Arturo Delgado: “La cultura de calidad tiene que costar”

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Su libro Horror al vacío aborda temas variopintos de la cultura en México y el mundo, que estructura como piezas de divulgación a modo de postales: un acercamiento básico que busca detonar la curiosidad

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Ciudad de México (N22/Ana León).- Cuando Arturo Delgado viajó a Australia como agregado cultural de México no imaginó que una de las consecuencias de aquella estadía sería una serie de textos devenidos columnas de opinión en el suplemento Espacio del diario Excélsior, publicadas entre los años 2011 y 2014. La mirada de Delgado, lejos de la dinámica envolvente, saturada y caótica de esta urbe, supo sacar jugo a esa sana distancia para abordar temas variopintos sobre las diferentes manifestaciones de la cultura y el arte en México y la escena internacional. Durante esos años habló de la Ciudad de México; de Tenochtitlán y Constantinopla; del New Museum y la Roma-Condesa; de Thomas Hirschhorn y Guy Debord; de Yves Klein, Maurizio Cattelan y Yoshua Okón; de la danza, de compañías como Delfos y Merce Cunningham; de Léon Bakst; del Centro Cultural del Bosque; y de diferentes museos, galerías y exposiciones, que ahora conforman su Horror al Vacío, un libro de reciente aparición, publicado por Textofilia.

“Soy un auténtico convencido de que si hay algo bueno dentro de este México convulso, lleno de problemas políticos, de corrupción, de violencia, de desintegración, de tantas y tantas tragedias sociales, la cultura sigue siendo el gran tesoro que tenemos […] paradójicamente es algo que está más allá del Estado, está más allá del país […] Somos un conjunto de ciudades y somos un conjunto de identidades y, justamente, la mezcla de todo esto es lo que hace que seamos tan ricos culturalmente”, apunta en entrevista con Agencia N22, en la galería Almanaque, en la colonia Roma, de la que es fundador.

Dos años después de concluir su participación en el diario, Arturo Delgado inauguró dicha galería centrada en la fotografía y en la que colabora muy de cerca con la curadora Korina Coch. Después de trabajar por varios años en la promoción cultural y de arte contemporáneo, generalmente desde las instituciones, para el galerista la transición fue algo natural.

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-Desde tu experiencia dentro y fuera de México, ¿qué modelo de cultura te parecería ideal?

-Esa es una pregunta que me hago muy seguido y que ya no te puedo responder. Lo que sí me queda claro es que el actual modelo ya no funciona. Todos los modelos del siglo XX ya no funcionan, es un poco lo que yo escribo en las columnas […] Tengo una columna que habla de Donald Judd, este escultor, ‘Donald Judd, trashumante’ y creo que esa es una característica de nuestros días, los ‘trans’; los propios modelos están mutando.

Lo que sí es que el modelo actual de cultura ya no existe, Conaculta ya no existe. Así como el año pasado se murieron los últimos vestigios del siglo XX y se nos murió David Bowie y le dieron el Nobel a Bob Dylan y ya no está Prince; también ya no hay Conaculta. Entonces ahora nos toca hacer un esfuerzo muy grande de oferta de calidad, artistas, promotores, productores tenemos la misma exigencia de calidad que cualquier otro profesional. Si quieres ver algo de calidad pues también te va a costar. Lo que estoy diciendo no es agradable, es algo que molesta a muchos, que escandaliza, pero creo que es tiempo de escandalizar.

Formado como abogado, Delgado (Ciudad de México, 1973) se acerca al arte no como un profesional o experto sino como un interesado en que el lector aficionado o aquel que comparta su misma curiosidad se inicie o encuentre un pretexto para profundizar sobre cada uno de los temas teniendo como punto de partida información útil, a manera de pequeñas postales.

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-¿A qué obedeció la selección de temas de las columnas que integran Horror al vacío?

-La selección de temas es resultado del trabajo como agregado cultural. Mi trabajo era “ser mexicano”, me interesaba llevar un programa de arte contemporáneo, es decir, México se conoce en el exterior por el chile, por Cantinflas, por el Cine de Oro mexicano, por el mariachi y por Frida Kahlo, pero México ha continuado su vida desde los cuarentas, es decir, México no se acabó en 1940 […] a mí me interesaba presentar el México contemporáneo y estando allá la distancia te obliga ver a México desde otra manera.

Las columnas se publicaban los domingos y la idea era que fueran de divulgación, con un tono ligero pero riguroso, con datos duros pero sin que fuera académico y las asociaba a acontecimientos noticiosos con la idea de que tuvieran un poco más de aliento. Me tocó estar allá cuando renunció un Papa (Ratzinger) algo que nunca había pasado, y se me vino a la cabeza la pieza de Maurizio Cattelan en donde está un Juan Pablo II atacado por un meteorito; o de pronto cuando estábamos en una época muy complicada de violencia, como lamentablemente seguimos, entonces en el exterior se leían casi puras noticias tristes de nuestro país y eso me hacía pensar en el trabajo de Teresa Margolles; o me tocó estar en Australia cuando se hizo la primera exposición formal y seria en un museo nacional, en la National Gallery of Australia, de grafiti, y ver cómo éste de haber sido una manifestación cultural fue tragado por el mainstream.

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«Estamos en una época inestable, entonces los soportes y las formas del arte también son inestables.»

 

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-Dentro de la variedad de temas que abordas está el modelo corporativo que han adoptado diferentes museos en el mundo…

-El primer museo de que cuestiona seriamente esto es el MoMA, en algún momento se cuestionaron si abrían todos los días en horario extendido y entonces hubo una gran crítica porque se decía ‘esto está dejando de ser un museo y se está volviendo un centro turístico’. Sin embargo, la realidad es que las cosas ya van pegadas. Claro que hay algo turístico porque entonces la gente iba a ver una exposición de Björk en el MoMA, pero a lo mejor eso les permitía después ver a Duchamp y después ver a Klee. Yo creo que eso no está mal.

Aquí en México hubo una gran controversia cuando estuvo Yayoi Kusama en el Tamayo y sin embargo eso permitió que se rompieran récords de entrada a un museo y a lo mejor mucha de la gente que entró por irse a tomar una selfie pues de paso se enteró de quién era Rufino Tamayo. Si queremos que la gente consuma cultura pues la tenemos que facilitar, tenemos que poner un café y una tienda, porque si la gente no se puede comprar una pintura de Frida Kahlo y se puede llevar una postal, pues está entrándole a la cultura y la está disfrutando y la está haciendo suya y eso no creo que tenga nada de malo. Yo creo que estos nuevos modelos de museos más que estar bien o mal son muestras de experimentos de subsistencia.

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-Mencionas que se ha dado primacia a la forma sobre el fondo…

-Me refiero a que muchas veces entendemos que el arte es el soporte de la idea (la pintura, la escultura, la fotografía o la novela) y lo que digo es que justamente el arte conceptual de lo que se trata es de las ideas. Hoy todo puede ser arte y trato de explicarlo. Veo que hay mucha gente que detesta el arte contemporáneo porque siente que le están tomando el pelo, que es maniqueo y que es oportunista, ¡y mucho sí!, como en todas las disciplinas también en el arte hay malos artistas, pero también hay buenos que con lo que trabajan puede ser con una idea, un instructivo, una conversación, una postura o algo inclasificable. Estamos en una época inestable, entonces los soportes y las formas del arte también son inestables.

-Cuando hablas sobre Yves Klein lo defines como un “artista absoluto”, para ti ¿qué es un artista absoluto y cuáles son sus características? y ¿en México de cuál artista podrías hablar en esos términos?

-Me refiero a este estatus del artista que es artista 24 horas al día (que no es un concepto mío sino uno que sí viene de la crítica tradicional), este creador que casi irremediablemente no se puede dedicar a otra cosa que no sea lo artístico. Importa muy poco el soporte, me refiero a estos artistas que lo mismo pintan, toman fotografías, bailan, que hacen música… En ese sentido tan artista absoluto es Frida Kahlo que era pintora pero también era activista, lo mismo que podría ser un Juan Rulfo que escribía y también era fotógrafo; o Francisco Rojas que es un coreógrafo que interviene en la realización de la iluminación, la escenografía y el vestuario.

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-Las artes escénicas se han replegado un poco y el protagonismo lo ha cobrado las artes visuales, ¿qué les ha hecho falta?

-¿Por qué el auge de las artes visuales? Por dos cuestiones no artísticas: porque están insertas en el mercado, entonces se venden como mercancía, y están asociados también a lo social. En las columnas hablo mucho de las industrias del arte a través de Horkheimer y Adorno con su célebre ensayo de las industrias culturales que hoy ya es una realidad, y lo que le hace falta a las artes escénicas es mejorar sus estructuras de montaje, eso los obliga a insertarse en un modelo económico, de vestuario y de actuaciones de calidad, para lo cual se necesita pagarle mucho mejora a lo actores y bailarines. Es imposible que hagas una pieza de calidad si los actores y los bailarines tienen que tener cinco trabajos. Se debe entender que una obra o una coreografía que a lo mejor dura una hora y media tiene meses de trabajo detrás y que lo comercial no es la parte negativa, sino que tenemos que pensar en la parte de supervivencia, en la parte de la estructura que nos permite vivir de lo que nos gusta, que es el arte.

Si bien los textos se estructuran como columnas de opinión contienen observaciones críticas sobre el estado del arte en México. A tres años de distancia de la publicación de la última, Delgado considera que se puede ver que “estamos en otro momento” porque empieza a haber mucha crítica y críticos, ferias y exposiciones, y cuestionamientos, estado que evalúa como positivo porque promueve la producción de mejores contenidos y de nuevas búsquedas que derivan en nuevos aprendizajes.

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