Los mundos fantásticos y reales de Carlos Fuentes en sus «Cuentos completos»


 

  • La
    extrapolación de las contradicciones sociales lleva a personajes y escenas
    que se vuelven verosímiles sólo por la construcción literaria de un autor
    que se expresó en el relato como uno de sus géneros predilectos         

Ciudad de México, 28/11/16, (N22/Secretaría de Cultura).- El ambiente era cínico, espontáneo, civilizado,
pero también estaban los tiempos, los fuegos de San Telmo en la razón, la
irreal posibilidad de la realidad. Un mundo de atmósferas habituales mezclado
por primera vez con la extravagancia  ardió crepitante. Se instauró de
pronto la vida anómala en la que había que entender las voluntades del dinero y
lo que significaba la moda, o ser una niña bien. El ídolo y el icono
enfrentados con sólo un puñado de años para vencer o caer derrotado.

Concitar géneros y subgéneros experimentalmente es
un rasgo de la narrativa de Carlos Fuentes. No obstante, Omegar Martínez
encuentra  que “es en sus cuentos donde el autor presenta y se auxilia de
los más inusitados puntos de vista, juegos temporales y vueltas laberínticas,
donde las historias son simultáneamente de instantes y eternidades”, suma la
idea que es esta, quizá, la parte más literaria de la obra de Fuentes, “aquella
que celebra la libertad permutante del mundo en el relato”. Desde esta óptica
desarrollada en el prólogo,  a través del Programa Nacional Salas de Lectura,
la Secretaría de Cultura publica el libro, Carlos Fuentes. Cuentos
completos.
El volumen presenta los cuentos conforme fueron
publicados, el criterio ha sido compilar los textos que el mismo autor calificó
como cuentos o relatos. Desde el primero que publicara a la edad de 21 años en
el semanario Mañana corre el orden: Los días enmascarados, Cantar
de ciegos
, Cuerpos y ofrendas, Agua Quemada, El naranjo o
los círculos del tiempo
, La frontera de cristal, Inquieta
compañía
, las antologías Cuentos naturales y Cuentos
sobrenaturales
y Carolina Grau.
Es el tiempo el hábitat más fantástico, la
dimensión más inquietante y siniestra que transitamos con el reloj puesto, como
si no tuviera un algo de demoniaco. La desfiguración del tiempo operando una
transfusión entre lo desértico y lo vital, el movimiento y la parálisis en el
cuento La bella durmiente. Un Sigfrido rubio, de ojos azules era el
ingeniero alemán Emil Baur, conocido en Chihuahua aunque nadie sabía quién era,
salvo que llegó a México a principios del siglo XX y luego hizo una fortuna
explotando minas. Baur  fue el enlace secreto entre el káiser y Pancho
Villa en la alianza que se buscó contra Estados Unidos. El intento se prolongó
con el Tercer Reich, pero frustrados los intentos, viajó una temporada a
Alemania para terminar por regresar a Chihuahua, construirse una mansión
neogótica en medio del desierto y casarse con una menonita. Nadie conoció a la
novia, salvo por la vaguedad de su nombre: Alberta Simmons.
Cubierta por un velo negro la condujo cargada en
brazos a la mansión, nadie volvió a saber de ella, hasta la llamada que recibió
en 1975 Jorge Caballero, médico graduado en Heidelberg,  para atender el
extraño caso  de Alberta, “Toqué un pie blanco, sin sangre, un pie muerto.
A mi tacto poco a poco regresó el color y el calor”. Alberta ha permanecido en
esa circunstancia: encerrada, acostada y dormida en la misma habitación durante
25 años. Entre la conciencia y el síncope, entre lo inaceptable y lo verdadero
 
En los hornos de lo siniestro sigue cocinándose “La
muñeca reina”. Ya han pasado más de 10 años cuando vuelve aquella niña en busca
del personaje principal, Carlos, a través de una nota que cae de un libro,
“Amilamia no olbida a su amigito y me buscas aquí como te  lo divujo”.
Las palabras que así se desprenden sacuden el árbol del olvido, y lo estático
se vuelve insoportable. Al intentar recordarla, la niña de siete años está
congelada. Detenida como en un álbum quedó atrapada la vivacidad, sus carreras
cuesta abajo en el parque donde lo buscaba mientras él, un muchacho de 14 años
conocía por los libros a Huckleberry, a Genoveva de Brabante…El tiempo es
continuidad que sólo necesita ser rastreada, detrás de alguna puerta del barrio
que circunda el parque puede estar la clave que lo lleve hasta Amilamia. Y sí,
desde una calle alcanza a ver  colgado en un tendedero el mandil de
cuadros azules que usaba su amiguita. A la normalidad de la casa, se antepone
la extrañeza de su atmósfera, las huellas que pueden verse de las llantitas de
una bicicleta, una revista de historietas, un lápiz labial tirados en el suelo
 en la casa de un matrimonio atrapado en otro tiempo, pero sobre todo, una
muñeca reina, una muñeca de porcelana…
En  “Nowhere se agrupan múltiples
microrrelatos que construyen un cuento entero”, escribe Omegar Martínez.
Situado en una difusa Edad Media, los personajes Celestina, Pedro, Felipe,
Simón y Alonso se encuentran huyendo cada uno por distintas causas y de
diversas formas:  Celestina huye del trauma de una violación; convencida
de que ha sido tocada por el demonio, accede a personificar el deseo, a
encarnar a la hechicera o la loca. Las posesiones de Pedro fueron arrasadas por
el fuego que encendió el Señor feudal, su huida es el sueño de encontrar otra
tierra y para ello decide construir un barco. La controversia entre el monje
inquisidor y el estudiante de teología, Alonso, discurre entre la sentencia del
primero de que hay que aceptar el estado del mundo, vivir  pacíficamente
en ese orden es la promesa de la bienaventuranza, el estudiante ve un mundo en
el que  Dios está ausente, secuestrado por unos cuantos que lo alejan de
quienes aspiran a conocer su gracia, la desavenencia lo obliga a huir para
librarse de la hoguera.
Felipe ha presenciado la brutalidad del poder en
manos de su padre, el Señor feudal. El único monje dispuesto a cumplir con su
deber de atender y curar a los enfermos de la peste, es Simón, quien deambula
entre muertos e infectados. El alcalde de la ciudad le propone que saque a los
presos de la cárcel y los convenza de limpiar la ciudad a cambio de la
libertad. Así lo hace y los condenados acceden; jugándose la vida, los que
sobreviven escuchan el anuncio de que son libres, pero el alcalde, viendo la
ciudad salvada ordena que vuelvan a la prisión. Todos huyen, pero como al
hombre no le queda sino buscar un ideal, cuando azarosamente se van encontrando
con Pedro, asumen el mito del arca de Noé. La construcción va en el sentido de
un nuevo orden, cada uno tiene un sueño y la idea de cómo lograrlo, para todos
el riesgo, el peligro son partes de ese ideal. Las diversas utopías pasan por
la revolución, por la muerte del espíritu, por la idea de que cada hombre sea
Dios, por la abolición de la enfermedad y la muerte. Para Felipe sólo hay una
utopía a la cual conduce al grupo, su mundo ideal es la vuelta a la ciudad, “la
utopía no está en el futuro; no está en otro lugar. El tiempo de la utopía es
ahora. El lugar de la utopía es aquí”. Pero recuerde el lector, Felipe es el
heredero, el hijo del Señor.
No hay frontera más terrible que la que se erige
desde la individualidad; la que extirpa a otros por sus costumbres ajenas, por
sus olores y comidas, por lo que veneran. Lo que hay del otro lado siempre es
digno de desprecio. La frontera alcanza cualquier espacio, real o imaginario,
ocurre así en el cuento “Las amigas”. Si algo distinguía a Miss Amy Dunbar, era
su intolerancia a la raza humana, a eso se sumaba un cinismo proveniente de la
amargura del fracaso de un amor que se extinguió por su frialdad; el asco a lo
extraño. Pero cuando toda la servidumbre la abandona, Miss Dunbar entiende que
necesita al menos una persona que la atienda y se haga cargo de la casa. A ese
panorama llega Josefina desde México, obligada a viajar a Estados Unidos porque
su marido se encuentra injustamente preso. A Luis María lo representa el
abogado Archibald, sobrino de Miss Amy, es la necesidad la que conecta a las
dos mujeres lo que permite dos personajes tan fuertes como vulnerables. El
carácter truculento de Miss Dunbar se enfrenta a la sinceridad y rectitud de
Josefina. El cuento se vuelve esperanzador al afirmar que  las
fronteras  al final son sólo de cristal y que absolutamente todos somos
seres fronterizos.
Bien podría ser México el Macondo de Carlos
Fuentes, con matices proustianos, la región intercostal de sus sujetos,
estirpes que se abren a un infinito,  el desciframiento de una sociedad
encabalgada en mundos dispares y discontinuos obligados a resolverse, son
elementos que de igual manera nos muestran un mundo maravilloso y terrible.
  
En ese universo, de entrada contradictorio, aparece
un personaje como el de la “Niña bien”, que va situándonos en el recetario de
cómo conseguir marido rico a pesar de provenir de una posición humilde. Para
serlo la primera condición es renunciar al origen, avergonzarse de él con
determinación, para aspirar a subir un escalón (este tema ya se presenta desde
el primer cuento publicado de Fuentes “Pastel rancio”), a toda costa hay que
aparentar lo que no se es ni se tiene, porque cualquier bobo adinerado es presa
fácil. Sin el firme sustento de un orgullo atesorado como única herencia,
cualquier niña bien, está condenada al fracaso y por último, bajo ninguna
circunstancia ceder ante el deseo de un hombre.
Frente al ídolo representado en elementos
como  la vecindad, espacio habitado sólo por aquellos que no consiguieron
o no tuvieron siquiera la oportunidad de aspirar a algo más, están las casas en
el Pedregal, el icono de la nueva vida posrevolucionaria, la insignia de los
que sí supieron hacerla, de los que se treparon al caballo y bajaron dueños de
la tierra. En el cuento Fortuna lo que ha querido, el personaje
principal, Alejandro, que es un artista plástico moderno sentencia: “La obra es
la realidad, no su símbolo”, aún así la dimensión simbólica es inagotable en
los cuentos de Carlos Fuentes que tienen como tema un México oblicuo. “Calavera
del quince” retrata los festejos y personajes del quince de septiembre. Noche
falsamente festiva, noche terrible en la que se dirimen rencillas a golpe de
cuchillo, en la que hay permiso de ser bestial porque se es muy mexicano. En el
desfile de identidades cabe desde el sindicalista olvidado por sus compañeros
en la prisión, el soldado “nalgafría” que lo cuida detestándolo, la mujer que
espera con el féretro listo a que su hijito muera sumido en la pobreza
absoluta, el Fifo que calienta su despecho con tragos de mezcal; la fiesta es
sólo una tragedia.
Existe en otro espacio el dandy como Federico
Silva, del cuento, “Las mañanitas” que todo los días comía en el Bellinghausen,
en la misma mesa, “nada de abrazotes, gritos, quihúboles, vulgaridades,
felices- los- ojos, quémilagrazos. Detestaba la familiaridad”.
El nescafé combinado con tequila que desayuna
el General Vergara del cuento “El día de las madres”, es el símbolo puro de la
mezcla de los Méxicos, su hijo, el licenciado Agustín Vergara, (quien a decir
del padre no es más que un güevón),  detesta las cenas que ordena en su
casa el General: frijoles refritos, chilindrinas, champurrado. Agustín prefiere
los filetes del Rívoli, el suyo es el país de las crepes Suzette. Plutarco, el
nieto, se evade en su Thunderbird rojo que corre a toda velocidad por el
Periférico, su mundo es la Rubia de Categoría, la Coca-Cola, Santa Claus.
Falsos Rubens, muebles estilo Chippendale, arañas gigantes atiborran la casa
del Pedregal. Sus historias son la estampa de un país unido sólo por “el amor a
la Virgen y el odio a los gringos” y agregaríamos que también Garibaldi, donde
van a parar todos los resentimientos, los dolores, el machismo y la revolución.

En el lado opuesto está el cuento “Estos fueron los
palacios” y doña Manuelita, en el pasado fue parte de la servidumbre del
General Vergara, cuando vivían en la colonia Roma. Al cesar sus servicios el
General tuvo a bien pagarle la renta vitalicia de un cuarto en una vecindad de
la calle Moneda. Ahora cuida de los perros del rumbo, cura los maltratos del
que son continuado objeto y que mucho se parecen a ella  y cuida de ese
niño que le recuerda a su propia hija desaparecida. El niño Luisito, paralítico
por una caída de las escaleras, vive convencido de un pasado glorioso y a doña
Manuelita le recuerda a la Lupe, su hija falsamente paralítica. Vivir humillado
por no tener nada, vivir cínicamente por tener de sobra, vivir en la tradición
perpetuándola y aborreciéndola; ¿será esta la originalidad de México, su
tatuaje?
Imagen:http://bit.ly/2gzql8A
16AM

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