La actriz mexicana protagoniza la cinta La camarista, que se estrena este fin de semana como parte de la 66 Muestra Internacional de Cine
Ciudad de México (N22/Ana León).- Gabriela Cartol «nació actriz», dice, y desde que tuvo conciencia de ello «no ha quitado el dedo del renglón.» Aunque nunca pensó en que el cine sería la plataforma por medio de la cual podría materializar ese sueño. Pero entonces llegó La Tirisia (2015), una cinta de Jorge Pérez Solano que significó su primer personaje principal. Una película cruda que refleja sólo algunas de las consecuencias de la migración en la provincia mexicana: mujeres solas que se enfrentan a una sociedad acartonada, machista y contrapuesta a sus necesidades biológicas. La maternidad, una vez más, como un dilema. Y esa enfermedad del alma que da nombre al filme: la tirisia.
Luego vinieron cintas como Mole de Olla, receta original (2015), y aunque sea mero detalle anecdótico, ya que aquí la cocina es el pretexto para contar una historia, a Cartol también le encanta la cocina, tanto que en algún momento pensó en estudiar gastronomía. A ésta siguió Sueño en otro idioma (2017), una cinta que mira a las raíces del lenguaje, a su poder, a lo que enuncian y visibilizan las palabras, pero también a lo que ocultan y, sobre todo, a esa visión del universo que se pierde cuando una lengua muere.
No han sido azarosos los personajes en la, aunque corta, carrera de esta actriz. En cada uno de ellos busca que éstos tengan algo qué decir —me cuenta—, «personajes complejos y entrañables. Los personajes reprimidos por una sociedad me llaman. Darle voz aquellos que no la tienen. Ése es el primer filtro para querer interpretar un personaje.» Y es que para ella el cine no sólo es un medio de proyección o de visibilización, «es identidad, cultura, es la magia de prevalecer más allá de la vida misma.»
La de Cartol, —veo en las fotos, ya que por cuestión de tiempo sólo tuvimos oportunidad de intercambiar mails para esta entrevista—, es una sonrisa que tira para arriba, respingona, pero con una leve carga de malicia. Cosa sana, pues el problema es cuando se intenta ocultar que en los seres humanos están ambos, el bien y el mal. Pero no se me mal entienda, no me refiero a la maldad y la bondad católicas, sino a ese lado luminoso y oscuro que todos tenemos; la delicia es saber explotar ambos en el momento adecuado. Y es justo ese lado oscuro el que hace que Cartol, con tan sólo treinta años, luzca mayor o logre apagar su mirada y se transforme en sus personajes. Igual funciona para cuando tiene que hacerla echar chispas.
El cine ha sido para ella un universo y en ese espacio sin límites las posibilidades son infinitas. La educa. La asombra, me dice. Y todo esto sucede antes y durante cada uno de sus proyectos. «La preparación, la lectura del guion, el análisis del personaje para discutirlo, desmenuzarlo», me cuenta, y yo pienso que también para rehacerlo dentro de ella misma, y ya después de la mano del director.
Luego de Sueño en otro idioma, llegó La camarista. Cinta que dirige Lila Avilés y en la que, una vez más, Cartol se transforma. Este filme toca fibras sensibles, temas como la soledad femenina, la cosificación de las personas, la precarización laboral, la alienación o la desensibilización en las relaciones humanas. Aquí, la propia Cartol explotó su sensibilidad para entender este universo, pero también cosas tan prácticas como «la maestría de hacer una cama y dejar un cuarto tan limpio que pareciera que es la primera vez que se habita.»
Gabriela, como muchas otras actrices, busca consolidarse como una de las mejores actrices en la industria, sabe que el camino no es fácil, pero ve en el cine de hoy «una gama más amplia de oportunidades, pues hay mucha más diversidad de perfiles y necesidades.» Aunque es consciente de que muchas veces a las actrices se les acota a un papel de acuerdo a la edad o la apariencia, «existen excepciones y ocurren las maravillosas adaptaciones donde el director(a) modifica la edad o el perfil físico para que seas tú la actriz que interprete el personaje.»
Ya dentro de esta industria, Gabriela no es ajena a las problemáticas sobre violencia de género que han surgido en diferentes sectores del mundo del arte y la cultura, el cine no ha sido la excepción. —¿Qué reflexión te genera el #MeToo que es muy potente en el cine estadounidense y europeo, no así en el mexicano? —Que el miedo paraliza muchas veces y que no es fácil señalar a alguien que tal vez tenga el poder de truncar tu carrera. Que no siempre se tiene la madurez para saber cómo reaccionar ante situaciones de acoso que no deberían existir, en primer lugar.
—¿Qué postura tienes frente al movimiento en nuestro país? —Pienso que ya es hora de poner un alto y decir NO antes de que algo pase, aunque eso implique tener que renunciar a la oportunidad de trabajo que se te esté ofreciendo en el momento, a cambio de tu integridad como actriz o actor. Y desde luego denunciarlo.
La camarista se estrena este viernes como parte de la 66 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
Imagen: Gabriela Cartol en el Festival de Cine de Costa Rica / © Alistair Pulido