Un vistazo a la obra de quien fue un referente de la caricatura crítica en México; este mes el monero habría cumplido 85 años
Por Arody Rangel
Estudió hasta el quinto año de primaria, el sueño de sus padres era que se convirtiera en cura y estuvo en el seminario. Oriundo de Michoacán, el joven Eduardo del Río comenzó a trabajar de office boy y hasta hizo de cantinero, por último, estuvo en las funerarias Gayosso; allí se ponía a hacer monitos para matar el tiempo y por una feliz coincidencia Francisco Patiño, director de la revista Ja-Já vio su trabajo y le dio su tarjeta, por si se animaba a querer publicar sus dibujos. Así lo hizo y pasó pronto de ganar 50 pesos por cartón a trabajar para la Ovaciones, a donde llegó recomendado ni más ni menos que por Abel Quezada.
Así comenzó la carrera de Rius, el gran caricaturista mexicano que comparte las glorias del pueblo junto a Posadas, Quezada y Gabriel Vargas. Cuando Rius empezó a vivir de la caricatura, dice, comprendió su responsabilidad social y vio en ella un medio para criticar lo que está mal hecho; se topó con pared al notar que sus críticas apenas y le hacían cosquillas a la gente en el poder y que no lograba un cambio radical en la sociedad. Sin desistir de su vocación, pues aunque la caricatura es un trabajo del que no se ven frutos de inmediato, «es un trabajo que hay que hacer, es una lucha que hay que llevar a cabo» y optó por usar la caricatura para informar, para politizar a los lectores.
El trabajo de Rius sentó las bases de la caricatura contemporánea en nuestro país y abrió el camino para destacados moneros como El Fisgón, Helguera, Rapé, Hernández, por mencionar algunos chamucos. Sus cartones en revistas y periódicos le quedaban cortos e incursionó en la historieta, primero con su afamada Los Supermachos y, tras ser relevado de su propia creación, con Los agachados. Ambas publicaciones tienen el mérito de haber sido críticas del clima político y social, pero en un lenguaje cercano a la sociedad. El Chahuistle y El Chamuco y Los Hijos Del Averno, son las publicaciones más recientes en las que colaboró y de las que también fue fundador.
La consigna de politizar a la gente tuvo en Rius una dimensión pedagógica en el sentido más genuino de la palabra. Los temas de su interés, como la filosofía, la religión o la economía, habitualmente yacen en libros a los que muy poca gente puede acceder y ni hablar de los menos —muchos menos— que los comprenden; no obstante, señalaba el monero, son temas que la gente debe conocer y se dio a la tarea de hacer sus libros-cómic, un hito verdadero en la divulgación de la cultura y las ideas. Dado el éxito de su labor pedagógica El Fisgón lo llamó la segunda Secretaría de Educación Pública del país y para muestra el hecho de que sus libros son un referente obligado para iniciar el estudio de los más variados temas, fuera y dentro del ámbito escolar.
Eduardo del Río, Rius, rojillo, pero crítico tanto de la derecha como de la falsa izquierda, desmitificador tanto de la religión como de la industria y el mercado, periodista e historiador, ateo y filósofo —o al menos ideólogo—, crítico eminente, mal dibujante —a decir de sí mismo— , este maestro en el más amplio sentido de la palabra cumpliría este 20 de junio 85 años. «Queremos tanto a Rius», como dirían por ahí, por eso dedicamos este Librero a su obra, no a los más de 100 títulos que escribió, dibujó y publicó, sino apenas a los que marcaron un hito y son clave para hacerse una idea del tamaño de sujeto que era ese tal Rius.
Izquierda para principiantes
En 1964 Rius fue enviado a Cuba por el Partido Comunista Mexicano, del que era militante, en compañía del fotógrafo Rodrigo Moya. Fueron recibidos por el comandante Guevara en la sala de juntas del Banco de la República; la anécdota dice que El Che conocía el trabajo de Rius y que era su admirador. A su regreso, el PCM encargó al monero hacer un libro sobre Cuba, el resultado fue Cuba para principiantes, de 1966, el primer libro-cómic con espíritu divulgador del caricaturista. Pero el éxito de esta tentativa vino con Marx para principiantes (1972), un texto en el que Rius aborda con lenguaje sencillo y de forma amena a uno de los pensadores más influyentes de los últimos tiempos, pero también uno de los más difíciles de leer. Entre monos, globos y viñetas aparecen citas de El manifiesto del partido socialista y El Capital, así como las obligadas definiciones de conceptos como plusvalía, materialismo histórico o lucha de clases. Ambos libros son el antecedente de la exitosa serie For Beginners, ni más ni menos.
El perfecto ateo desmitifica a la Guadalupana
Además de “rojillo”, otra de las etiquetas con las que se identifica a Rius es “ateo”, cierto que uno de sus tópicos favoritos fue la religión y en los libros que dedicó al tema buscó antes que adoctrinar, revisar argumentos y posturas para desmenuzarlos y trazarlos para mejor comprensión de los de a pie. Los primeros títulos al respecto son de 1981, El manual del perfecto ateo y El mito guadalupano. En el primero impera la idea de que para decirse ateo uno debe estar muy bien enterado de las diversas teorías religiosas y él revisa tantas como conoce en este título para guiar a quienes comienzan a tener sospechas sobre “diosito”. Con el mismo ánimo y sin buscar atacar a los creyentes guadalupanos, en su clásico El mito guadalupano —epílogo a cargo de Monsiváis y portada de Toledo, ahí no más— revisa con precisión histórica este fenómeno cultural, cúspide de la conquista espiritual del pueblo mexicano, base de su adormecimiento y manipulación.
PRI, México contemporáneo y Revolucioncita
Politizar a los lectores fue la principal tarea acometida por el monero y para esto, había que hacer libros sobre cada cosa dolorosamente padecida por la sociedad mexicana a cuenta de traer a cuestas a la clase política y a su sistema saqueador. Desde Almanaco (1980) pasando por Su majestad el PRI (1982) y La interminable conquista de México (1984), hasta La Revolucioncita mexicana (1997) y entre los últimos La reforma dizque heducativa (2015), Rius no dejó de pasar lista a los crímenes y atropellos de la política de nuestro país a sabiendas de que el oficio del periodista es el más peligroso de ejercer aquí. Asimismo, se mostró crítico de la propia izquierda cuando ésta perdió el rumbo, tanto en México como en el mundo y, a propósito, su misión politizante fue también cosmopolita, como atestiguan sus libros sobre Alemania, la URSS, las dictaduras latinoamericanas, España, Palestina, Estados Unidos y la mismísima trukulenta historia del sistema capital.
Ver-de Rius
En nuestro mundo del fin del mundo otra de las grandes cuestiones y pesares es la crisis ambiental, y la educación, si ha de ser tal, no debe conformarse con llevar los grandes conceptos a la cabeza de toda la gente o mostrarle la podredumbre de su clima político y social, también ha de señalar el lugar que ocupamos en el mundo y la responsabilidad que tenemos sobre el deterioro del ambiente a nivel global. Nuestro perfecto pedagogo también hizo monerías sobre esto, como atestiguan El cocinero vegetariano (1989), Verde que te como verde (2010) y Las vacas locas, el horror de comer carne (2014), en los que pasamos de un Rius preocupado por el buen comer y que a las alternativas vegetales adjunta tablas nutrimentales o esclarece las diferencias entre vegetarianismo, veganismo y lactovegetarianismo, a un Rius que tras revisar el mal de las vacas locas, pasa a desvelar la crueldad animal y el coste ambiental de la industria cárnica a nivel global.