Durante la reunión para conmemorar los 40 años de la Convención de Patrimonio Mundial, en la ciudad de Querétaro, que se desarrolló del 18 al 20 de julio, especialistas nacionales e internacionales coincidieron además que la concepción de Patrimonio Mundial ha evolucionado y se ha vuelto un tema cada vez complejo, pues con más frecuencia se pone a discusión el requisito de valor excepcional universal, que califica la UNESCO para poder inscribir un sitio cultural, natural o mixto en dicho listado.
En el foro, organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con apoyo del Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO y del Gobierno del Estado de Querétaro, los expertos también se pronunciaron por priorizar la calidad de los sitios ya inscritos, más que la cantidad.
En este sentido, Nelly Robles García, coordinadora nacional de Arqueología del INAH, señaló la evolución que ha tenido la inscripción de zonas arqueológicas de México, en la Lista de Patrimonio Mundial. Al principio, dijo, la Convención privilegió un criterio “monumentalista”, y se logró en 1987 la inscripción de sitios como Palenque, Chichén Itzá, Teotihuacan, Monte Albán, que son la “representación de nuestras inmensas culturas prehispánicas”.
Con el tiempo, abundó, dicho criterio evolucionó y se refinó, de manera que en el listado se incorporaron, en 1998, bienes culturales como Paquimé, un sitio de arquitectura tierra en Chihuahua, que significó un “cambio enorme” al incluir argumentos arqueológicos para su declaratoria. En este rubro también destacó a las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco, en Baja California.
Robles García puntualizó que en los últimos años, el criterio de inscripción ha incluido al medio ambiente y el paisaje cultural circundante, en cuyo rubro están sitios como Uxmal (Yucatán), así como Calakmul (Campeche), uno de los primeros sitios mixtos (arqueológico y natural) que se incluyeron en 2002 en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
Por su parte, José de Nordenflycht, experto de ICOMOS Chile, hizo referencia al futuro de la Convención de Patrimonio Mundial, la cual dijo pasa por la “simbólica crisis de mediana edad”, y sugirió abandonar paulatinamente el “rigor doctrinario” de algunos de sus parámetros.
Opinó que al llegar la lista al “número de oro”, es decir, a los mil sitios inscritos, es necesario reflexionar que el patrimonio es dinámico, por lo que hay que tener en cuenta la relación entre sujetos y objetos que le dan identidad; además abogó la “tolerancia al cambio, pues la memoria no está contenida en los objetos sino en los actores del cambio”.
Otro de los temas que se abordaron en la reunión, fue la creciente necesidad de capacitar convenientemente al personal que trabaja cotidianamente en la gestión y conservación de sitios patrimoniales.
Al respecto, Lilia Rivero Weber, coordinadora nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, expuso los esfuerzos realizados en los últimos años por el Instituto, para el desarrollo de cursos de capacitación en la materia.
La restauradora, integrante del Consejo del Centro Internacional para el Estudio de la Preservación y la Restauración del Patrimonio Cultural (ICCROM), dependiente de la UNESCO, dijo que a través de un programa de capacitación de cuerpos académicos “se han dado cursos en conservación preventiva a integrantes de distintas comunidades de América Latina”, para la atención de sitios arqueológicos, con la idea de que repliquen estas acciones en sus propios países.
Por último, subrayó la necesidad de prepararse para responder a situaciones no previstas debido al cambio climático, y concluyó que para garantizar la preservación de un bien cultural es necesario incluir a las comunidades en esta tarea.
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