Coyoacán legendario: tres fantasmas nos llevan en un recorrido

Coyoacán es un viejo barrio cuya historia está invadida de fantasmas, recuerdos que llegan al siglo XXI para caminar por la tradición y la identidad del que habita la Ciudad de México



Por Alberto Cruz

Distrito Federal, 06/11/15, (N22).- Poco antes de las 6 de la tarde, unas cuantas personas caminábamos sobre la avenida Francisco Sosa, algunas hacia el centro de Coyoacán, otras hacía la avenida Universidad. El punto de encuentro fue la Capilla San Antonio de Padua, mejor conocida como San Antonio Panzacola, ubicada a la orilla de un canal de aguas negras que pocos conocen como el río Magdalena. La avenida Francisco Sosa inicia con un puente que cruza este río, empedrado y pasando justo al lado de la capilla. 

Éramos poco más de 20 personas que esperamos a que comenzara el recorrido de leyendas, poco o nada sabíamos de quiénes serían nuestros guías. Nos adentraríamos en un recorrido desde este punto hasta el Centro de Coyoacán. Apenas comenzaba a oscurecer, la luz del ocaso se filtraba por los árboles y de pronto, como si fueran fantasmas, aparecieron ellos. Eran los guías, dos hombres vestidos de negro y una mujer vestida de blanco, los tres con maquillajes de calaveras; un cura al que le confesaron algunas historias, un mayordomo y la ama de llaves de alguna casona.

Después de saludarnos, el grupo de personas que nos conformamos por vecinos, visitantes, en familia o en pareja, bebés y niños, nos juntamos alrededor de nuestros guías, quienes únicamente se presentaron como actores del barrio, que viven y trabajan aquí, yo prefiero imaginarlos como fantasmas coloniales, es dos de noviembre, ¿por qué no?

La capilla de San Antonio Panzacola permanece cerrada todos los días excepto los lunes a las siete de la noche, su historia, según estos personajes espectrales, se remonta al siglo XVII cuando una banda de asaltantes que operaba en la zona fue atrapada y condenada a muerte; la madre de uno de estos delincuentes le pidió a San Antonio que salvara a su hijo, a cambio, ella le erigiría una capilla, su petición le fue concedida y, con los pocos recursos que contaba, construyó la pequeña capilla.

Así iniciamos nuestro recorrido no sin antes mencionar que Coyoacán ha tenido al más grande impulsor de la ecología, con un puesto en el gobierno donde veló por la forestación, fue el encargado de arborizar gran parte de estos terrenos, donó gran parte de su rancho para hacer lo que hoy se conoce como los Viveros y fue conocido como el apóstol del árbol: Miguel Ángel de Quevedo. Es importante rescatar este dato ya que a principios de este año un sondeo hecho por el periódico Excélsior arrojó que muchos de los habitantes de Coyoacán desconocen el legado de Francisco Sosa, el historiador campechano que vivió durante 40 años sobre la calle Real, actualmente su homónima.

Avanzamos hacia nuestro siguiente lugar, el Museo de la Acuarela, único en el mundo que tiene como objeto exponer piezas hechas bajo esta técnica. A las puertas de este recinto, ubicado sobre la calle Salvador Novo, fue que nuestra ama de llaves nos relató la leyenda de la Llorona, dos versiones para ser específicos. Aseguraron que esta leyenda es originaria de Coyoacán, pese a que en muchos países ha sido contada como propia. Se trata de una mujer indígena que, durante la ocupación española tras la caída de la Gran Tenochtitlan, fue embarazada por un hombre ibérico, sus hijos, los primeros mestizos, fueron los niños ahogados en el río Magdalena (el mismo de donde partimos), y es así como fue condenada a la búsqueda de sus hijos tras su muerte.

No pudo faltar también la versión que el historiador Miguel León-Portilla evoca en su Visión de los vencidos (1959), como uno de los presagios que llegaron a los mexicas acerca del fin de su mundo, previo a la llegada de Hernán Cortés. El llanto nocturno de una mujer misteriosa que lamentaba a las orillas del lago de Texcoco por sus hijos. “¡Ay, hijitos míos!, ¿a dónde los llevaré?”, sería el grito que escucharon.

Regresamos a Francisco Sosa, donde actualmente está la Fonoteca Nacional, la Casa Alvarado que debe su nombre al conquistador Pedro de Alvarado que fue su habitante, además fue casa de Octavio Paz. Nos detuvimos para recordar a Salvador Novo, el gran poeta que también vivió sobre esta calle, en una de las grandes casas donde organizó enormes fiestas a las que acudieron los intelectuales, políticos, escritores, músicos, actrices que se arremolinaron en ese Coyoacán con aire provinciano. Nuestro guía principal, el padre espiritual, nos enfatizó lo bien que se la pasaban; los vinos, la buena comida, nada ostentosos, según él.

Del grupo reducido que inició este paseo se sumaron más personas, algunas nos buscaban desde la capilla, otras venían a nuestro encuentro desde el centro. Las banquetas de piedra, los árboles centenarios, el adoquín de la avenida son los elementos que engalanaron nuestro recorrido, un ambiente cordial se respiró al recordar a los personajes ilustres de una época que pareciera perdida u olvidada de nuestras vidas actuales.

La siguiente parada fue la casa de los Naranjos, la que podría ser la primera construcción novohispana. Hay que recordar que Coyoacán tuvo el primer ayuntamiento en el nuevo mundo. Tras la caída de Tenochtitlan, Cortés y su ejército llegaron a estas tierras para establecerse, organizarse y planear la reconstrucción de la ciudad caída. Actualmente, los Naranjos está dividido en cuatro casas, podemos determinar el tamaño de la construcción original por su fachada.

Avanzando hacia el cruce con la calle Ignacio Zaragoza, nos desviamos de nuestro camino principal para visitar la Casa Fuerte de Emilio “el Indio” Fernández, el gran cineasta mexicano que construyó su fortaleza con la piedra volcánica, abundante en toda la zona, posiblemente del volcán del Xitle. La leyenda se cuenta sola, el Indio Fernández fue un personaje que ha tenido en su entorno diversas anécdotas, desde su carácter temido (portaba de vez en vez un arma, por si acaso) hasta ser el modelo del premio Óscar. Su casa hoy está abierta al público, fue hecha a petición y gusto del cineasta tratando de evocar las grandes haciendas que proyectaba en sus películas.

El tránsito de día de muertos en Coyoacán es “el infierno”, año con año los vecinos padecen de que los visitantes lleguen en sus vehículos y colapsen la zona. En el cruce de la calle Zaragoza y Dulce Olivia (nombre en honor de la actriz Olivia de Havilland, a quien el Indio Fernández veneraba), los coches detenidos buscaban una salida hacia Miguel Ángel de Quevedo, una entrada hacia Coyoacán, o un lugar donde estacionarse. Al pequeño grupo ya no se le podía llamar así, éramos más de cincuenta personas, se añadió gente que esperaba el recorrido en la fortaleza del Indio y nos dirigimos al Callejón del Aguacate.

Entre las calles Dulce Olivia y Tata Vasco pudimos admirar dos grandes ceibas, interesantes árboles que comúnmente se hallan al sur del país, en climas más calurosos y selváticos, cuyos troncos están cubiertos por espinas y que además producen una especie de algodón. Me pareció muy acertada la opinión personal de nuestro narrador, que es increíble que este tipo de árbol pueda vivir a más de dos mil metros de altitud, prueba de que este es un gran valle, al que le sobran muchos mexicanos y malos políticos.

Conocido por muchas personas, el Callejón del Aguacate es el lugar de espanto por excelencia, su nombre causa miedo entre muchos visitantes y durante todo el año, sea día de muertos o no, la afluencia de gente es continua. Entramos por el callejón de la Escondida, un empedrado donde apenas caben dos automóviles. El grupo parecía multitud en un callejón tan angosto como este. En la boca del famosísimo callejón del Aguacate, en una de las paredes se puede admirar un mural con calaveras, un aguacate como vientre de una mujer que identifica el mítico y místico callejón.

Las leyendas son interminables en este callejón, al respecto nuestros fantasmales guías eligieron únicamente dos, una mujer que enamora a los hombres y después los asesina y un niño asesinado por un general de la Revolución mexicana (Coyoacán fue tomado por las fuerzas zapatistas): ambas ánimas aún deambulan por este callejón, al igual que la llorona. Atravesamos el laberinto, tras ver a una virgen que en esta temporada tiene una ofrenda de caramelos.

Continuamos el recorrido hacia la plaza Santa Catarina, donde se encuentra su singular catedral pintada de color amarillo. Empedrada toda la plaza, el tumulto de gente que ya éramos nos acomodamos en una jardinera, justo en frente del templo que estaba finalizando su misa. La historia de una niña que se aparece en la Casa de la Cultura Reyes Heroles, que se encuentra entre el Callejón del Aguacate y esta plaza tuvo que ser interrumpida por las campanadas de la catedral, mismas que se hicieron sonar a petición de nuestros guías, según afirmaron en tono de broma.

Inevitablemente tuvimos que movernos de lugar para escuchar la segunda leyenda de los monjes evangelizadores que fueron encadenados y muertos así, como mártires y ahora penan en esta plaza, alrededor del recinto religioso que data del siglo XVII y que sirvió para evangelizar a los indígenas de Coyohuacan. Conforme la noche envolvió las calles, un ejército de niños disfrazados caminaba ruidosamente por Francisco Sosa seguidos de su séquito de adultos protectores.

Avanzamos por las accidentadas banquetas de la calle principal, son las raíces de los árboles las que demandan su espacio y levantan las piedras, el concreto y lo que les estorbe para poder mostrar su músculo. Quienes llevan carriola pueden sufrir un poco por esto, además de que en algunas partes la banqueta peatonal prácticamente desaparece y tuvimos que caminar por el arroyo automovilístico.

El último destino del recorrido está a dos calles. En la intersección de la calle Ayuntamiento con Francisco Sosa, una patrulla bloqueó el tránsito vehicular, la gente era demasiada en el centro que es preciso tomar esta medida. Además de que estuvo una feria gastronómica y una de juegos mecánicos. Conforme avanzamos hacia el histórico centro delegacional, los árboles son más altos aún, centenarios, imponentes al igual que las casas, muchas de ellas ex haciendas.

Grandes puertas de madera, ventanales protegidos de barrotes de hierro, muros gigantes que quisieran medirse con los pulmones naturales de la ciudad. La oscuridad era más profunda a causa de las ramas y a pesar del alumbrado público. “Ahora sí, caminen por donde quieran”, nos dijo uno de los fantasmales narradores de leyendas, la calle está cerrada y no hubo necesidad de protegerse de los coches.

Al llegar al punto donde terminó el recorrido, la gente que comenzamos este legendario trayecto ya estábamos acompañados por más de 70 personas, con niños disfrazados que se dirigían al centro y eran invitados por nuestros guías. Escuchamos las últimas dos leyendas a unos metros de la casa del conquistador Diego de Ordaz que no pudo regresar a morir en ella sino que murió en altamar.

La historia de la primera esposa de Cortés, doña Catalina Xuárez, y su misteriosa muerte es una de las leyendas, la otra es la de un gobernador de Coyohuacan que advirtió a los despiadados mexicas acerca del fin de su reinado, profecía que se cumplió con la llegada de los conquistadores españoles y que tras consumar su triunfo sobre la gran ciudad, se resguardaron en Coyoacán.

Con esto, el ama de llaves de una casona colonial, el mayordomo de otra casa similar y el padre al que le confesaron las historias regresaron a su descanso, por lo menos hasta el siguiente año en que por las festividades del día de muertos saldrán a pasear con los vivos para contarnos las leyendas que aguardan las calles coyoacanenses.

Una respuesta a “Coyoacán legendario: tres fantasmas nos llevan en un recorrido”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *