El miedo es una respuesta biológica que ha sido esencial para la supervivencia de los seres humanos a lo largo de su historia evolutiva.
Según Kenneth Carter, psicólogo clínico de la Universidad de Emory, la activación del miedo es una herramienta eficiente que ayuda a preparar al cuerpo para enfrentar situaciones de peligro.
Esta respuesta, comúnmente conocida como la reacción de “lucha o huida”, es una adaptación que heredamos de nuestros antepasados, quienes la utilizaban para escapar de depredadores.
El proceso comienza en la amígdala, una parte del cerebro encargada de identificar amenazas, que a su vez activa el hipotálamo.
Este último, envía señales al sistema nervioso y endocrino para que liberen hormonas y neurotransmisores como la adrenalina y el cortisol, generando una serie de cambios fisiológicos que preparan al cuerpo para reaccionar ante el peligro.
Cuando el miedo se activa, se producen una serie de respuestas en el cuerpo. Los músculos se tensan, el corazón comienza a bombear más rápido, la respiración se acelera y las pupilas se dilatan para mejorar la visión.
Además, el cuerpo libera dopamina, lo que contribuye a un estado de alerta más agudo y puede generar una sensación de placer en algunas personas, especialmente en aquellos que disfrutan de emociones fuertes.
Sin embargo, a pesar de los beneficios evolutivos de esta respuesta, la activación frecuente de este sistema puede tener efectos perjudiciales para la salud. Si el cuerpo se encuentra constantemente en estado de alerta, puede desgastarse, provocando problemas como hipertensión, trastornos cardíacos y debilitamiento del sistema inmunitario.
Aunque la respuesta al miedo es similar, tanto si enfrentamos una amenaza real como una percibida, el cerebro es capaz de distinguir entre ambas.
Mihail Zilbermint, médico en Johns Hopkins Medicine, advierte que, aunque las actividades que generan miedo, como ver películas de terror o visitar casas encantadas, pueden parecer inofensivas, pueden seguir siendo estresantes.
La liberación frecuente de hormonas del estrés puede agotar el cuerpo y generar complicaciones de salud a largo plazo. Esto es particularmente preocupante para personas con afecciones cardíacas, ya que la liberación excesiva de adrenalina puede dañar el tejido cardíaco.
Asimismo, personas con dolor crónico, como aquellos que sufren de espasmos musculares, deben evitar situaciones que desencadenen respuestas bruscas del cuerpo.
Además, la sobreexposición al miedo puede tener otro efecto inesperado: la insensibilización.
Kenneth Carter menciona que las personas que frecuentemente se exponen a experiencias que inducen miedo, como las películas de terror, pueden desarrollar una habituación que reduce la intensidad de su respuesta ante peligros reales. Este proceso de habituación es una adaptación evolutiva que permite al cerebro familiarizarse con situaciones repetitivas, pero puede ser perjudicial si disminuye la capacidad de respuesta ante amenazas genuinas.
(Con información de National Geographic)