- Reed ayudó a construir no sólo el sonido, sino la imagen del rock and roll más popular
Por Marcos Daniel Aguilar
Ciudad de México, México, 28/10/13, (N22).- The Beatles aún estaban reunidos y Pink Floyd daba sus chispazos lunáticos de la mano de Syd Barrett. Era el año de 1967 y el rock más popular se hacía en Reino Unido. Nadie se imaginaba que en ese mismo tiempo en la ciudad Nueva York, unos adolescentes estaban creando un sonido tan estridente con la guitarra como innovador, algo tan extraño que no se parecía a sonido alguno tocado por los greñudos de la época. Eran The Velvet Underground encabezado por John Cale, pero sobre todo, por la inteligencia musical, literaria e incluso drogadicta de Lou Reed.
“I´m waitting for my man” y “Sunday morning” se escuchaban en un performance en la factoría de Andy Warhol. Una estética pop estadounidense en medio de heroína, sexo y mucho trabajo creativo. David Bowie, al otro del Atlántico quería imitar la demencia y la soltura que Reed estaba construyendo en aquellos happenings inolvidables neoyorquinos. Las diferencias con Warhol y con Cale se acrecentaron, y Lou Reed comenzó una carrera de solistas que imprimió con chaqueta de cuero, con un físico famélico y con una ansiedad de vida y suicidio en sus letras.
Vendrían discos como Transformer, Berlin y Metal Machine Music que evidencian lo que muchos querían ocultar, el desencanto del mundo capitalista, la depresión por la postguerra, el desempleo de finales de la década de 1970 y el fatídico comienzo de los 80´s, donde se creía que no habría más ideologías, es decir, que no había futuro.
El glam rock, la imagen transexual, el comienzo del punk y del metal y el rock experimental son legados de este gigante de la música popular anglosajona. Era Lou Reed, que aún participó con Metallica en el álbum LuLu de 2011; Reed el artista de la vanguardia sesentera, el rockero, el intelectual un tanto maldito, pero generoso, que nos deja a los 71 años con el recuerdo de la melancólica de su “Perfect day”.
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