La realidad y la ficción del puerto mexicano no sólo dan forma al escenario en que se desarrolla el libro de relatos Aquí no es Miami, de Fernanda Melchor, sino que también funge como el personaje principal
Ciudad de México, (N22/Perla Velázquez).- Hay algo en Fernanda Melchor que de inmediato captura la atención de las personas. Su tono de voz, fuerte y un poco rasposo, es con el que explica que prefiere llegar en camión a la Ciudad de México que conducir dos horas desde Puebla, “la verdad sí me da un poco de miedo manejar aquí”, dice. La cita ya no es una sola, son tres días seguidos que dedicará para presentarle a los medios la reedición de Aquí no es Miami (Penguin Random House, 2018).
El libro contiene doce textos, once que anteriormente se publicaron y uno que por primera vez vio la luz. Melchor prefiere llamarlos “relatos”, aunque a menudo la gente decía que eran cuentos, “no me molestaba, pero sí me friqueaba, porque si tú buscas relato en el diccionario dice: ‘descripción detallada de un suceso real o imaginario’; me gusta esa descripción y el término relatos, porque son historias”. Y es que los datos duros y la ficción brillan por su ausencia.
En el prólogo lo deja claro: cada historia que se presenta en el libro es real. “Si tú un hecho lo traduces en palabras ya estás dándole forma, porque decides qué contar primero y qué contar después. Se trata de aprovechar esa condición de ficción del lenguaje”, asegura mientras mueve las manos en el aire y su cuerpo lo desliza de adelante hacia atrás para acomodarse en la silla de una café de la colonia Roma.
Hay algo en común en el libro: Veracruz, estado en el que nació y creció Fernanda Melchor y que, por supuesto se convirtió en su personaje principal, porque más allá de existir personas en los relatos todo gira en torno a esta localidad. La familiaridad con la que se relata cada trama hace que el lector se sumerja en el Veracruz que no sólo es el puerto, el Carnaval o el café La Parroquia.
“No sé escribir de otra manera, no sé escribir si no es implicándome en ello. Durante mucho tiempo pensé en escribir estas crónicas, pero si no me implicaba no salían bien. Tengo una relación personal con todas las historias, porque de alguna manera siempre lo establecí así. Además, es mi ciudad. Entonces es una forma de explicarla entre sus contradicciones y sus claroscuros”.
Fernanda es periodista por la Universidad Veracruzana (UV), mismo lugar en el que trabajó en el área de Comunicación Social. “Tenía una chamba burocrática, entonces al cumplir mi turno no me sentía satisfecha del todo, así que decidí convertirme en una detective ñoña y empezar a buscar información sobre el caso de la mujer que mató a sus hijos”, historia que se incluye en el libro y que al buscar la información que sustentaría el drama, Fernanda se dio cuenta que a pesar de que “toda la gente se sabe el chisme y te lo cuentan como si hubieran estado ahí, nadie se acuerda de nombres, ni de fechas específicas; creo que es la memoria colectiva tratando de protegerse del trauma. La gente prefiere volverlo mito a lidiar con las consecuencias de los crímenes”.
-El libro no sólo es un reflejo de la violencia, también es conocer a la verdadera gente de Veracruz, ¿así se planteó desde un principio?
-Sí. Yo no quería que fuera un libro que sólo abordara la violencia, sino que tuviera otros momentos muy distintos. Pienso en el primer relato: “Luces en el cielo”, que hay una historia asombrosa de lo que en la década de 1990 pasaba en Veracruz, pero detrás también es muy nostálgica. De esta manera anuncio el tono del libro, porque después vienen las historias más jarochas: el muelle, el carnaval, la cárcel y luego vas entrando a los lugares más profundos: un linchamiento y un exorcismo.
Las historias fueron escritas entre 2002 y 2011, periodo en el que Fernanda conoció a los personajes de los relatos, “tú pensarías que la gente no quiere hablar de ello, pero al menos en Veracruz por aquellos años, las personas se querían expresar porque se sorprendieron al ver la ola de violencia y lo que pasaba con los periodistas. Ese shock era el que yo quería narrar en el libro.”
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Viñetas literarias
La lectura de los relatos son fragmentos de la vida cotidiana, escenas que no tardan en aparecer en la imaginación del lector gracias a la manera descriptiva del ambiente y de los personajes. Una narración que en algunos casos está en primera persona y en otros es un tercer personaje, pero que guía al lector para que cada acto que se refleja cree una historia completa al final.
“Uso mucho la viñeta. Aquí no es Miami está hecho con este recurso, porque yo me imaginaba siempre las crónicas como una película, en donde en la escena uno pasa esto, en la escena dos pasa esto otro, etcétera; porque era la manera en que a mí se me ocurrían. Finalmente es así como funciona la novela, aprendes a descubrir que hay escenas, convertidas en capítulos.”
-Ese recurso literario, ¿cómo lo reforzaste con el periodismo?
-El periodismo me ayudó a tener una manera de ver diferente. En la facultad tuve un maestro que estaba clavadísimo con (Hans-Georg) Gadamer, así que más que reportear yo aprendí a hacer etnografía, eso es utilísimo, saber que tu presencia como observador va afectar en el suceso, no creerte el: “yo sólo soy un ojo que ve y elijo las palabras centrales”. ¡Para nada! Uno ve el mundo y su manera de estar en él es lo que proyecta. Entonces era justo lo que yo quería hacer: contar historias de Veracruz y compartirlas de una manera en que a la gente le parezcan entretenidas y que además les cree un efecto distinto.
-¿Cómo rompiste la objetividad del periodismo?
-Por ejemplo, en “Veracruz se escribe con Z” quise contar una historia que haga que sientas culpa, que te sientas mal por todo lo que está pasando en el país. Entonces ahí entra la parte literaria, la poética; elegir qué palabras y qué combinación de éstas causan un efecto determinado. En ese sentido, también me apoyé en la crónica, porque fue un laboratorio para contar historias y me era fácil, porque decía: “la historia ya está, ya nada más tengo que investigarla, con mis límites, hasta donde pueda y tengo que aprender a escribir lo que investigué de la manera más honesta posible.”
En los escritos de Fernanda Melchor hay palabras coloquiales, un lenguaje que simula el habla. Cuando ella se expresa, juega con el vocablo “jarocho”, las palabras “loco” y “vato” están en lo impreso y en su habla cotidiana. “Me gusta la poesía sórdida que encuentras en las expresiones populares.
“Es una postura radical que yo tengo, si el periodismo es hasta cierto punto darle forma a una narración y elegir palabras, entonces: ¡vamos a narrar de una manera más atrevida, a ponerle adjetivos a las cosas o a usar verbos que quizás en periodismo no ves normalmente!”.
El inicio de una novela
El habla fluye a la par de la reflexión, por lo que las ideas se tropiezan al querer salir. Fernanda Melchor se corrige al final para decir: “una novela debe de plantear una pregunta y la lectura del lector, el intentar entender, es la respuesta. Pero la novela no debe dar certezas, una novela debe de plantear preguntas”, reafirma mientras su mirada se ve lejana, para regresarla a la mesa sorbe un poco de la taza de café que la acompaña.
Aquí no es Miami se editó por primera vez en 2013. El año pasado, en 2017, su novela Temporada de huracanes se agotó en librerías. Ambos textos comparten a Veracruz como personaje, ambos también surgieron de diversas notas rojas que ha leído y visto en los periódicos. Incluso, ambos libros parecen estar conectados por la narrativa.
“En las crónicas empecé a hacer este laboratorio de qué cosas funcionan y qué no. El relato ‘La vida no vale nada’, es muy Temporada de huracanes, porque es la única que escribí después y que ahora se integra en el libro. La historia me gustaba mucho, pero no salía a pesar de que hice muchos intentos; fue hasta ahora que logré reconstruir las conversaciones con ayuda de mis notas”.
-En Temporada de huracanes se lee una narración más madura, si se le compara con Aquí no es Miami, ¿cómo te sirvió escribir este libro primero para después dar el salto a la novela?
-En Aquí no es Miami yo aprendí a narrar, escribiendo crónica aprendí a narrar. A pesar de que ya escribía cuentos, siempre quise escribir una novela, porque de todos los géneros literarios es mi favorito, pero como no tenía ni qué contar no sabía cómo funcionaba la novela. Después entendí que la novela es como un mecanismo, un dispositivo, es decir, no sabía qué piezas tenía y cómo funcionaban. Eso lo fui aprendiendo a la par que la crónica me ayudó a desarrollar músculo narrativo.
Ese algo que llama la atención de Fernanda Melchor es quizás todas las historias que tiene por contar. A través de una novela o de una crónica, le ha quitado la objetividad al periodismo y ha decidido adentrarse en la subjetividad de la literatura. Aunque en su mente tiene presente que el periodista tiene un contrato: “contar la verdad, aunque hay algunos que lo incumplen. Por eso, no queda más que esperar a que el lector se clave con las historias y que sepa que son historias que sí pasaron en Veracruz. Que sí son reales”.
Imagen: Fernanda Melchor / © Ave Nada