Salvador Elizondo documentó su vida a lo largo de 83 diarios

DISTRITO FEDERAL, México, (N22/Conaculta).- 

La obra de Salvador Elizondo “influyó mucho en una juventud de ruptura después de Juan Rulfo, irrumpió con Farabeuf, que fue una novedad, sin ser un personaje que pudiera ser muy comprendido por el grueso de la población”, explica en entrevista para Conaculta la fotógrafa Paulina Lavista.

Fue hasta la muerte del llamado “Gentleman de la Literatura”, ocurrida el 29 de marzo de 2006, que Lavista leyó los 83 diarios que Salvador Elizondo escribió desde los nueve años. Entonces descubrió nuevas facetas de quien fuera su esposo durante 37 años.

Sus escritos son reflejo de la búsqueda de vocación que llevó durante su juventud, fue cineasta, torero, físico nuclear y pintor, profesión que abandonó, no por completo porque sus diarios están llenos de dibujos, después de ver en Roma los cuadros de Paolo Uccello, recuerda la fotógrafa.

El entorno familiar contribuyó para marcar la curiosidad artística del autor de El grafógrafo y El hipogeo secreto. Su tío Fidias Elizondo fue escultor, la pieza Malgré Tout se puede apreciar en el Museo Nacional de Arte, asimismo el poeta modernista Enrique González Martínez fue su tío abuelo, en tanto que su padre, Salvador Elizondo Pani, fue productor y guionista durante la Época de Oro del cine mexicano.

Para Lavista la efervescencia de ideas que Elizondo tenía en la cabeza le llevó a ser un joven muy sufrido, a diferencia de lo que muchos pensaran, la posición social y familiar del escritor no lo llevó a ser un junior sino que durante su vida buscó tener méritos propios. Necesidad que reflejó en sus cuadernos de escritura.

“Sus diarios de juventud son muy angustiosos. No encuentra la vocación o fracasa, entonces es muy interesante porque es toda una evolución del personaje hasta encontrarse, acomodarse o estacionarse en la literatura.

“Ningún escritor mexicano y quizás en el mundo ha tenido la meticulosidad de Elizondo para llevar los diarios. Son escritos que empieza cuando tiene 9 o 10 años y terminan tres días antes de su muerte, con algunas interrupciones pero generalmente son seguidos. Es un escritor con un diálogo constante consigo mismo y con el diario, el diario vino a ser un amigo, un confesor, un delator, un momento en el que manifiesta todo lo que siente”, comenta Paulina Lavista, cuya lente ha retratado a múltiples personalidades del entorno intelectual mexicano.

Estos cuadernos de escritura también están llenos de dibujos, cartas, fotografías y algo que destaca es la caligrafía meticulosa de Elizondo, quien escribía en ellos no sólo en español sino también en inglés y francés. Además del diálogo íntimo también hay en ellos relatos del acontecer de la época, de la vida literaria de México y de hechos como la guerra de Las Malvinas.

A su muerte, entre las más de 30 mil cuartillas que dejó, destacan los “noctuarios”, textos que hacía sólo de noche ya que la atmósfera nocturna le daba otra visión. Esta compulsión para escribir se debe, tal vez, a que “Salvador Elizondo transitaba por la vida clasificando”, dice Lavista.

“Cada diario tiene un índice, dejó página por página, en este diario hay tal y tal. A la entrada de cada mes hacía un dibujo. Para él era un placer el paso de los días, considerando que fue muy infeliz de joven por esa búsqueda de vocación, que no lo entendían sus padres, que no lo entendía el mundo”, agrega.

Hombre ordenado y puntual, poseedor de una gran cultura debido a sus diversas experiencias en el extranjero pero sobre todo a su compulsión lectora.

“Salvador leyó en todos los idiomas todos los libros que pudo. Lo vi devorar libros, realmente era una admiración por la literatura. Para escribir como él escribió y no caer en lo ya dicho sino en la originalidad de ser un poco diferente a lo que se estaba haciendo, es producto de una gran lectura.  

“Un escritor pasa por muchas etapas, en el caso de los diarios de Elizondo las etapas y evolución, fracasos y triunfos del escritor se van viendo en el diario. Están documentadas”, detalla Lavista, quien planea la publicación de estos materiales y de los cuales ya dio una pequeña muestra en la revista Letras Libres.

Asimismo, también posee “los diarios de muerte”, textos que son una crónica del proceso de enfermedad que Salvador Elizondo vivió desde que le diagnosticaron cáncer de boca. En ellos, además de describir con palabras va dibujando lo que le aconteció.

Y es que, como explica Lavista, fue un escritor al que le interesaba mucho aplicar principios como el del montaje o el de la gravedad. “Las lecturas científicas también las aplicaba a un juego literario”, finaliza la fotógrafa.

Foto: http://bit.ly/H4jG9m

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