El único de los tres tripulantes del Apolo 11 que no pisó la Luna muere a los 90 años a causa de un cáncer
Redacción / Ciudad de México
El astronauta de Apolo 11, Michael Collins, piloto de la nave desde la cual Neil Armstrong y Buzz Aldrin descendieron sobre la Luna en 1969, murió ayer miércoles 28 de abril, a los 90 años a causa de cáncer, dijo su familia en un comunicado.
Collins formó parte de la tripulación del Apolo 11 que puso fin a la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y cumplió el reto del presidente John F. Kennedy de llegar a la luna para fines de la década de 1960.
«Mi querido Mike, dondequiera que hayas estado o estés, siempre tendrás la llama para llevarnos hábilmente a nuevos cielos y al futuro. Que descanses en paz», expresó su ex compañero Buzz Aldrin, el último superviviente del Apolo 11.
Aunque viajó 383 mil 023 kilómetros y llegó a apenas 111 kilómetros de la Luna, Collins, a diferencia de sus compañeros Aldrin y Armstrong —que murió en 2012—, no pisó la superficie lunar.
«Es propio de la naturaleza humana estirarse, ir, ver, comprender. La exploración no es una elección, […] es un imperativo y sólo es cuestión de tiempo cuando se ejerce esa opción», dijo Collins en 1979, al cumplirse el décimo aniversario del alunizaje. Sin embargo, ninguno de los tres regresó al espacio después de la misión Apolo 11.
Durante los ocho días de la misión, Collins permaneció a bordo del módulo de control Columbia, mientras Armstrong y Aldrin descendían a la superficie lunar en el módulo Eagle.
«Creo que eres la única persona que no ve la escena por televisión», dijo el Control de Misión a Collins por radio después del alunizaje. «Está bien, no me molesta en absoluto», respondió.
Durante 22 horas, Collins fue el hombre más solitario. Cada vez que sobrevolaba la cara oculta de la Luna, mientras sus compañeros hacían historia en Base Tranquilidad, 3 mil 500 kilómetros de roca se interponían entre él y las estaciones de seguimiento. Ninguna señal de radio podía atravesar esa barrera. La Tierra quedaba al otro lado. Durante esos minutos pudo experimentar de primera mano lo que hace tres siglos y medio Pascal llamó «el silencio de los espacios infinitos«.
Collins pasó casi 28 horas a solas hasta que Armstrong y Aldrin finalizaron sus tareas en la superficie lunar y regresaron al módulo de mando. Collins era el responsable del acoplamiento de las dos naves antes de iniciar el regreso a Tierra. Si se hubiera producido algún desperfecto y Aldrin y Armstrong hubieran quedado varados en la Luna, Collins habría tenido que regresar solo a la Tierra.
La posibilidad de pisar la Luna nunca fue una opción para Collins en la misión; su especialidad era la de piloto de módulo de comando y nunca se pensó en que participara en el alunizaje del 20 de julio de 1969.
«Sé que sería un mentiroso o un idiota si dijera que tuve la mejor de las tres butacas en Apolo 11, pero puedo decir, con sinceridad, que estoy perfectamente satisfecho con la que tengo. Esta empresa está estructurada para tres hombres y considero que mi tercera parte es tan necesaria como cualquiera de las otras dos», escribió en su autobiografía Carrying the Fire: An Astronaut’s Journeys, publicada en 1974.
Con información de: El País y El Financiero.
Imagen: AP
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