Investigación muestra el azaroso camino de la cerveza en América

Distrito Federal, 10/01/13 (N22).-
Pocos saben que el
origen de la cerveza se remonta a nueve mil años, en el Oriente Medio, en la
región que hoy ocupa Irak, donde era fabricada por los sumerios. A partir de
entonces emprendió un largo viaje que, durante varios siglos y numerosos
experimentos, la llevarían a perfeccionar su sabor y calidad. Hoy, es una de
las bebidas predilectas a nivel mundial, particularmente entre los mexicanos,
lo que ha colocado al país en el décimo lugar en el consumo de cerveza.
La
historiadora María del Carmen Reyna, del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH-Conaculta), recorre en el libro Historia de la cerveza en México el azaroso camino de esta bebida
en el territorio americano; desde su llegada al Nuevo Mundo tras la conquista
española, los primeros intentos para su fabricación, la difícil etapa de
aceptación durante la época novohispana, y su posterior consolidación durante
el siglo XX, tanto en el gusto como en una floreciente industria mexicana.
En
el volumen, editado por el INAH, la especialista de la Dirección de Estudios
Históricos (DEH) señala que aunque la cerveza no necesariamente fue la primera
variedad de bebida fermentada que llegó al paladar humano, sin duda fue una de
las más antiguas y hoy es, quizá, la más popular del mundo.
Luego de
indagar en numerosos archivos, la autora refiere que fue en 1542 cuando el
monarca Carlos V autorizó que en la Nueva España se pudiera elaborar cerveza, misma
que se producía en una fábrica establecida en Amecameca, que dirigía el español
Alfonso de Herrera.
“Traían
maestros cerveceros europeos para poder hacerla, que tenían la habilidad,
práctica y experiencia necesarias. Esta primera cervecería permaneció alrededor
de cuatro o cinco años, pues no tenía las condiciones para subsistir. Además,
las primeras cervezas salían muy caras y, por lo mismo, la producción era
mínima. Por ello, se decidió mejor traerla en barcos, pero este transporte
debía tener ciertas condiciones para que la bebida no se echara a perder”.
La
investigadora del INAH relata que cuando México se independizó, llegó una ola
de inmigrantes europeos y estadounidenses que preferían la cerveza al pulque
—que era una de las bebidas principales en el país—, porque éste les parecía
que no tenía sabor.
“En la
primera mitad del siglo XIX, los europeos empezaron a establecer fábricas
artesanales, pero tenían que traer maestros cerveceros para poder elaborarla, a
quienes se les pedía firmar un contrato en el que se establecía que no debían
enseñar aquí la técnica porque era algo casi secreto. En Europa, desde la Edad Media, los que
habían adquirido una práctica excelente para elaborar cerveza eran los monjes,
inclusive algunas marcas tenían el nombre de los monasterios donde se
producía”.
María del
Carmen Reyna refiere que las primeras cerveceras se establecieron en la Ciudad de México,
preferentemente cerca de algún río, porque se utilizaba mucha agua para
elaborar la bebida. Sin embargo, no prosperaron porque debían importar el
lúpulo, una especie de planta que traían de Europa, de la cual se utiliza la
flor hembra sin fecundar. De Estados Unidos venía la
cebada pero no tenía la calidad suficiente, por lo que en México se empezó a
cultivar este cereal.
“No sé si
en México se cultive el lúpulo, a lo mejor aún tienen que traerlo de Europa.
Éste es el gran secreto de la cerveza, lo que le da su sabor, aunque se
necesita mucha experiencia y conocimientos para que adquiera un sabor
exquisito”, refirió la historiadora
María del Carmen Reyna.
Una de
las primeras cervecerías se estableció en lo que hoy es la calle Revillagigedo,
a cargo de la familia Cantolla, procedente de España, pero no tuvo éxito. Otra
más se instaló en el Ex Convento de San Agustín, ubicado en Isabel la Católica y República de
El Salvador, cuyo terreno abarcaba toda la manzana y para hacerse de recursos,
rentaba una parte a la cervecería, que permaneció abierta de 1829 a 1861, cuando se hizo
la desamortización de bienes eclesiásticos y se cerró el establecimiento.
Otra
fábrica se instaló en el Hospicio de Pobres, ubicado en Balderas y avenida
Juárez, que también arrendó una parte de su terreno porque necesitaba recursos
para la atención de huérfanos y enfermos. Una ventaja que tenía el hospicio es
que poseía mercedes de agua, y eso permitía a los productores contar con el
recurso suficiente para elaborar la cerveza. Eran extranjeros, de origen
europeo en su mayoría, los que alquilaban estos lugares.
Asimismo,
al norte del país, en Sonora y Chihuahua, se establecieron algunas de las
primeras cervecerías, lo mismo que en Jalisco, las cuales eran trabajadas por
productores ingleses y alemanes. Posteriormente, se abrieron más cerveceras al
sur del país.
Al llevar
la cerveza de un extremo a otro del territorio nacional, era necesaria una
buena técnica para que se conservara en buen estado, sino se echaba a perder.
“La
inestabilidad del siglo XIX no hizo posible que se fortalecieran las fábricas
de cerveza.  Sin embargo, a mediados de
esa centuria empezó a haber una mayor demanda de esta bebida, que poco a poco
fue desplazando al pulque. La cerveza también se consideraba medicinal, a los
niños se les daba un traguito para tranquilizarlos por efectos del lúpulo”.
La
investigadora del INAH indicó que fue hasta principios del siglo XX cuando
empezaron a surgir las grandes empresas cerveceras, como Modelo, fundada por
españoles en 1925, cerca del río San Joaquín para tener el agua suficiente,
quienes trajeron a fabricantes extranjeros para su elaboración. Posteriormente,
crearon los envases de vidrio y las corcholatas, que eran muy prácticas para
destaparlos y proteger el líquido.
Esta
empresa empezó a expandirse y en 1950 adquirió una fábrica de cerveza de
Yucatán, que era muy productiva, pero curiosamente al adquirirla dejó de serlo.
Sin embargo, siguió su crecimiento llegando a comercializar ocho marcas y
fusionándose con socios mexicanos.
Poco a
poco se fueron abriendo más empresas con capital nacional, como Corona —que
actualmente exporta a muchos países—, Indio, Tecate, Cuauhtémoc, Yucateca,
Moctezuma, etcétera, que se vieron favorecidas con el ferrocarril y el
transporte marítimo.
María
del Carmen Reyna indicó que en Toluca, Estado de México, hay
un Museo de la Cerveza,
perteneciente a la empresa Modelo, que conserva la maquinaria con que se
producía a principios del siglo XX.
“La
cerveza mexicana se vende mucho en todo el mundo y es muy apreciada. Hoy por
hoy, México ocupa el décimo lugar en el consumo de cerveza, siendo los
principales consumidores Alemania (que organiza durante un mes el Oktoberfest,
en el que se sirven galones de esta bebida), España, Francia, República Checa,
Austria, Bélgica, Reino Unido, Dinamarca y Estados Unidos, que cuenta con
infinidad de fábricas”, finalizó la historiadora.

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