Lo dirige Yunuén Torres, activista que participa en los procesos sociales de Cherán y en un feminismo comunitario, alejado de las tendencias «de afuera»
Huemanzin Rodríguez/Morelia, Michoacán
Este cortometraje documental es resultado del proceso de duelo familiar y comunitario, que al mismo tiempo forma parte de la memoria colectiva de un lugar en la sierra del estado de Michoacán que se ha parado frente a sus agresores y los han expulsado su territorio. El camino de la autodeterminación y el autogobierno no ha sido terso, por ello, el duelo mueve el suelo bajo los pies. ¿Qué debieron hacer lo habitantes de Cherán para evitar una muerte más? ¿Importa eso ahora que Tsihueri falta? ¿Qué es lo que se tiene que hacer para aprender de ello? Esas preguntas las busca responder su hermana, Yunuén Torres Ascencio, directora del cortometraje.
«La historia de este corto documental es un tema bastante personal, retrata un poco el legado del nombre Tsihueri, que en nuestra lengua materna purépecha significa valiente. Eso nos ha dejado mi hermano como legado. Traté de retratar un poco la situación de lo que es la ausencia, cuando te arrebatan a un ser querido. A mi hermano lo mataron en diciembre de 2014 y a partir de eso ha habido un proceso constante y sin interrupciones en la familia. Decidimos retratar un poco aquello a lo que nos aferrarnos como familia para seguir viviendo y tomar su caso como un ejemplo para cambiar nuestra realidad. Sentimos que el título del cortometraje tenía que ser su nombre, por la implicación que tiene ser valiente en muchas situaciones y amarrarnos de otros elementos que son propios de nuestra cultura purépecha, para seguir respondiendo y viviendo lo que acontece a diario.»
Cansados por los homicidios, los secuestros y la extorsión, la comunidad de Cherán, a partir de las mujeres organizadas en secreto, expulsaron primero a los madereros, después al crimen organizado, policías y políticos. En el autogobierno fueron prohibidos los partidos políticos y crearon un sistema propio de justicia para crímenes menores. Sin embargo, la violencia va y viene.
«Creo que hay una idea propia en nuestro proceso comunitario en Cherán, tiene que ver con un habitar diferente a la comunidad. Y tiene que ver con retomar la tradición y los saberes, en una recuperación de la memoria a través de las personas de la comunidad. Pero también, algo muy fuerte, que las señoras en Cherán siempre han dicho: “En Cherán, el mal siempre está dentro”. El proceso de Cherán comienza en abril de 2011, tuvo que ver con un cambio en el gobernarnos, de decidir y de organizarnos al interior; pero eso no deja de lado que las violencias puedan estar adentro. Empezamos a dialogar más sobre eso de lo que no se habla, porque son temas dolorosos y complejos. Independientemente de que en Cherán se busque mejorar las condiciones de vida al interior, nos sigue faltando trabajo en la región, en las comunidades cercanas. En todo Michoacán se necesita que las condiciones de vida cambien. La violencia está siempre presente de muchas maneras y eso es lo que tenemos que seguir cambiando.»
La violencia evidente es la del crimen organizado, con sus largos tentáculos. Pero hay otras violencias en la vida cotidiana, como no tener una participación inclusiva entre mujeres y hombres, entre las comunidades rurales, los pueblos y las ciudades. ¿Cómo decir “yo soy” o “nosotros somos” en medio de esta inequidad?
Nadie niega que hay un repunte importante en la búsqueda de la libre determinación desde los pueblos originarios. Algo que, aunque está en las leyes de nuestro país, pareciera que nunca se ejerce. La protesta, la manifestación, la organización propia ha tenido que buscar de muchas maneras la consolidación del ejercicio de la libre determinación. Esto lo decimos desde adentro, porque nos ha tocado ser parte. Tenemos que asumir las responsabilidades que todas y todos tenemos. Para empezar, el sentido de ser purépecha tiene que ver con ser nosotros, eso cambia en mucho la lógica capitalista individual, que te lleva a entenderte como el prototipo del solitario. En cambio, las comunidades tienen que ver con un acompañamiento colectivo, darnos la mano unos a otros e identificarnos con los problemas que viven los otros y asumirlos como propios. Creo que estas lógicas son las que, desde adentro, nos permiten los cambios.
Nuestro cortometraje retrata eso, las cosas se tienen que hablar, no se tienen que ocultar. Y también, las debilidades de nuestros procesos se tienen que reconocer. Y discutirlo no significa ir en contra de nuestros procesos, por el contrario, es construirlo.
¿Cómo construir una memoria histórica diferente a la que se crea desde el Estado?
En nuestro caso el valor de la memoria es lo que nos sigue dando pautas para seguir, desde un proceso que reivindica las formas antiguas de los saberes y el cómo cada uno va transmitiendo estas memorias. En las comunidades indígenas y en la tradición purépecha, la transmisión ha sido oral. Y las memorias son referidas desde nuestros ancestros. La oralidad tiene un peso sustancial dentro del desarrollo de la vida. Creo que también, el aferrarnos a que sea desde la voz de los propios actores, tiene un significado mayor porque nosotros mismos vamos replicando eso. Nosotros nos estamos aferrando a una memoria, queremos mantener vivas esas memorias, creemos que sólo así podemos no repetir errores. Ya tenemos antecedentes de las cosas que han pasado, como esta historia propia, por eso el documental, para decir: estas cosas pasan. Si no las traemos a la memoria, pueden volver a pasar.
Para nosotros la memoria tiene que ser el vínculo propiciado desde los espacios que se puedan, ya sean los medios comunitarios que tenemos o los espacios públicos comunitarios para decir, no vamos a caer en las reglas —que es una discusión que tenemos con la academia— que dictan que un material deba ser guardado durante un tiempo, para después analizarlo. Los registros son para usarlos hoy, necesitamos cambiar un contexto que nos aqueja, que nos preocupa y que debemos ver cómo resolvemos.
Con esa discusión de los procesos en la comunidad y esa distancia frente a los procesos individualistas masificados en occidente, ¿cómo ser una mujer fiel a su herencia en las urgencias sociales del siglo XXI?
Una de las grandes enseñanzas que te puedo decir y me parece, no se limita a mi sola opinión, es que en la comunidad nos ha marcado una idea de la defensa de la vida. Es algo que todos tenemos claro. Cuando hay una pelea por la vida, que se traduce a habitar de una manera adecuada el territorio en donde estamos o respetar las vidas ya sea de hombres, mujeres, niños, adultos o de quien sea, nosotros desde ahí nos situamos. Cuando hablamos del papel de las mujeres en nuestra comunidad, también tiene una connotación diferente, porque en efecto no nos asumimos parte de esos feminismos pensados desde afuera con corrientes que también vienen de afuera. Esa es una pregunta constante. Quizá tengamos muchas coincidencias con esas luchas, pero en las comunidades luchamos por ser mujeres que habitan otros espacios, que hacemos y pensamos otras cosas, en una construcción colectiva y comunitaria en donde nos acompañamos. Donde la fortaleza y el reconocimiento está desde adentro. Esa es nuestra tarea, en las comunidades las lógicas son diferentes. Por supuesto que protestamos, por supuesto que alzamos la voz, por supuesto que somos parte de nuestras asambleas y decimos lo que estamos viendo está bien o mal. Eso para nosotras es el camino, sin situarnos en esas otras cosas. Creo que las actividades que hemos organizado, y que como pueblos hemos hecho, se sitúan desde esta necesidad que hay desde adentro. La participación que tenemos como mujeres es en acción. Lo tenemos claro. Hablamos haciendo, criticamos proponiendo, porque esa idea de sólo quejarnos de todo y decir que todo está mal no nos lleva a ningún lado. En las comunidades estamos más preocupadas en hacer que pensar igual a afuera. Tenemos que trabajar en nuestros contextos propios, sólo así llegaremos a lo demás.
Al ver tu cortometraje pensé en preguntarte esto, porque hablas de tu hermano Tsihueri, en español es valiente, y me preguntaba si la traducción del concepto es fiel y si esa palabra tiene género, porque valiente también es mirar un hecho doloroso común. Me parece que, cualquier persona que participe en su entorno, es tan valiente como poco común.
La forma en que construimos esta historia nos da el retrato de lo que vivimos a diario, sí creemos que esta valentía puede ser ejercida por nosotras y nosotros. Quisimos ponerle así porque fue el nombre de mi hermano y porque, una cosa interesante en nuestra lengua es que no hay género.
Así que es un homenaje a un ser muy querido en toda la comunidad, también tiene que ver con la valentía que se nos contagia a todas y todos los que fuimos parte de esta historia. Pensamos en todo eso, en una lucha situada en una comunidad purépecha en la sierra de Michoacán, donde también están pasando cosas, donde también queremos decir cosas. En donde hay procesos complejos que se viven al interior y que no vamos a parar, en estos diez años no hemos parado, las cosas tienen que seguir trabajándose desde ahí.
Tsihueri, el que fue valiente (2021), es un cortometraje documental de quince minutos producido por Ambulante A.C., Fundación Ford, Secretaría de Cultura de Morelia, IMCINE y Secretaría de Cultura; y es resultado de los talleres de Ambulante más allá, que tuvieron como maestros a Armando de la Cruz, Lucrecia Gutiérrez Maupomé, Erika Licea, Juan Antonio Méndez, Isabel Muñoz, Aurora Ojeda, Dinazar Urbina Mata, Balam N. Toscano y Berenisse Vásquez.
Todas las imágenes forman parte del documental Tsihueri, el que fue valiente, cortesía de Yunuén Torres Ascencio.