El coreógrafo canadiense, junto a la también coreógrafa Sophie Corriveau y un grupo de bailarines mexicanos, presentan Fluid Grounds, una pieza coreográfica procesual, un ejercicio de movimiento
Ciudad de México (N22/Ana León).- Me siento frente a Benoît Lachambre y Gabriel Yépez. La entrevista será con el primero pero es el segundo quien hará las veces de traductor del francés al español. Benoît es un coreógrafo y bailarín canadiense, la entrevista podría ser en inglés, pero por alguna razón pido sea en francés. Iniciamos de a poco. Hago la pregunta, Gabriel la transforma y Benoît responde, de pronto mete un poquito de inglés, de pronto algo de español. Escucho atenta mientras él gesticula y abre más y más esos ojos verde agua, encendidos, iridiscentes.
Trata de que comprenda lo que dice en francés y entonces empieza no sólo a hablar sino también a mover el cuerpo, a hablar con el cuerpo. En un momento je comprends tout! Bueno, no todo, pero en este ir y venir de idiomas y el lenguaje corporal voy descifrando lo que intenta decirme y es Gabriel quien ordena esas ideas que ha lanzado Benoît para mí.
El cuerpo, siempre el cuerpo, otro lenguaje, otra forma de comunicar, la herramienta de este bailarín, la materialización de sus ideas de movimiento.
Benoît se encuentra en la Ciudad de México invitado por Gabriel a cargo del área de Artes Vivas del Museo del Chopo, donde ocurre esta charla. Ha trabajado por varios días con un grupo de bailarines de diferentes partes del país. Antes se tenía previsto trabajar con un grupo del CEPRODAC, pero un viaje al extranjero truncó el plan y la convocatoria se abrió a artistas escénicos de otras latitudes.
Fluid Grounds es el nombre del trabajo que se presenta en el museo a partir de este jueves, y hasta el sábado 16 de marzo, en un horario continuo de 11:30 a 19 horas. Es una colaboración entre Benoît y Sophie Corriveau, coreógrafa, bailarina y performer. Es una coreografía, ejercicio de improvisación y performance, creación de espacio y movimiento que cuestiona la relación entre representación y relación, y el lugar del espectador.
Imagen cortesía Museo del Chopo
Durante tres sesiones (14, 15 y 16 de marzo), de ocho horas, Benoît y Sophie, junto al grupo de bailarines, activarán la serie de cintas de colores adheridas al piso y que penden también de paredes del museo, producto del trabajo previo parte del taller que el coreógrafo trabajó con los bailarines.
Le pregunto sobre la manera en la que se transforma la activación y sobre la creación de movimiento cuando cambian los bailarines, ya que Fluid Grounds se estrenó el año pasado en el Festival TransAmériques. Y me dice que «cambia por el sello que la han puesto las personas que han participado; han hecho unas intervenciones en el muro del corredor. El concepto se mantiene, sigue siendo el mismo pero en el hacer es donde se marca una diferencia.»
El concepto se mantiene. ¿Y cuál es ese concepto? «Trabajo con los trazos del espacio y la relación. El trazo de la cinta adhesiva, de alguna manera, fisicaliza la energía, el trazo de la energía o del volumen, el vórtex, estos ciclos energéticos que quedan plasmados por medio de la cinta. También el espacio entre los cuerpos, el calor entre los cuerpos, y la presencia del movimiento del pensamiento. Cuando trazo, trabajo la relación del pensamiento y la relación con el movimiento.»
—En esta idea de manejo de energía, ¿entiendes el cuerpo como un todo?
—Sí.
Hay algunas ideas que no se debe olvidar dentro del trabajo de Benoît, primero es que es algo interno y esa conexión con el interior es dirigida hacia el exterior, «abrimos espacios internos y los espacios externos son los espacios de relación.» Esta última parte es importante: «cuestiono mucho la idea de representación. Estoy más interesado por la relación que se genera, que por la representación. Lo que es representativo en la obra son los trazos, pero la acción performativa no lo es.»
—¿Por qué?, le pregunto.
—Porque trabajo con energía viva y la energía viva cambia todo el tiempo. No podría representar ese movimiento porque tendría que sentirlo y eso da otro resultado. Y la energía, sentirla, sólo sucede en ese momento. Y la representación es una idea de lo que creo sería y que muestro.
Y pienso entonces que son todas estas franjas de colores sobre el suelo, en las paredes, las que se convierten en un mapa, en la geografía de la memoria de ese movimiento. Me mira fijamente y dice: «sí, es eso», enfatizando con la mano.
No sucede lo mismo entonces cuando se trabaja en el taller que cuando la pieza sucede en medio del público, la «perspectiva cambia» me dice. Durante el taller se trabajan ejercicios somáticos, pero entre el público, «es posible hablar con el espectador. La presencia del espectador también es mi cuerpo, es un cuerpo, un cuerpo sobre el cual se escribe y se hacen estos trazos de energías, de figuras. Es también una relación. También se proponen puntos de vista al propio espectador» y viceversa. Los bailarines invitan al que observa a hacer fotografías y mantienen un monitoreo activo de estas «porque la lente de la cámara del teléfono es otro punto de vista para mirar la obra. Se le dice al espectador que tiene derecho de tomar fotos y video. Y también nosotros tomamos fotos a lo largo del proceso. Le pido el teléfono a la gente para que a través de esto se generen nuevas perspectivas en el espacio. Cada vez que el público se mueve, la obra cambia.»
Imagen de portada: Cortesía del Chopo.