En México no existe la tradición de leer cuento: Ruy Feben

  • El ganador del premio nacional de Cuento Comala 2012 asegura que la ficción sirve para  acentuar la realidad

Por Alizbeth Mercado (@alizbeat)


Distrito Federal, 04/02/13, (N22).-  
Lo que para mí es emocionante es que no
sólo la microficción, sino el cuento, se consideran un entrenamiento para el
narrador. A mí mucha gente me dice “ya escribiste tus cuentos y ¿la novela para
cuándo?”, porque la novela es el único género que “vale” para un narrador.
México no es un país en el que tradicionalmente se lea cuento, sí se
escribe  y a la gente yo creo que le
gusta; pero no tenemos la tradición que hay en Argentina, Estados Unidos o
Rusia. Es una buena oportunidad de revalorar el cuento, porque quizá la gente
no tenga tiempo de leer una novela. Declaró Ruy Feben, ganador
del Premio Nacional de Cuento Comala 2012, por su libro Vórtices viles.

Este libro se conforma  por 12 cuentos que tienen por eje temático
una habitación cerrada y estar en formato “real”, es decir, como si fuera una carta, una grabación, evitar la
tercera persona omnisciente. “Todos tienen algo de ficción especulativa,
elementos del género fantástico que tuviera terror o ciencia ficción, quería
también que todos tuvieran una estructura espiral, que a pesar de que era un
mundo imaginario, al terminar de leer el cuento, pudiera leerse como forma de
interpretar el mundo, al menos un mundo”, explicó Feben.

Ruy Feben
(José Rodrigo Díaz Martínez), nació en la Ciudad de México en julio de 1982, y
cursó la  licenciatura en Comunicación en la Universidad Iberoamericana,
entre 2001 y 2006.
Ha
trabajado en revistas como Chilango,
Esquire y GQ México.
En 2009 publicó su primer trabajo digital de
microficciones titulado Cancerbero, desde entonces
continúa escribiendo en blogs.
En
entrevista para agencia N22, Feben comentó que incursionar en los medios
electrónicos y en las publicaciones periódicas, lo hicieron crear un proyecto
de cuentos llamado 666.

“Primero está la cosa del
número de la bestia y esos cuentos eran la narración de infiernitos, entonces
le venía muy bien. Por otro lado, porque 666 caracteres -que nunca son más de
ocho líneas-  cabían perfectos en un
golpe de pantalla, la gente que entrara podía leerlo y era más accesible para
los que leen en web y no textos de largo aliento”.
Ficciones
en el espacio… digital

Ruy también se interesa por
la transición en formatos, de papel a lo electrónico, ha participado como ponente en los ciclos “Nuevas Voces de la
Literatura”, en el Palacio de Bellas Artes (2010) y “140 caracteres: la llegada
de la twiteratura”, realizado en el Centro de Creación Literaria Xavier
Villaurrutia.

“Hoy el formato es internet,
rápido, desechable a veces, me parece muy natural que florezca la tuiteratura,
la microficción y creo que ahora es una moda medio despreciada por los
“literatos de verdad”, dicen que es de novatos, pero en realidad es complicada;
eso le pasó a la novela, era un género “menor hace 50 años. Entonces creo que
es una moda y florecerá. Hay exponentes muy buenos, que dejarán una escuela,
pienso en José Luis Zárate que es un genio de la microficción. 

«Pero esto no
quiere decir que los otros géneros vayan a morir, en la playa no quieres leer
en Twitter, quieres leer una novela, o después de pasar ocho horas frente a una
computadora, quieres leer un libro, al menos yo”, agregó.

Entretanto, aseguró que
escogió escribir cuentos porque “quería ver hasta dónde podía llevar yo un
cuento, sin ser el entrenamiento que escribes 
para hacer pluma. Quería saber hasta dónde puede llegar un cuento de
verdad, si puede tener la profundidad de la novela”.
Érase
una vez…

El libro comienza así, como
los cuentos clásicos, ¿por qué? “Me interesaba esa noción de artificio, ‘voy a
contar un cuento, no me pasó”’. En todos me interesa la ficción como
contraposición de la realidad, enfatizar que escribes algo ficticio lo puede volver
más real, ‘irónicamente’”. Todo el tiempo convive el mundo real con el imaginario,
es algo que quise evidenciar y jugar con los planos de la imaginación. Jugar con
sueños, enfermedades, “futureo”. La pregunta eterna es ¿qué trae cada quién en
la cabeza?”.
El prisma de las pérdidas

El libro se llama así porque
me encontré con un investigador de lo paranormal, Ivan Terrance Sanderson,
quien investigó las desapariciones del Triángulo de Las Bermudas, y otros
puntos en el mundo donde pasaba lo mismo. Se dio cuenta de que eran equidistantes; si trazabas líneas había un
prisma perfecto donde pasan cosas que nadie sabe y esos puntos los llamó Vórtices Viles. El libro comparte esa idea, el tema de que no sabrás bien a bien qué
pasó; también que son 11 cuentos como los 11 puntos. En internet dejé el cuento
número 12, “el cuento perdido”.

Vórtices
Viles
es una edición de la Dirección General de Publicaciones
del Conaculta.
Imagen http://bit.ly/14NfdHc
13MAG 

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