#Gaceta22: La vida y el jazz

Música libre, espontánea, democrática… en el Día Internacional del Jazz compartimos esta revisión hecha por la publicación hermana, Gaceta 22

Por Mariana Casasola

La vida, o al menos la vida en sociedad, debería ser como el jazz.

Una buena banda de jazz es el mejor ejemplo de una democracia perfecta. En ella, cada músico tiene la libertad de tocar como quiera, lo que quiera, siempre teniendo en cuenta que pertenece a un grupo, que su participación debe complacerle personalmente, pero también debe mejorar el sonido del conjunto. Los jazzistas trabajan unidos, apoyándose mutuamente, complementando los sonidos del otro, de los otros, sin comprometer su propia individualidad artística.

Los mejores líderes de bandas de jazz —como lo fue el enorme Miles Davis— buscan que sus compañeros músicos (sus sidemen) se expresen libremente y no sólo ejecuten a su servicio, los motiva a improvisar conscientes de que el grupo, a su vez, obtendrá más ideas y se inspirará para tocar mejor individual y colectivamente. Los músicos de jazz saben que el todo es mayor que la suma de las partes. Y lo más importante: en un grupo de jazz no interesa de qué color seas, cuál sea tu origen étnico o nacionalidad. Lo que importa es quién eres, lo que tienes que decir a través de tu música, y el talento que tienes para ejecutarla.

Hay tanto que aprender del jazz, la música más libre, más espontánea y democrática. La primera expresión artística que habló de civilización en el siglo XX, además del cine. Por eso a nadie extraña que exista un Día Internacional del Jazz (30 de abril), una fecha proclamada por la UNESCO desde 2011 para difundir, entre más y más personas, al jazz como herramienta educativa y como “motor para el diálogo y el refuerzo de la cooperación entre pueblos”.

En sintonía con esta fecha de celebración, aquí nos propusimos hacer un breve recorrido por el estallido de culturas, de intérpretes apasionados y conmovedoras improvisaciones que definen al jazz. Desde su complejo y aún misterioso nacimiento, hasta su prometedor futuro ante el nuevo milenio, repasamos abreviadamente esta historia a través de sus grandes personajes, y de un desarrollo que habla tanto de innovación y libertad artística como de superación de prejuicios y marginaciones.

Fusión de culturas

El jazz nació en Estados Unidos a inicios del siglo pasado, pero sus raíces pueden encontrarse en las tradiciones musicales tanto de África como de Europa. Aunque surgió a partir de canciones populares y espirituales, o religiosas, de los esclavos africanos, y sus principales innovadores fueron principalmente afroamericanos, el jazz tiene una influencia innegable de Europa.

Si bien, de África adquirió el ritmo y sentimiento, del viejo continente heredó su armonía, los acordes que acompañan la melodía, similares a la música clásica; y los instrumentos, pues casi todos fueron inventados en Europa: saxofón, trompeta, piano, guitarra, etc. La improvisación, elemento vital del jazz, vino de ambas tradiciones. Su primera cuna fue Nueva Orleans, crisol perfecto para esta fusión de culturas. Como ciudad portuaria y comercial (con personas que llegaban de todas partes del mundo), se volvió el punto de encuentro para personas de diferentes grupos étnicos y además siempre contó con una gran vida nocturna donde los músicos tenían la oportunidad de tocar juntos, aprender unos de otros y combinar todos estos elementos.

La voz más grave del jazz

En ese ambiente propicio surgió uno de los creadores iniciales del jazz, el primer gran solista e improvisador, el trompetista y cornetista, además de cantante, Louis Armstrong (1901-1971). De voz grave, rota y extraordinariamente peculiar, contaba con una gran destreza para improvisar y reforzar con su canto tanto la letra como la melodía de una canción con resultados de mucha fuerza expresiva. Él fue el responsable de convertir el jazz desde su condición inicial de música de baile con raíces folclóricas a una forma de arte popular, además de inventar la esencia del canto jazzístico.

Miles siempre cool

Luego de otras décadas, se dio otro genio muy particular. Miles Davis (1926-1991) fue sobre todo un buscador incansable que evolucionó constantemente, experimentando desde los inicios del jazz como bebop para después desnudarlo hacia un estilo más relajado y orquestal, una forma que ahora se conoce como cool jazz. En su larga carrera (casi medio siglo de grabaciones) también haría incursiones con jazz modal, jazz-funk-rock y hasta hip-hop. Uno de los músicos más innovadores de su generación, Miles Davis contribuyó a formar muchísimos jóvenes talentos que luego se consolidarían en grandes estrellas del jazz, como Tony Williams, Herbie Hancock o el grandísimo Coltrane.

El sismo de Coltrane

En 1965 el jazz vio nacer un clásico instantáneo, que sacudió el género y afirmó al mismo tiempo su ruptura y clasismo. Ese disco fue A love supreme y su autor John Coltrane (1926-1967). Saxofonista tenor y saxo soprano (instrumento que él encumbró), Coltrane siempre marcó la vanguardia del jazz, desde el inicio de su carrera como parte de la banda de Miles Davis, donde partió del hard bop (mezcla de blues y noche en la ciudad), hasta alcanzar la inmortalidad con el insólito carácter de una música cargada de solos, improvisaciones míticas, espiritualidad y experimentos con el naciente free jazz. Trane falleció demasiado pronto, a los 40 años, pero con eso le bastó para crear tanta música (grabó alrededor de cincuenta álbumes como líder y colaboró en más de una docena de discos de otros artistas) que seguimos descubriendo algo nuevo de él, de hecho, tras su muerte siguieron apareciendo discos cada vez más radicales.

Alice

En un medio dominado por hombres, el mérito es doble para las mujeres que incursionaron en el jazz. Ejemplos de soberbias voces hay varias muy valiosas, y van desde los íconos de Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Etta James hasta Sarah Vaughan o Dinah Washington. Pero ejemplos de jazzistas que además fueran compositoras a la par de cualquier otro artista del género son pocos aunque titánicos. Sería pecado soslayar a Alice Coltrane, viuda de John Coltrane y una indiscutible intérprete y compositora de jazz por mérito propio. Pianista, arpista y organista, ella exploró en su propia música, y quizá de formas aún más radicales, la dimensión espiritual a la que le había llevado las inquietudes musicales de su esposo, volcándose en una creciente influencia de la música de la India.

La evolución que continúa su marcha

Las grandes leyendas del jazz que se dieron sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado hasta los años setenta, imprimieron una huella tan impresionante que han dejado al jazz con una impresión de orfandad, sin un músico de talla mesiánica como Davis, Monk, Brubeck o Coltrane. Sin embargo, debemos reconocer que se vive una emocionante explosión de posibilidades creativas, liderada por músicos con un impresionante rango, nuevas habilidades e ideas. El jazz ante el nuevo milenio continúa incluyendo propuestas, mezclando culturas y ritmos (rock, hip-hop, rap, electrónica), viviendo la globalización al máximo. Promesas como la banda de jóvenes canadienses BADBADNOTGOOD continúan dando al jazz larga vida.

Imagen: Thelonious Monk