Redacción/CDMX.
Un estudio realizado por Recruit Works Institute apunta una escasez de oferta laboral en Japón de 3,41 millones de personas para 2030 y más de 11 millones para 2040, y la desigualdad de género es un punto de presión importante.
Las investigaciones muestran que una sociedad y una fuerza laboral inclusivas en materia de género conducen a la innovación y el crecimiento económico.
Sin embargo, Japón tiene uno de los niveles más bajos de igualdad.
Las normas de género en la sociedad japonesa están estrechamente conectadas con jerarquías patriarcales que han evolucionado históricamente a partir del confucianismo.
El hombre está vinculado al del sostén de la familia, mientras que la mujer solo es vista como esposa y cuidadora.
A los niños les enseñan estas normas desde una edad temprana mediante patrones de habla y un comportamiento más dominante.
Las niñas hablan en voz baja y actúan de manera no amenazante.
Los libros y programas perpetúan estos patrones y comportamientos lingüísticos jerárquicos.
Recientemente, Japón fue el único país del G7 que envió un hombre como representante a una delegación de igualdad de género y empoderamiento femenino.
Obtener un ascenso depende de largas horas de trabajo, independientemente si se es hombre o mujer, por lo tanto, las normas de género resultan en una importante doble carga para las mujeres japonesas.
Las mujeres enfrentan discriminación y acoso, además de expectativas restrictivas de comportamiento y apariencia de género.
Introducir cuotas para el liderazgo femenino, plazas de cuidado infantil y una licencia parental mejorada, son algunas iniciativas que ha implementado el gobierno japonés para mejorar la igualdad de género, sin embargo, no han logrado su objetivo.
Incluso, a pesar de contar con una de las licencias de paternidad más generosas del mundo, solo el 14 por ciento de los hombres japoneses la utilizó en 2021, en comparación con los padres suecos que alcanzaron un 90 por ciento.
Sin contar que de los paises de la OCDE, los padres japoneses emplean el menor tiempo para realizar labores domésticas no remuneradas, con solo 41 minutos por día.
(Con información de The Conversation)