Redacción/CDMX
La mayoría de la gente relaciona al olvido como un defecto en nuestra capacidad de retener sucesos, eventos, acontecimientos personales o (peor aún) la memoria colectiva que nos da identidad y pertenencia a un grupo social o nacional.
Entonces, partiendo de la premisa de que sin el olvido nada iría bien, ni nuestra memoria y, por supuesto, nuestra vida, el olvido resulta ser imprescindible para un funcionamiento eficaz de la memoria misma.
El olvido es necesario y lo deja claro William James cuando advirtió que si recordáramos absolutamente todo, lo pasaríamos tan mal en la vida como si no recordáramos nada.
Los científicos que se han especializado en el uso de la memoria no dudan al afirmar que el olvido es exactamente lo que necesita nuestra capacidad de retener recuerdos en nuestra memoria para funcionar de manera óptima.
Jorge Luis Borges lo planteó en Funes el Momorioso, que tras una caída en el caballo recureda cada hoja de cada árbol de cada monte.
Y no solo eso, recordaba cada vez que los había visto o imaginado.
Así que continuamente discernía sobre los avances de la corrupción o sobre una caries.
Un ser humano sin la capacidad de olvidar se encuentra sumido en su propio vértigo, amarrado a los detalles, a sus impresiones y es incapaz de generar nuevas ideas, en otras palabras, se vuelve incapaz de pensar, porque “pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.
Friedrich Nietzsche, el filósofo alemán declara la necesidad vital del olvido con estas palabras: Imaginemos el caso extremo de un hombre al que se le hubiera desposeído completamente de la fuerza de olvidar, alguien que estuviera condenado a ver en todas partes un devenir.
Ese hombre no sería capaz de creer más en su propia existencia, ya que vería todas las cosas fluir separadamente en puntos móviles.
Se perdería así en esta corriente del devenir. Como ese discípulo consecuente de Heráclito, apenas se atreverá ya a levantar un dedo.
Y es que en toda acción hay olvido, de igual modo que la vida de todo organismo no solo necesita luz sino también oscuridad. (…) Es posible vivir casi sin recuerdos, e incluso feliz vivir, (…) pero es imposible vivir sin olvidar.
Con información de El País)