciudad más antiguas de Irán. Un espacio donde la amabilidad y los deseos de buena fortuna entre los hombres abundan, mientras las costumbres y la tradición mantienen al margen a las mujeres de esos buenos deseos y de ese buen trato.
Panahi centra la narrativa de su cinta en tres actrices: Shahrazad, que vive retirada en el pueblo al que llegan Panahi y Jafari, una actriz famosa cuya carrera se desarrolló antes de la revolución de 1979. La misma Jafari, que es actriz de cine y televisión. y cuya fama llega incluso a esa parte remota del país, y la de la joven aspirante a actriz. Las mujeres, su escasa libertad incluso para elegir qué hacer profesionalmente con su vida, o más bien el no tener la opción de decidir sobre su propia vida, es el hilo que conduce el viaje de Panahi en esta ocasión.
La cámara sigue a Panahi al volante, testigo casi mudo de este viaje protagonizado por la narrativa femenina y de lo femenino, que se contrapone con la tradición. Si al principio había hostilidad por parte de Jafari respecto a la chica que la ha puesto en esta situación tan estresante e incómoda, ésta se transforma en el tratar de entender a la otra, su realidad, su entorno, su historia y reflexionar: ¿Cómo lograr ser libre?
La cinta también hace un guiño al encierro que vive Panahi dentro de su país de origen. Con esta cinta ganó el premio a mejor guion en Cannes.