«Arqueología Mexicana» descifra el código construido por Diego Rivera

  • El pintor mexicano culminó su interés por la arqueología en la construcción del Anahuacalli 
Por Rafael Cervantes
Distrito Federal, 17/12/12 (N22).-
Además de las tradiciones
milenarias que en la actualidad mantienen grupos étnicos como yaquis, rarámuris,
wixárikas, nahuas, zapotecos o huastecos, las culturas prehispánicas de México
se mantienen vivas gracias a la capacidad y el talento de un hombre que por
medio de sus manos pudo preservarlas a través de los tiempos y por medio de la pintura mural, muy a la manera
de los tlahcuilos de fray Bernardino
de Sahagún: él fue Diego Rivera.
A través de la tinta y el papel,
el pintor guanajuatense vuelve desde el Mictlan en la edición especial 47 de Arqueología Mexicana, que lleva por título
“Diego Rivera y la arqueología mexicana”. Cada vuelta a la página es un paso plástico
a través de los tiempos, desde la llegada de los castellanos y el sitio de México-Tenochtitlan,
hasta las vejaciones que sufrieron los indios y el trabajo de los misioneros
españoles; pero también muestra el día a día de los mexicas en el mercado de
Tlatelolco, los mixteco-zapotecos en Oaxaca, o los purépechas en los lagos de Michoacán.
Quién mejor que el creador para
hablar de su propia obra; podría decirse que Rivera se encargó “solito” de elaborar
todo el contenido de dicho ejemplar, pues además de las ilustraciones que página
tras página remiten a tiempos inmemoriales, también lo hace “la pluma fácil” del
pintor. ¿Cómo fue esto posible? Pues la mayoría de los textos que acompañan las
imágenes son de su autoría, en los cuáles explica la composición e intención de
su obra, así como sus impresiones de la misma.
Esta historia va evolucionando junto
con el pueblo mexicano, llevado en un remolino de levantamientos armados
durante el siglo XIX, como la Independencia y la Revolución. Personajes
nacionales y extranjeros como Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Pancho Villa o
Carlos Marx, y seres mitológicos como Quetzalcóatl o la Coatlicue se reúnen en los
cuentos de trazos y colores hechos por Rivera, que algunas ocasiones fueron
espacio para crear nuevos entes.
Las técnicas también varían: el
fresco tradicional y con baba de nopal, el seudorelieve,
los mosaicos de piedras naturales, cerámica y vidrio, así como pinturas al óleo
y al temple, que sirvieron para crear obras imponentes como el Cárcamo del Río
Lerma, o la fachada oriente del Estadio Olímpico
Universitario; aunque también con un complejo trasfondo histórico que da pie a
diversas interpretaciones.
Rivera no improvisó ni inventó
nada –tal vez para que no dar razones a sus críticos y detractores–, y a la manera de cualquier periodista investigó para que su obra
fuera lo más fiel posible; se basó en fuentes como el monolito de la diosa
Chalchiuhtlicue, el Códice Florentino
y los Primeros memoriales, o la pirámide
de los Nichos en Tajín, entre otras, para reproducirlas en sus pinturas, las
cuáles se ven plasmadas en obras como El
agua origen de la vida, Cultura mixteca-zapoteca
y Cultura totonaca, respectivamente.
Sin embargo, eso no lo salvó de
algunas imprecisiones, que según
el artículo de Francisco González Rul –publicado en el mismo número–, fueron
tomadas con humor por Rivera. Pero eso no inhibió su interés por la arqueología,
y fue tal la influencia de las culturas antiguas de México, que su inspiración
llegó hasta el sitio donde quedó resguardada su amplia colección de objetos prehispánicos:
el Anahuacalli. 
Luego de entender –gracias a este
número especial– el porqué de las obras de Diego Rivera referentes al México
precolombino, el lector se detendrá a observar con más detenimiento, para
analizar el trabajo realizado en sitios como el Palacio Nacional, la Secretaria
de Educación Publica, el Teatro de los Insurgentes, el Palacio de Cortés y el
Centro Médico de La Raza, entre muchos otros que resguardan un tesoro inmenso, al que podría calificarse como un
gran “códice mural”.
12MAG 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *