La artista transdisciplinar Luz María Sánchez se inspiró en la estela de los sonidos de Las Rastreadoras, un grupo de mujeres que buscan a sus hijos desaparecidos, para crear la pieza Vis. Fuerza (in)necesaria_4.
Ciudad de México (N22/Karen Rivera).- ¿Cuántas veces nos detenemos a pensar en la carga emocional de los sonidos? La excavación, por ejemplo, implica una actividad física constante y rítmica, y si se trata de remover la tierra para encontrar fosas clandestinas, el ruido de la pala puede ser estremecedor. Como estremecedor es el murmullo de una varilla T clavada en el suelo a un metro de profundidad para extraer algún resto orgánico.
Estos son algunos de los ecos cotidianos de Las Rastreadoras. Un grupo de mujeres que explora los campos de los municipios del norte de Sinaloa en busca de sus hijos desaparecidos. El universo sonoro que las acompaña en su día a día inspiró a la artista transdisciplinar Luz María Sánchez, a realizar el proyecto Vis. Fuerza (in)necesaria_4.
Se trata de una pieza a ocho canales que puede escucharse en el Espacio de Experimentación Sonora del Museo Universitario Arte Contemporáneo. «Con esta investigación lo que busco es tratar de contestar la pregunta ¿cómo los civiles en nuestro país sobreviven a la situación de extrema violencia en la que están inmersos? Busqué todos estos paisajes sonoros políticos y difíciles», comenta en entrevista la también académica de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Asegura que la pregunta siempre es la misma, aunque las respuestas son diferentes. Este es el cuarto proyecto que la especialista en medios de comunicación electrónicos realiza en el contexto de violencia en México. Las balaceras, las terapias psicológicas infantiles en Ciudad Juárez y una aplicación que funciona como herramienta de datos y registro para los grupos civiles de búsqueda, son sus investigaciones anteriores.
En Vis. Fuerza (in)necesaria_4 registra la experiencia sensorial de las sesiones de trabajo de las mujeres del municipio de El Fuerte, en Sinaloa, con el apoyo del Grupo de Investigación en Antropología Social y Forense. Reúne, por un lado, las voces que muestran la convivencia entre este colectivo y, por el otro, los sonidos estridentes de los instrumentos como palas, picos y azadones.
«Todos los elementos son de estos espacios in situ donde se van al desierto, afuera de los Mochis, a buscar cadáveres, esto se convierte y se combina en una estructura exclusivamente sonora. Hay preguntas que se hacen siempre estas mujeres, porque en general son mujeres, y algunos de los hombres que las acompañan: ¿dónde? y ¿por qué? ¿Dónde están los cuerpos?, ¿por qué se llevaron a estas personas? Ese sonido lo modificamos a través de una serie de granulaciones para que esté presente en toda la pieza.»
Sánchez también agrega elementos que robustecen su obra con duración de diez minutos, como fragmentos de Treno a las víctimas de Hiroshima, melodía compuesta para instrumentos de cuerda en 1960 por el polaco Krzysztof Penderecki. «No es una obra sonora que se vaya hacia lo negro, porque creo que ya el tema es suficientemente fuerte, tampoco es una pieza complaciente en el sentido de que podamos escuchar un paisaje, ese paisaje bucólico de la campiña mexicana que ya no existe, es un paisaje un poco sórdido, incluso la palabra paisaje no es la mejor.»
La instalación, que podrá visitarse hasta el 21 de julio, se complementa con una escultura de la varilla T, herramienta que permite detectar restos biológicos sin necesidad de cavar, colocada en el patio del MUAC. Esta perspectiva no narrativa es una invitación al espectador a sumergirse en estas múltiples capas de sonido que testifican el esfuerzo de una sociedad resistente a la destrucción y la muerte.
Imagen: MUAC